En el hemisferio sur, donde en este momento el invierno tapiza los paisajes y el Sol recorre el cielo de este a oeste sobre la línea del norte, se gestan tormentas que generan ondas propagadas a lo largo de todo el océano Pacífico.

Casi como si buscaran el calor del verano, esta energía contenida en el mar llega hasta las costas del Pacífico sur de México para traducirse en el fenómeno conocido como mar de fondo, caracterizado por un oleaje muy alto que parece devorar un pedazo de playa en unos instantes.

“Se le llama fundamentalmente mar de fondo porque pareciera que saliera del fondo del océano”, señala el Doctor David Salas de León, del Laboratorio de Oceanografía Física de la Unidad Académica de Ecología y Biodiversidad Acuática en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM.

El especialista explica que el fenómeno se diferencia del oleaje normal porque no está constituido por olas cortas que se pueden apreciar rápidamente en su subida y bajada.

“Se trata de un movimiento más lento y profundo, pero con mayores cantidades de energía y un impacto profundo que produce remoción de sedimento y corrientes costeras intensas que sumadas al oleaje local, provoca oleaje extraordinario”.

Cuando comenzaron las tormentas invernales en el hemisferio sur, empezó a sentirse su efecto en  nuestro país.

El mar de fondo tendría que terminar aproximadamente con el fin de nuestra temporada de verano, sin embargo otro fenómeno natural se suma a la lista pudiendo prolongar su presencia en nuestras costas. Se trata de El Niño, fenómeno descrito por la NOAA (Administración Nacional Océanica y Atmosférica de Estados Unidos), como la perturbación del sistema océano-atmósfera en el Pacífico Tropical con importantes consecuencias climáticas alrededor de todo el mundo.

Las predicciones de la NOAA dicen que va a ser un niño intenso y largo. “El Niño cambia todo el sistema climático a nivel global de la tierra. Estamos viendo incendios e inundaciones a nivel global. Todo está vinculado. En nuestro país tenemos lluvias de invierno en la parte norte y lluvias de verano al sur del país y en el DF. El efecto de El Niño es hacer que las lluvias se prolonguen y se vuelvan más intensas”, señala el doctor David Salas de León y agrega que en principio parece no haber relación entre el cambio climático y El Niño.

“Todavía no se sabe exactamente qué es lo que hace que se dispare el fenómeno, es un tema de investigación en el que aún no se han identificado los mecanismos que lo disparan. Tenemos miles de años con El Niño, pero si hay un calentamiento adicional, aunque sea de fracciones de grado y se suma al calentamiento producido por el niño, entonces podemos tener consecuencias más graves. La suma de ambos es el problema”.

Niño hiperactivo

Uno de los fenómenos más extremos que ha atestiguado el planeta con relación a El Niño sucedió en 1997.

Ese año provocó la muerte de más de 20 mil personas alrededor del mundo y pérdidas materiales calculadas en alrededor de 35 mil millones de dólares por los efectos catastróficos de tormentas, inundaciones, deslaves e incendios provocadas por los extremos cambios climáticos.

Aún no se puede determinar con exactitud el grado de intensidad que podrá desarrollar este año, pero según el Centro de Predicción Climática de la institución norteamericana anteriormente referida existen 85% de posibilidades de que este fenómeno prevalezca hasta principios de la primavera de 2016.

El Niño trae un calentamiento anómalo del Pacífico, sube la temperatura en un grado o dos, pero eso basta para complicar las cosas porque produce tormentas. Paradójicamente es un calentamiento, pero las tormentas de invierno se agudizan porque se calienta la atmósfera y hace que los movimientos del aire, ascendentes y descendentes, sean más rápidos, más bruscos que en condiciones normales”.

Es así que tenemos formaciones de tormentas en mayor número y mayor intensidad en años Niño, como éste, que cuando no lo son, según señala Salas.

El científico subraya que  este fenómeno no tiene una periodicidad. Puede ocurrir en años seguidos, luego suspenderse por un periodo y regresar un año y otro no.

“Sabemos que para que se repita pasan entre dos y ocho años. Es así que decimos que es un proceso recurrente, pero no periódico. Recurrente es por ejemplo tocarnos los cachetes cuando hablamos. Es un movimiento que no se puede predecir en su periodicidad, simplemente es algo que sucede constantemente”, apunta el especialista en oceanografía física.

El experto explica también  que El Niño provoca que el fenómeno de mar de fondo se pueda prolongar más allá del final del verano y que además sea más intenso.

“Todavía tenemos mar de fondo y tendremos más fechas de éste. El fenómeno se hace presente en los estados que están de frente al Pacífico, como Oaxaca, Guerrero, Michoacán, y Jalisco, la visión al sur de nuestro país”.

