Especialistas en ciencias forenses revelaron nuevas técnicas para identificar desaparecidos o restos humanos antiguos a partir del estudio y análisis del dedo chiquito del pie, del sarro dental o de huesos largos como el fémur o el húmero.

Durante el Segundo Congreso de Ciencia Forense “dando nombre a los desaparecidos”, organizado por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explicaron que mediante esas técnicas es posible conocer la edad aproximada, género, contexto en que vivió e incluso la alimentación del fallecido.

La UNAM recordó en un comunicado que la licenciatura en Ciencias Forenses fue creada para formar profesionales en la disciplina y entrelaza temas de medicina, química, biología, antropología, filosofía y derecho, así como técnicas de criminalística, microscopía y análisis genético, entre otros.

Durante el congreso, los especialistas explicaron que obtener datos suficientes y confiables para identificar a un desconocido depende del estado de descomposición del cuerpo, si se encuentra completo o si han pasado miles de años desde el deceso, como ocurre con los vestigios arqueológicos.

“Las huellas dactilares, los tatuajes, la sangre, el cabello y el tejido de hígado, riñón o músculo son las formas más habituales de identificación, pues facilitan cotejar características evidentes con las pruebas de ADN”, resaltó Elizabeth Alfaro López, de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León.

La especialista señaló que el reto de la identificación de personas aumenta su complejidad si los cuerpos que se analizarán están descompuestos, algo común en entidades donde los problemas de violencia conviven con las altas temperaturas que aceleran el deterioro.

“Si un cadáver está putrefacto, para su identificación deben elegirse dientes y huesos, que son los mejor conservados porque son duros; además, son una fuente rica de ADN”, precisó.

En ese sentido, recomendó a los futuros profesionales en ciencias forenses utilizar para el proceso de identificación piezas largas como fémur, húmero, cúbito, radio, tibia o peroné, así como el dedo chiquito del pie, correspondiente al meñique, pues se trata de una muestra de uno a cinco centímetros; ya lavado, se obtienen hasta 13 fracciones.

Explicó que de huesos y dedos se hace una extracción orgánica para conseguir ADN que luego se amplifica y se lee para saber el sexo y si el material genético corresponde a algún familiar; “con este método se ha reducido el tiempo del proceso para lograr, entre 18 y 24 horas, un perfil de calidad”.

A su vez, el estudiante de maestría en Antropología Física, Juan Joel Hernández Olvera, expuso un comparativo de restos humanos de 2015 y que datan de 1600 antes de Cristo a partir del “análisis del proteoma”, un conjunto de proteínas que están dentro del genoma humano.

Explicó que en ese proceso se buscan las proteínas que prevalecen a partir de muestras de dientes, cabello o tejido momificado y su estudio es útil para la identificación de desaparecidos y de momias antiguas.

El antropólogo físico utilizó la placa dentobacteriana de seis cadáveres actuales y antiguos para obtener el proteoma, de los que obtuvo 23 miligramos de material biológico con proteínas preservadas, 41 miligramos de los contemporáneos; en ambos casos suficientes para realizar estudios de identidad.

“El análisis a partir del proteoma sirve para identificar personas, pero también para revelar la historia de las enfermedades, la interrelación del ser humano con su medio ambiente, la presencia de agentes patógenos y el tipo de alimentación”, comentó.

En tanto, Nancy Vargas Becerril, colaboradora de un proyecto de la Facultad de Odontología (FO) de la UNAM, presentó una investigación sobre el tejido calcinado dental, que se realiza en el Laboratorio de Bioingeniería de Tejidos de la Unidad de Estudios de Posgrado de la entidad universitaria.

El estudio aborda la composición dental, formada por esmalte y dentina; el primero tiene 95 por ciento de composición mineral, mientras la segunda, 75%, lo que explica que los dientes sean resistentes a las altas temperaturas y comparables con un material cerámico.

“La dentadura humana soporta temperaturas de 100, 200 y 300 grados Celsius. Con más calor la dentina comienza a calcinarse y el esmalte a fraccionarse”, explicó.

En experimentos realizados con espectroscopía infrarroja y microscopía óptica, que permiten ver la estructura dental interna, Vargas Becerril comprobó que a 500 grados la frontera entre dentina y esmalte se disuelve, mientras que de mil a mil 200 grados las piezas se carbonizan.

kal

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