Más Información
“Los medios nos hemos convertido en el único opositor de este país”: Salvador García Soto con suscriptores de EL UNIVERSAL
Senado turna a congresos estatales extinción del Inai y seis órganos autónomos; Morena y aliados aprueban con mayoría
Oposición crítica rechazo de Morena a fijar precio de gasolina en 20 pesos; evidencia su hipocresía, acusa Döring
Imaginemos salir a contemplar el cielo nocturno y encontrar un deslumbrante destello de luz, que ilumina la noche como si fuera una luna llena. Algo similar registraron los astrónomos chinos en el año 1006, al igual que en Japón, Iraq, Egipto y Europa. Pero solo hasta 1965 se pudieron detectar los restos de esa tremenda explosión que sucedió en nuestra galaxia, a unos 7 mil 200 años luz de la Tierra.
La última vez que la raza humana pudo contemplar un evento de estas características, que se observa a simple vista, fue en 1604. Cinco años antes de que Galileo usara un telescopio para apuntar a los cielos, el astrónomo Johannes Kepler pudo observar el destello luminoso que había sido registrado pocos días antes en los cielos del norte de Italia. Kepler estudió la misteriosa luz durante todo un año que fue visible antes de que se desvaneciera.
Con el uso del telescopio se pudieron descubrir destellos mucho menos brillantes y en el siglo XX se estableció que estos se originaban en estrellas.
Ahora mismo, en algún lugar del Universo, una estrella está dejando de existir de una manera espectacular. Después de una vida "estable y apacible", finalmente ha consumido todo su combustible y colapsa por su propio peso para luego generar una tremenda explosión que lanza materiales a unos 30 mil kilómetros por segundo.
La fase terminal de una estrella de gran tamaño, que la lleva a su inminente destrucción es uno de los fenómenos más violentos del Universo. Las explosiones de supernova, más que ser eventos de exterminio cósmico son en realidad fábricas para la formación de los elementos químicos pesados, sin los cuales nuestra propia vida sería impensable, como el hierro que corre por nuestras venas. Las cenizas de la estrella muerta tienen además la materia prima para que se formen nuevas estrellas y planetas.
Se estima que en una galaxia como la nuestra pueden ocurrir unas tres supernovas cada siglo. Algunas, en otras galaxias, nos han dado información sobre la distancia a la cual estas se encuentran, y servido también como faros para descubrir la expansión acelerada del universo.
Contemplar una explosión de supernova en la Vía Láctea sería sin duda uno de los eventos astronómicos más sorprendentes para cualquier habitante del planeta, pero mientras esperamos el próximo final violento de una estrella en nuestro vecindario podemos recordar a las cientos de estrellas que han explotado como supernovas en el universo durante el tiempo en que usted leyó esto.
kal