Las bioquímicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna abogaron este miércoles por que sean científicos y expertos quienes se pronuncien sobre los posibles límites éticos a las investigaciones en el ámbito de las modificaciones genéticas que les han valido el Premio Princesa de Asturias de Investigación 2015.

Ambas investigadoras, francesa y estadounidense respectivamente, trabajaron en paralelo en el desarrollo de una herramienta bautizada como CRISPR-Cas9 y que ha supuesto una revolución biotecnológica al permitir reescribir el genoma y corregir genes defectuosos.

Esta nueva técnica cuenta con un nivel de precisión sin precedentes de forma muy económica y sencilla lo que abre grandes esperanzas a la terapia génica y al tratamiento de enfermedades como el cáncer, la fibrosis quística o el Síndrome de Inmunodeficiencia Severa Combinada (la enfermedad de los llamados 'niños burbuja').

Para Doudna, el debate sobre los límites éticos a estos avances se debe afrontar a partir del criterio de científicos y de expertos clínicos que aporte distintas perspectivas sobre el uso de estas tecnologías y su hipotético impacto sobre la salud humana.

"Es una tecnología muy poderosa que, potencialmente, podría curar enfermedades humanas y abordar incluso problemas derivados del cambio climático, pero que podría tener implicaciones éticas si se utiliza para cambiar seres humanos, lo que hace necesario un debate sobre cómo usarla de forma responsable", advirtió.

Esta cuestión, recordó, será abordado en el mes de diciembre durante un congreso copatrocinado por Estados Unidos, Reino Unido y China para analizarla desde una óptica multinacional dado que, según señaló Charpentier, existen diferencias para abordar este asunto y, por ejemplo, la regulación de las cuestiones relativas a la manipulación del genoma humano es "mucho más estricta" en Europa.

"Es fundamental reunirse y fijar unas directrices en las que todo el mundo pueda encajar a partir de lo que digan científicos y los expertos clínicos, que son quienes deberían reunirse con frecuencia para discutir estos temas", añadió la bioquímica francesa.

Ambas investigadores han situado además en un periodo de cinco a 10 años -"estas cosas no suceden de la noche a la mañana"- la obtención de aplicaciones clínicas efectivas para la novedosa técnica que han desarrollado y que abre la posibilidad de modificar el genoma de las personas que sufran una enfermedad genética.

Este proceso requiere, según Charpentier, que, como ya viene ocurriendo, esta nueva técnica pueda ser utilizada "de manera libre" por los científicos básicos e incluso por la industria farmacéutica, pero siempre "de forma gratuita", una cuestión que, aseguró, les "emociona" al comprobar que ya se está usando "de forma útil".

Doudna y Charpentier se expresaron así en una rueda de prensa tras inaugurar en Oviedo (norte de España) una exposición didáctica denominada "Editando el genoma", dos días antes de recibir el galardón del rey Felipe VI en el Teatro Campoamor.

De esta forma se elevará a cuatro el número de mujeres que, en los 35 años de historia de los Premios Princesa de Asturias, han logrado esta distinción, que en 2010 fue concedida a la estadounidense Linda Watkins -compartido con David Julius y Baruch Minek por sus investigaciones sobre el dolor- y que en 2003 recayó en la etóloga británica Jane Goodall.

"Me considero una científica, más que una científica mujer o femenina, pero está claro que es un campo dominado por los hombres", señaló Charpentier pese a que la presencia femenina es mayoritaria en los estudios de doctorado, distribución que luego se altera en la cifra de investigadores activos, algo que atribuye a las dificultades para conciliar la vida profesional y la familiar.

Doudna, por su parte, se mostró confiada en que este galardón "inspire a otras mujeres o chicas jóvenes" que se sientan identificadas con alguien que, como ella, nació en un pequeño pueblo y en el seno de una familia donde nadie se dedicaba a la ciencia.

kal

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