Pero además del fenómeno oceanográfico como El Niño, existen otros fenómenos naturales que pueden propiciar el aumento en el grado del oleaje, como la atracción ejercida en las mareas por la Luna llena o nueva.

“Otro ejemplo es la llamada  marea viva, cuando Luna, Tierra y Sol prácticamente están en línea. Las mareas tal vez sean el único fenómeno predecible de la naturaleza.  Es así que si hay tormentas en el hemisferio sur y tenemos alguno de estos sucesos sabemos que en su suma se incrementa el grado del oleaje y es necesario tomar precauciones”.

El fenómeno de ondas largas que provoca el mar de fondo es algo que sucede desde hace miles de años, pero no había sido percibido porque la población no era tanta ni la huella humana en la cercanía del mar tan contundente.

Salas señala que como cada vez existen más construcciones cerca de la playa, como carreteras e infraestructura hotelera y habitacional, entre otras, cada vez es más evidente este efecto.

“El problema es que todos queremos abrir la puerta y subirnos a la ola, salir de ella y tirarnos a la cama. Muchas veces la infraestructura hotelera quiere cumplir estas demandas, construyendo con la mayor cercanía posible al mar y para esto sacrificamos manglares, dunas y muchas otras cosas que nos protegen”, dice Salas refiriéndose también a las barreras naturales que nos resguardan  contra este tipo de fenómenos pero que acaban por ser sacrificadas ante la cada vez más evidente huella antropogénica que rompe el equilibrio de la naturaleza.

La importancia de las barreras naturales

Simplemente en relación a los manglares, México es considerado como el quinto país en el mundo en extensión de estos ecosistemas ubicados en la zona intermareal, que se encargan entre otras cosas de estabilizar los terrenos costeros contra la erosión, sin embargo se considera que en la última década se ha perdido aproximadamente 30% de su superficie total.

“Las dunas también son fundamentales para proteger la zona costera, pero al quitar estas montañas de arena nos quedamos desprotegidos ante el oleaje y los vientos intensos del mar”, apunta Salas. La pérdida de barreras naturales, también provoca que la intensidad y recurrencia del fenómeno se agudice.

Sólo  en algunas circunstancias el llamado mar  de fondo puede resultar benéfico.

“Los ecosistemas costeros tienen un equilibrio natural, pero en algunos casos hay material que sirve de alimento para otros organismos y que al acumularse a veces se descompone y puede ser contraproducente”.

Salas explica que cuando se realiza un proceso “de lavado” como el que sucede ante  el mar de fondo puede realizarse una especie de “nuevo encendido” de todo el sistema marino, pero si el fenómeno es muy constante entonces no es algo positivo porque se cambian las condiciones químicas del lugar y la distribución de los organismos, entre otras cosas, lo que finalmente acaba dañando los ecosistemas.

“Las zonas de playa tienen una ecología muy interesante, pues por ejemplo las plantas que se pueden observar en la orilla costera son hábitat de muchos organismos. Si se cambian abruptamente con un oleaje de fondo intenso, el sistema ecológico de toda la playa cambia. Algunas de las especies más afectadas por este fenómeno son los cangrejos. Todo su hábitat se puede ver trastocado en un par de olas”.

“También hay ciertos tipos de peces y otros organismos que utilizan la luz de la luna para reproducirse. Se acercan a la costa, aprovechan la marea y cuando ésta es muy alta nadan hasta el punto más  cercano a la playa para detenerse en la arena. Buscan estar expuestos al aire cuando baja la marea”, explica y agrega  que estos organismos quedan expuestos. Están prácticamente seis horas fuera del agua en todo su ciclo reproductivo”.

Salas de León relata como estos peces se quedan a la espera de que regrese la marea y los interne mar adentro.

De esta forma dejan los huevecillos en la arena, para que el sol los caliente como en una especie de incubadora. Si el mar de fondo llega con intensidad,  ya no tienen la posibilidad de aprovechar estas zonas para reproducirse y ser parte de sus ecosistemas.

Para el especialista algo que es muy importante tomar en cuenta en relación al fenómeno del mar de fondo es insistir en la formación de un sistema de alerta especializado en nuestro país.

“En México hay un sistema de alerta de huracanes bien establecido y recientemente se creó un Centro de Alerta de Tsunamis (que son menos predecibles), operado por la Secretaría de Marina, entonces faltaría un sistema paralelo para mar de fondo. Estos procesos  se pueden rastrear vía satélite, se pueden predecir”.

Salas subraya que es importante tener sistemas de alerta, como los hay para huracanes que ya sabemos cuándo empiezan incluso con fechas establecidas.

“Se puede  hacer igual para el mar de fondo. Ya sabemos que es algo provocado por tormentas invernales en el hemisferio sur, así que podemos  determinar su aparición y dependiendo de la fuerza de las tormentas y otros fenómenos paralelos también se puede determinar  su intensidad”, concluye.

kal

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