Ciencia

Conciencia. Lucha contra las parasitosis

Algunos parásitos conviven con nosotros, pero otros siguen siendo un azote

Una parasitosis o enfermedad parasitaria es un padecimiento infeccioso causado por organismos microscópicos unicelulares. Foto: Archivo
18/10/2015 |23:10Berenice González Durand |
Redacción El Universal
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En uno de los murales del segundo piso del Palacio Nacional en la Ciudad de México, se observa una escena del extracto de la savia del árbol del hule. Uno de los indígenas que realiza esta actividad tiene la oreja cortada, la evidencia de las llagas ocasionadas por la leishmaniosis, conocida como  “úlcera del chiclero”.

Diego Rivera pintó retratos de la vida cotidiana de las culturas mesoamericanas y con ellos también plasmó la huella de algunos de los acompañantes históricos de la humanidad: los parásitos.

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Una parasitosis o enfermedad parasitaria es un padecimiento infeccioso causado por organismos microscópicos unicelulares (protozoos), gusanos o artrópodos. Este tipo de infecciones están presentes principalmente en las regiones tropicales y subtropicales del mundo. La enfermedad de mayor impacto  es el paludismo o malaria.

Según  la OMS, se calcula que  un millón de personas fallecen anualmente, sin embargo su impacto se ha visto reducido gracias a la artemisina. La investigación del fármaco fue desarrollada por la científica china Tu Youyou, una de las galardonadas con el Premio Nobel de Medicina este año.

Para la doctora Ana Flisser, Coordinadora del Plan Estudios Combinados de Medicina (PECEM) y miembro de la Facultad de Medicina con más de cuatro décadas de experiencia en investigación sobre parasitosis, este premio es un acontecimiento que celebran con el mismo ímpetu todos los investigadores del mundo que dedican su vida a este tipo de enfermedades cuyo efecto se subraya  en las regiones más pobres del planeta.

“La lista de parásitos es muy larga y su nivel de agresividad es variable. Muchos parásitos viven en nosotros sin causar grandes malestares, pero hay otros como el de la malaria que es especialmente agresivo”, señala la especialista.

Este organismo unicelular, el llamado Plasmodium, vive entre el ser humano y el mosquito Anopheles. Mediante el piquete de la hembra se inyectan los plasmodios.

Primero se instalan en el hígado y posteriormente en los glóbulos rojos. Dependiendo de la especie de Plasmodium hay mayor o menor reproducción de estos, causando sus mayores estragos al organismo  al romper los eritrocitos.

“Gracias a la artemisina, de la que tuvimos noticia hace tres décadas, ha bajado la frecuencia de infectados. La malaria infecta en total a 200 millones de personas anualmente, la mayoría en África, pero también prevalece en América Latina y Asia. Se calcula que gracias al medicamento se salvan 100 mil vidas al año”, señala Flisser y agrega que este medicamento ha reducido la mortalidad en más del 20% de los casos y 30% en niños,  el termómetro de la enfermedad.

“Es una enfermedad con gran daño al organismo, sin embargo el   ser humano adulto puede sobrevivir pero en los niños resulta muy agresiva. Antes se calculaba que morían de uno a dos millones de niños sólo en África, pero esos índices se han reducido gracias a las medicinas que descubrió Tu Youyou. Actualmente se registran 500 mil decesos al año en este último grupo”.

“Anteriormente lo que se usaba principalmente era la quinina, pero esta sustancia y sus derivados tienden a generar resistencia; el parásito no siempre se muere con ella”, sin embargo la especialista señala que en nuestro país este tipo de tratamiento sí resultó efectivo pues  la especie regional, el Plasmodium vivax, no es resistente a esta legendaria droga. La malaria se ha logrado controlar en México, casi erradicar, pero aquí lo principal ha sido el control entomológico de los vectores”.

Puente Chiapas-Irlanda

Sin embargo, la avermectina, el fármaco descubierto por los otros Nobel de Medicina de este año, el irlandés  William C. Campbell y el japonés Satoshi Omura, sí representó un cambio significativo en nuestro país para el tratamiento de la oncocercosis, también conocida como “ceguera de los ríos”.

“Se trata de un parásito totalmente diferente: un gusano grande con alrededor de 10 centímetros de extensión.  Tal era el impacto de la enfermedad en las zonas cafetaleras de Chiapas  que los indígenas de esta zona asumían que a los 30 años  quedarían ciegos”.

El vector es una mosca negra infectada con las larvas del parásito Onchocerca volvulus, que las transmite al humano y éstas se reproducen  formando nódulos debajo de la piel. Debido a la infección, las capas cutáneas pierden agua y flexibilidad por lo que la piel se vuelve dura.

Finalmente los parásitos  migran hasta los ojos del individuo causando ceguera.

“Durante un tiempo la única forma de tratamiento era quitar los nódulos en una serie de microcirugías rudimentarias donde se extraían los parásitos adultos y las opciones de medicamentos eran tan agresivas que la gente simplemente prefería no tomarlos. Finalmente en 2014  la Secretaría de Salud declaró la erradicación de la oncocercosis. En los últimos años se empezó a  usar la avermectina, medicamento altamente eficaz, que ayudó a poner el acento final”.

La avermectina también ha ayudado a combatir exitosamente en el mundo a la filiarasis linfática, que según el último informe de la OMS (Mayo, 2015) afecta a 150 millones de personas. Es provocada comunmente por el Wuchereria bancrofti, un “primo” del que ocasiona la oncocercosis. Es  conocida popularmente como elefantiasis por el aspecto inflamado que lucen las extremidades inferiores de los afectados.

