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Científicos australianos hallaron la manera de manipular la química cerebral de las hormigas para modificar su conducta de agresivas a tranquilas, o viceversa, confirmando así la relación del neurotransmisor octopamina y la agresión, informaron este jueves fuentes académicas.
Simon Robson, de la universidad australiana James Cook, examinó junto a colegas de la Universidad de Boston, en EU, la conducta de las hormigas tejedoras australianas (Oecophylla smaragdina), cuyas colonias pueden tener más de cien nidos y más de medio millón de insectos.
Las hormigas de mayor tamaño, que miden entre 8 y 10 milímetros, están encargadas de defender y expandir la colonia, así como de buscar alimentos; mientras las más pequeñas, que miden la mitad y son más plácidas, se ocupan de cuidar de las larvas.
Los científicos modificaron los niveles del neurotransmisor, la octopamina, en las hormigas grandes y pequeñas mientras mantenían otros factores constantes para demostrar la relación causal entre la química cerebral y el comportamiento, según un comunicado de la Universidad James Cook.
"Las hormigas soldados se volvieron menos agresivas y actuaron como obreras y las obreras se volvieron más agresivas y actuaron como soldados", recalcó Robson, al añadir que en los experimentos también se diseccionaron los cerebros de estos insectos para confirmar la relación entre la octopamina y la agresión.
El científico indicó que el neurotransmisor octopamina era uno de los cinco químicos que se creían eran claves en la agresividad y la investigación realizada por su equipo así lo confirma.
"La necesidad de entender la regulación de la agresión parece aumentar y esta investigación ayuda a entender como este tipo de comportamientos evolucionan y son regulados en una variedad de sistemas biológicos", acotó.
kal