La creación de islas artificiales y el dragado del fondo marino para establecer puertos y nuevas rutas de navegación han destruido parte vital del ecosistema del Mar del Sur de China, cuya soberanía se disputan media docena de países.

El Gobierno de China, que reclama la totalidad de los territorios insulares de la región, ha construido bases militares, pistas de aterrizaje, faros y decenas de instalaciones en un puñado de islas que hace un par de años apenas sobresalían del agua.

"China ha cubierto (con arena) cerca de 13 kilómetros cuadrados de arrecifes de coral sólo en las islas Spratly" y también ha realizado "considerables trabajos" en las Paracel, denuncia John McManus, profesor de Biología Marina de la Universidad de Miami, a través de correo electrónico.

Otros actores en el contencioso, como Vietnam, Filipinas, Malasia y Taiwán, han realizado procesos similares para reclamar terreno al mar, aunque el "área combinada no es comparable a la enterrada" por China.

"Los daños son permanentes. Han sido eliminados arrecifes que han crecido durante miles de años. Estos arrecifes, unos de los más maravillosos ecosistemas en la Tierra, se han ido para siempre", apunta el experto, quien trabajó durante siete años en la región.

Los frecuentes tifones que atraviesan cada año el área obligarán a un constante dragado de sedimentos en los canales y puertos artificiales que agravará los daños recuperables en el ecosistema.

Los países antes mencionados, junto a Brunei, reclaman total o de manera parcial la soberanía sobre más de un centenar de islas y atolones de la región, una de las principales rutas marítimas de comercio mundial y rica en caladeros de pesca, donde según los expertos se hallan grandes reservas de gas y petróleo.

Pese a las gestiones de Pekín para evitarlo, se prevé que las disputas territoriales centren buena parte de las discusiones en las cumbres del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN) que se celebran esta semana en Manila y Kuala Lumpur, respectivamente.

"Las actividades relacionadas con el conflicto han reducido las pesquerías", asegura McManus sobre una zona que ya mostraba síntomas de sobrepesca antes de las reclamaciones territoriales y donde se registra la "extinción local" de algunas especies.

Según un estudio del profesor Villy Christensen, en el último medio siglo el número de capturas en la región de especies como el atún y la caballa, entre otras, se ha reducido más de un 50 por ciento debido a las malas prácticas de la industria pesquera.

"La continua destrucción de estos ecosistemas puede acarrear no sólo una menor cantidad de comida y fuente de ingresos para la población costera, sino también una pérdida vital de especies en la región que ayudaría al mantenimiento de las generaciones futuras", indica el biólogo.

Varios expertos, incluido McManus, insisten en convertir la zona de las Spratly en una reserva marina transfronteriza con la firma de un pacto renovable entre países, similar al Tratado Antártico.

Este acuerdo "congelaría las reclamaciones" de las naciones y por consiguiente "no sería necesario construir más bases militares", asegura el profesor de la Universidad de Miami.

Entre las medidas propuestas destaca la implementación de esfuerzos conjuntos para la protección del medioambiente y los caladeros de pesca, así como la creación de una agencia internacional que asegure el control del proceso migratorio de las especies marinas.

"Desafortunadamente, el argumento más fuerte favorable a la creación de la reserva marina es que parece ser la única alternativa que evite la continuación hacia un conflicto armado", incide McManus.

A finales de octubre, el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya consideró, tras una petición en 2014 por parte de Filipinas, que tiene jurisdicción para dirimir en la disputa territorial en el Mar del Sur de China entre Manila y Pekín.

El enfrentamiento soberano ha subido de tono aún más con la participación de EE.UU. en el conflicto, aliado tradicional de Filipinas, al criticar con dureza la postura de China y enviar barcos de su Marina a patrullar la región.

El estallido de un conflicto armado llevaría a la suspensión del tráfico marítimo comercial en el Mar del Sur de China, valorado en 5 billones de dólares anuales (4,66 billones de euros), que tendría un efecto "devastador" para la economía mundial, según expertos.

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