Con la designación del 2015 como el Año Internacional de la Luz, no podía faltar uno de los fenómenos naturales más interesantes que ocurren en nuestro planeta: las auroras polares.

Son visibles desde altas latitudes, tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur. Su 'alias' depende de dónde se observen: las visibles, en el norte se conocen como auroras boreales; las del sur, como auroras australes. Su origen, sin embargo, tiene un mismo responsable: el Sol.

Las auroras polares ocurren cuando partículas de alta energía (protones y electrones) provenientes de nuestra estrella (el Sol) chocan con la magnetosfera terrestre, que a su vez nos protege no solo del viento solar, sino de los denominados rayos cósmicos.

Ocasionalmente, sin embargo, cuando se presentan grandes tormentas solares que apuntan a la Tierra, algunas partículas alcanzan a penetrar este escudo planetario e interactúan con la atmósfera. Ahí es cuando el espectáculo comienza, con una batalla de luces que se asoman en el cielo en una danza que puede llegar a durar varias horas.

Cuando son observadas a simple vista, las auroras no despliegan esos incandescentes colores que usualmente vemos en las fotografías. Esto se debe a que nuestros ojos no reciben la cantidad necesaria de luz para percibirlo. Pero cuando se utilizan cámaras fotográficas, los sensores que recolectan los fotones son cientos de veces más sensibles a los colores y eso permite obtener imágenes sorprendentes. Además, largos tiempos de exposición contribuyen a realzar la intensidad de los colores.

El 17 de marzo y el 20 de mayo fueron registradas, desde Boulder Lake, ubicado en Minnesota (Estados Unidos), dos de las más intensas actividades de auroras en lo que va corrido del año. Las de marzo resultaron de la interacción principalmente con átomos de oxígeno (por encima de los 90 kilómetros de altura). Mientras que las observadas en mayo presentaron una tonalidad rojiza, resultado de la interacción entre las partículas cargadas y átomos de oxígeno (por encima de los 320 kilómetros de altura) y nitrógeno ionizado.

Varios países tienen la fortuna de observar este espectáculo. En el hemisferio norte, Estados Unidos, Canadá, Rusia, Noruega, Suecia, Finlandia, Islandia y Dinamarca son algunos de los lugares preferidos por científicos y turistas. Y en el hemisferio sur, Chile, Argentina y la Antártida son los mejores y únicos sitios para verlas.

Tal vez uno de los mitos más comunes asociados con la observación de auroras polares tiene que ver con las estaciones. Si bien los lugares donde son visibles son países que a lo largo del año presentan estaciones, no hay ninguna relación entre las bajas temperaturas y la intensidad de las auroras. No importa la época del año, ni si es temporada de frío.

La actividad y la intensidad de las auroras polares dependen de la cantidad de partículas de alta energía provenientes del Sol (flujo) y de la alineación del campo magnético en el momento en que esas partículas interactúan con la Tierra. Aun así, es válido aclarar que son más fáciles de observar en invierno debido a que la duración de la noche es mayor, comparada con las noches en verano, mas no por las bajas temperaturas.

Otros factores, tanto de tipo atmosférico (cielo nublado) como astronómico (luna llena), cuentan para la observación. Varios observatorios espaciales que están monitoreando el Sol (SOHO y SDO, entre otros), nos mantienen alerta de las tormentas solares.

También institutos como NOAA (National Oceanographic and Atmospheric Administration) hacen actualizaciones cada 30 minutos de la actividad de auroras y de su probabilidad de visibilidad.

Aunque en Colombia no podamos verlas, vale la pena buscarlas. Son un fenómeno que hay que presenciar, así sea una vez en la vida.

kal

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