“La enfermedad es linfática porque los parásitos circulan por una vía alternativa a la sangre que es la linfa y que transporta células de la respuesta inmune. Los parásitos se establecen  e impiden que la linfa circule. Al ser un sistema rico en células que responden y atacan a este enemigo, se provoca un fuerte proceso inflamatorio. La linfa se acumula principalmente en las partes bajas del cuerpo”, señala Flisser y acota que en México no se existen los parásitos que la desencadenan.

Menú de parasitarias a la mexicana

Aunque en nuestro país no hay elefantiasis existen otros parásitos que han perpetuado su presencia, pero que han sido investigados por diferentes grupos de investigación desde hace varias décadas, contribuyendo no sólo al establecimiento de nuevas estrategias para el control y tratamiento de la enfermedad, sino incluso a vencer los mitos en torno a cada una de ellas.

Por ejemplo, en el caso de la menconada Leishmaniasis que sirvió de referencia al inicio de este texto, se encuentra el trabajo de la doctora Ingeborg Becker en la Facultad de Medicina de la UNAM, así como el de la doctora Patricia Talamás Rohana del Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del CINVESTAV, quien estudia, entre otras cosas, si las manifestaciones clínicas (localizada, difusa y predifusa) de la lesihmaniosis cutánea producida por L. mexicana se deben al huésped o al parásito.

En este sentido, las técnicas de genómica y proteómica han permitido avanzar, sobre todo en el último lustro, en las investigaciones sobre patogenia y resistencia de las enfermedades parasitarias para establecer las bases moleculares que podrían inhibir el ciclo, mediante modificaciones de vector y parásito.

Otra enfermedad que prevalece en el contexto nacional es la Enfermedad de Chagas, un padecimiento parasitario crónico causado por el parásito unicelular Trypanosoma Cruzi. Es trasmitido al ser humano por la contaminación de las heces del Triatoma, organismo conocido popularmente como “chinche hocicona”, que  puede producir una infección silenciosa por más de 30 años. Se calcula que en el mundo hay entre 6 y 7 millones de personas infectadas y concentradas principalmente en el continente americano.  Hasta 30% de los enfermos crónicos presentan alteraciones cardiacas y 10% padecen alteraciones digestivas, neurológicas o combinadas.

“Existen diferentes aspectos para evaluar la importancia de una enfermedad parasitaria. Desde el punto de vista del impacto clínico, otra enfermedad de consideración es la cisticercosis, capaz de generar epilepsia cuando se establece el cisticerco en la cabeza. Al principio no necesariamente genera síntomas; puede crecer, envejecer y calcificarse, pero es entonces cuando puede generar los aspectos clínicos más importantes, ya que las células inflamatorias atacan e impiden la trasmisión eléctrica lo que produce desde crisis convulsivas hasta ceguera, parálisis o retraso mental”, señala Flisser especialista precisamente en esta enfermedad.

La doctora explica que hace 20 años inició un programa de control de la cisticercosis a nivel nacional, lo que ocasionó que el personal de salud pudiera enfocarse en la detección de casos como una de las herramientas que los científicos han desarrollado para limitar la propagación de los parásitos, pues la infección se adquiere al ingerir huevecillos   eliminados en las heces fecales de un humano infectado con Taenia solium, el hospedero definitivo y principal factor de riesgo.

Algunos de los hallazgos más importantes para avanzar en las investigaciones es acabar también conlos mitos. “Hace años se decía que fresas, lechugas, acelgas y todo aquello que crece al ras del suelo y se come crudo, puede transmitir huevos de Taenia, pero no es factor de riesgo. Los huevecillos  se diluyen en el agua de riego  y no producen enfermedad, pero si hay una persona con “solitaria” , concentra los huevos y se convierte en foco de infección. Las Taenias son bombas atómicas que liberan parásitos al ambiente.”

Flisser comenta que actualmente la cisticersosis ya no es un problema de salud pública pues puede ser controlada aunque probablemente nunca pueda ser erradicada pues tiene que ver con condiciones de malos hábitos higiénicos, hacinamiento y exceso de contaminación.

En este sentido, existen varias enfermedades parasitarias intestinales que es importante subrayar en el contexto nacional, como la giardiasis y la amibiasis.

“El hallazgo más importante al respecto es que hay dos especies de amiba, y de cada diez una es la patógena. Eran morfológicamente indistinguibles, hasta que surgieron las técnicas de morfología celular”.

Para la especialista, existen otros  casos que no se deben tomar tan a  la ligera: la toxoplasmosis y la tricomonosis. Se calcula que 30% de la población mundial tiene anticuerpos contra esta enfermedad transmitida por los gatos, pero puede ser muy peligrosa en pacientes con sistema inmunes. Por otra parte, la entrevistada explica que la tricomonosis es una enfermedad de transmisión sexual relativamente controlada en México. “Se transmite por el sistema urogenital, así que el control se basa en coitos con seguridad”.

Las parasitosis siguen cobrando miles de vidas  y los especialistas subrayan  que es indispensable borrar el estigma de “enfermedades olvidadas”, pues no son ajenas a nuestra realidad cotidiana y menos en un mundo donde las condiciones de pobreza que las acompañan  parecen globalizarse en lugar de disminuir.

kal