Durante siglos, la contemplación del cielo nocturno fue la principal herramienta de nuestros antepasados para embarcarse en osados viajes de exploración. Una de las más importantes formas de ubicación, antes de la invención de la brújula, era la posición de las estrellas en el firmamento.

La estrella Polaris (estrella Polar), que se encuentra sobre el polo norte terrestre, y que se mantiene fija durante la rotación de la Tierra, es la principal referencia en el hemisferio norte, siendo una de las siete estrellas que conforman la constelación de la Osa Menor (cercana a la famosa Osa Mayor, cuya forma es más parecida a la de un sartén). En el hemisferio sur se suele usar la referencia de la constelación llamada Cruz del Sur.

Se desarrollaron entonces instrumentos como el sextante (sexta parte de un círculo completo), con el cual se puede medir la altura de un astro respecto al horizonte; era de uso obligado en aquel entonces para saber la latitud del lugar (midiendo la elevación del Sol y la hora del día).

Hoy contamos con avanzados sistemas de navegación satelital, cuya idea comenzó a forjarse en 1957, durante la Guerra Fría, a raíz de la necesidad de determinar la posición de submarinos portadores de misiles, desplegados en el océano (programa que fue llamado Polaris).

No somos los únicos animales viajeros

Otras especies también cuentan con sistemas de navegación, que les permiten hacer migraciones de miles de kilómetros, basados en el firmamento, en la posición del Sol y las estrellas.

Experimentos con aves currucas dentro de un planetario comprobaron que estas mantenían su orientación hacia el sur, incluso cuando se movía el cielo nocturno proyectado. Asimismo, algunos escarabajos se ubican con la luz polarizada proveniente de la Luna, y otros, con la luz de nuestra galaxia.

Sí, el escarabajo pelotero, el mismo que va arrastrando en grandes distancias una bola de estiércol para alimentar a sus larvas, observa el cosmos. No es capaz de identificar estrellas individuales, pero sí percibe la luz de la Vía Láctea.
Es curioso, no somos ni los primeros ni lo únicos observadores del universo.

kal

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