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Los antiguos ya conocían el potencial del juego para impulsar el aprendizaje de un idioma. Hay referencias de que los fenicios y los arameos usaban el cuerpo y objetos como letras de marfil, además recomendaban no maltratar a los alumnos y ponerlos a competir para favorecer la apropiación del conocimiento.
En la actualidad, la doctora Haydée Silva Ochoa, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ha comprobado que la práctica del juego beneficia la didáctica de lenguas.
“Durante el juego la persona vive un escenario de reto o desafío, se focaliza en una acción con una meta clara, recibe retroalimentación, se siente en control de la situación, y al mismo tiempo, está despreocupada y hasta cierto punto desconectada de la realidad que la rodea por hallarse concentrada. Cuando alguien vive una experiencia óptima, el aprendizaje es más positivo y más duradero”.
Además de cumplir con todas estas condiciones, el juego constituye un espacio de exploración, donde se puede tomar decisiones, manejar la incertidumbre y colaborar con otros.
En el campo de la enseñanza de idiomas, hay una gran diversidad, desde los más conocidos como el juego de la oca y los crucigramas, hasta los más contemporáneos y polémicos como son los videojuegos. El material principal es la lengua, un universo enorme del cual todavía hace falta mucho por descubrir, señaló la integrante del Colegio de Letras Modernas de la FFyL.
En todos los casos lo que se busca es promover aprendizajes múltiples mediante cuestiones intelectuales, emotivas, motoras y lingüísticas, las cuales implican no sólo al cuerpo sino a todos los sentidos. “Jugar es estar tomando siempre decisiones”, puntualizó la académica.
Aprovechar sus posibilidades
Otra ventaja de considerar el uso del juego en la enseñanza del idioma, es que permite diversificar las herramientas que la enseñanza tradicional restringe mucho.
Por lo general en México, el juego y el aprendizaje suelen verse fuera de la escuela en un contexto de educación no formal, como el que ofrecen los museos.
Por eso cuando se intenta usar el juego con algún grupo que todavía no está acostumbrado, suelen presentarse alumnos que dicen: “Yo vine aquí a aprender, no a jugar.” Para muchos alumnos aprender no es compatible con jugar, señala la especialista en letras francesas.
Sin embargo, esta práctica ya se está incorporando en escuelas de New York, donde se enseña por medio de juegos de video que los niños usan, pero al mismo tiempo fabrican; lo que la convierte en una experiencia atípica, pero interesante.
En la actualidad, reconoció la académica, existe un interés creciente en desarrollar aplicaciones y juegos en línea que seguramente mostrarán los alcances de estas herramientas con fines de aprendizaje.
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM