En los últimos 30 años hay avances importantes que permiten tener una ciudad mejor preparada ante los sismos, además de que ya hay una norma de construcción que está en revisión y debe salir pronto, afirmaron los investigadores Cinna Lomnitz Aronsfrau y Luis Esteva Maraboto.

A 30 años de la catástrofe por el terremoto de 8.1 grados que golpeó al Distrito Federal, y pese a que se desconoce cuándo ocurrirá el próximo gran temblor, los investigadores eméritos de la UNAM aseguraron en un comunicado que sí se ha avanzado.

Esteva Maraboto comentó que la última versión de las normas de construcción data de 2004, pero la que está en revisión toma en cuenta información adicional sobre un temblor grande reportado por los sismólogos, que ocurrió en el siglo XVIII y que no causó daños porque no existían construcciones vulnerables, pero que fue mayor que el de 1985.

Esa normatividad está hecha de tal manera que si ocurre un temblor, de esos que se dan en un lapso de 250 años, la probabilidad de fallas sea muy baja, aunque no estamos exentos de riesgos, reconoció el especialista.

Expuso que para tener mejor control de su cumplimiento se creó el Instituto para la Seguridad de las Construcciones en el Distrito Federal, responsable de hacer revisiones en edificaciones importantes por su función, como hospitales y escuelas. Como ésta, se toman otras medidas para evitar el mayor número de daños posible.

Los científicos destacaron el papel de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el entendimiento de esos fenómenos naturales y las propuestas que permitan prevenir desastres.

Citaron como ejemplo que expertos de la UNAM participan en el Comité Asesor en Seguridad Estructural del Distrito Federal; también hay un grupo encargado de la actualización de las normas de construcción.

Esta entidad está a la cabeza de la investigación en el área y “somos muy reconocidos a nivel nacional y mundial”, expresó Esteva Maraboto.

Reconoció, asimismo, el rol prominente que ha desempeñado esta institución en los estudios sísmicos; el Servicio Sismológico Nacional, inaugurado en 1910, pasó a formar parte de la UNAM en 1929, y eso “nos distingue”.

En tanto, Lomnitz detalló que un sismo es una fractura, un deslizamiento repentino de las rocas profundas de la Tierra; 90% de los que ocurren en la República Mexicana se registran frente a las costas del Pacífico, donde la placa tectónica de Cocos se hunde bajo la de Norteamérica a razón de seis centímetros por año.

Aunque esa velocidad no parece grande, en 20 años puede acumularse energía suficiente para desplazar la placa hasta 1.20 metros. Es lo que se necesita para producir un sismo de magnitud 7; y antes de 1985 se había reunido la necesaria para generar un desplazamiento de dos metros, como ocurrió.

En la parte baja de la ciudad de México se ubica la zona de mayor riesgo del país, consideró el sismólogo. Ello se debe a dos causas: la vulnerabilidad provocada por las características del subsuelo y la cantidad de habitantes.

Para Esteva Maraboto el caso del Distrito Federal es particular, único en el mundo, por las condiciones locales tan especiales; ya que, al estar ubicada en una cuenca cerrada, “es la única urbe importante localizada en un terreno tan malo. El bello lago sobre el cual fue fundada por los aztecas a la larga se convirtió en una fuente de riesgo”.

Ahí, donde antes hubo un lago, el movimiento fue de gran intensidad, y no estábamos preparados para eso. “El referente que teníamos era el temblor de 1957, de magnitud 7.7, que causó daños nada comparables con los del 85. Las medidas que se tomaron no fueron suficientes, no estábamos conscientes de que podíamos esperar algo mucho mayor”.

kal

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses