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Los océanos en nuestro planeta cubren un 70% de la superficie y aproximadamente un 97% del agua sobre y dentro de la Tierra es salada. Pero ¿qué hace que sea salada?
Aunque parezca una pregunta simple y algo básica, resolverla tuvo inquietos a los científicos por muchos siglos y solo hasta finales de la década del 70 y comienzos de la del 80 se obtuvo la información necesaria para despejarla.
Durante más de un siglo, los geólogos creían que los minerales transportados por los ríos eran la única fuente que aportaba la salinidad a los océanos. Sin embargo, los estudios geoquímicos mostraron que la composición de los ríos y la de los océanos son diferentes. Entonces, ¿qué otra fuente proporciona la salinidad a los océanos?
En 1979, durante la exploración del fondo oceánico en el Pacífico, se observó por primera vez a lo largo de la zona de rift ─lugar donde el suelo oceánico se está abriendo y generando nueva corteza─ que las ventilas hidrotermales o 'black smokers' emanaban gran cantidad de microcristales que contribuían al incremento de la salinidad en el agua.
Al calcular la cantidad de fluidos hidrotermales (agua a altas temperaturas) que ahora fluyen a través de estas ventilas, se encontró que el volumen de todos los océanos se filtra, a través de estas zonas de expansión de la corteza oceánica, cada 8 a 10 millones de años trayendo consigo minerales producto de la interacción del agua y las rocas del fondo oceánico.
Esto es lo que aporta la salinidad que caracteriza a los océanos. Este ciclo se ha dado por millones de años y por eso los valores de salinidad en el océano son relativamente constantes.
También la presencia de miles de volcanes submarinos y sus respectivas erupciones hacen que la interacción agua–magma desprenda algunos minerales y contribuya a que los océanos sean salados. Esta evidencia ratifica que en la ciencia no todo debe considerarse un hecho y que las preguntas tontas no existen; lo tonto es no hacerlas.
kal