Desde la Tierra, solo dos planetas del Sistema Solar pueden ser observados haciendo tránsito por el Sol: Mercurio y Venus. Esto se debe a que sus órbitas están más cerca al Sol que la de nuestro planeta.

Este lunes, los ojos estarán puestos en Mercurio, que pasará frente a nuestra estrella en un evento que ocurre 13 veces por siglo y que, en esta oportunidad, se podrá observar en su totalidad desde las 6:12 horas hasta las 13:42. El último tránsito ocurrió en el 2006.

Todo lo que rodea a Mercurio es especial, pues se trata de uno de los planetas menos explorados en el Sistema Solar.

Esto se debe, en gran medida, a lo complejo que resulta diseñar un plan de vuelo para misiones con el objetivo de orbitar a este pequeño cuerpo celeste, y a su cercanía con el Sol –es el más próximo-, debido a que los instrumentos a bordo pueden resultar gravemente afectados al estar expuestos a altas dosis de radiación.

Aún así, la ciencia ha logrado enviar misiones, como Messenger, de NASA, que arribó en el 2008, entró en su órbita en el 2011 y finalizó el 30 de abril del 2015 con una colisión dirigida contra la superficie del planeta.

Para el 2018 está programado el lanzamiento de la sonda BepiColombo, de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Japonesa, Jaxa, en la que participó el colombiano Julián Rodríguez Ferreira.

La geología de Mercurio es realmente interesante. El equipo de Messenger encontró que la superficie está cubierta, casi en su totalidad, por azufre, magnesio y hierro.

En algún punto de la historia de este planeta pudo existir actividad volcánica, con la expulsión de grandes cantidades de magma esparciendo estos elementos de manera uniforme sobre grandes regiones en la superficie de Mercurio.

Ninguno de los planetas rocosos del sistema solar (Marte, Tierra y Venus) tiene concentraciones tan altas de azufre, siendo la de Mercurio hasta 10 veces mayor que las encontradas en los otros tres.

El interior de este cuerpo celeste también ha suscitado el interés de los científicos: un 85% de su volumen corresponde al núcleo, convirtiéndolo en el planeta rocoso con el núcleo más grande respecto a su volumen total.

Mediciones adicionales del campo gravitacional evidenciaron que parte de este núcleo está en estado líquido, algo inesperado, ya que por su pequeño tamaño se esperaba que fuera sólido.

Lo que indica un núcleo líquido es la presencia de una fuente térmica (aún por determinar) que mantiene a Mercurio activo en su interior, además de generar el complejo campo magnético que envuelve al planeta y del cuál muy poco sabemos.

Pero tal vez el descubrimiento más llamativo está relacionado con la presencia de agua en estado sólido (hielo) en las paredes de algunos cráteres de impacto ubicados en el polo norte de Mercurio.

En la década de los 90, un equipo de científicos detectó por medio de radiotelescopios regiones "brillantes" que podrían estar asociadas a la presencia de hielo y otros componentes orgánicos en el polo.

Este hallazgo fue confirmado tras comparar las firmas térmicas (calor) y espectrales (composición) que permitieron caracterizar estas zonas brillantes con la presencia de hielo, cuyas reservas se calculan entre 1 a 100 billones de toneladas, lo que equivaldría a casi una novena parte de todo el hielo de Groenlandia.

kal

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