En mamíferos, el tener un cerebro más grande puede ser ventajoso por su disposición a la innovación y flexibilidad de comportamiento, lo cual permite enfrentarse con nuevos retos.

Sin embargo, ese mismo cerebro demanda un mayor gasto energético y eso termina por limitar la capacidad de respuesta reproductiva por parte de la especie ante cambios en el entorno, máxime si estos ocurren de manera acelerada.

“El mayor tamaño del cerebro lleva a costos adicionales que impactan muchas características de la vida de las especies y dilatan su desarrollo: se alarga el periodo de gestación, se retrasa el destete y, por tanto, se aumenta el periodo de dependencia de la madre y las camadas son menos numerosas”, manifestó Eloy Revilla, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, en un comunicado de prensa.

Por ello, los investigadores del CSIC aducen –en un estudio publicado en la revista Evolution – que ese gasto energético vuelve a los mamíferos indirectamente más vulnerables a la extinción.

“Esta relación entre el tamaño del cerebro y el grado de amenaza no es directa. No es que los animales con mayor cerebro sean más perseguidos o respondan peor a los cambios ambientales”, aclaró Revilla.

“Lo que sucede es que el cerebro es un órgano muy caro de mantener. En los seres humanos, el cerebro representa un 2% de la masa corporal, pero consume el 20% de la energía”, añadió este investigador.

Vulnerables

Contrario a los peces, reptiles o anfibios, que generan gran cantidad de crías, los mamíferos aportarían pocos individuos a la especie y estos demoran más tiempo en convertirse en adultos maduros, capaces de reproducirse.

No obstante, los acelerados cambios en el ambiente causados por el ser humano (calentamiento global, pérdida de hábitat y sobreexplotación de las especies) demandan que los mamíferos se adapten más rápido a las nuevas condiciones y es allí donde su cerebro los deja en desventaja.

“Estos resultados sugieren que, en las condiciones actuales, las restricciones impuestas por el tamaño del cerebro son mayores que sus beneficios potenciales. Así, las actividades humanas pueden estar cambiando las fuerzas selectivas que, por millones de años, han llevado a una tendencia a incrementar el tamaño del cerebro”, apuntó Revilla.

kal

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