En la organización de su vida política, las democracias modernas se han apoyado de los partidos políticos para que sirvan de intermediarios entre los ciudadanos y las instituciones representativas. México no ha sido la excepción. Durante el siglo pasado fuimos testigos de la aparición y consolidación de una gran fuerza política heredera de la Revolución (el PRI) y del origen y evolución de una incipiente oposición conformada por partidos de diversa ideología.

La función de los partidos es amplia, pero acaso la más evidente consiste en que permiten a los ciudadanos ejercer sus derechos político-electorales, a fin de que quienes aspiren a un cargo representativo puedan presentar su candidatura a través de ellos, o quienes únicamente deseen ejercer su sufragio, lo hagan, sobre el conjunto de opciones que en cada elección presentan los propios partidos.

Sucede, sin embargo, que en el ámbito de América Latina, éramos de los pocos países que otorgábamos el monopolio de las candidaturas a los partidos y que, en consecuencia, excluíamos la libre postulación de los ciudadanos sin partido. En 2006, la intención de Jorge Castañeda de postularse como independiente a la Presidencia de la República, abrió un debate en el que fuimos asumiendo colectivamente que los partidos no deberían ser los únicos mecanismos de participación de la ciudadanía, ni que la política debía reducirse por completo a la labor de los mismos.

A esta convicción contribuyó el desprestigio que los partidos acumularon durante décadas, por su distanciamiento con la sociedad, su débil democracia interna, su excesiva burocratización, su cerrazón, a lo que se acompañó el deficiente ejercicio en tareas de gobierno y su falta de resultados tangibles, pero que terminó por manifestarse en su renuencia a renovarse y mostrar nuevos liderazgos, nuevos discursos, nuevas propuestas y nuevas caras ante la ciudadanía.

Abrir la puerta a los independientes fue, en este sentido, una opción dirigida a contener el descontento social. De pronto, aparecieron ciudadanos que sin haber tenido militancia partidista optaron por esta vía, mientras que otros, al fracasar en su intento por lograr la postulación partidista, buscaron su inmediata purificación por esta vía. Hasta ahora son pocos los que han tenido éxito en su aspiración.

De cara a 2018, los independientes pueden jugar un papel determinante porque desde su posición externa podrán confrontar abiertamente los discursos políticos tradicionales, lo cual puede rendirles dividendos ante la falta de credibilidad de los partidos. Serán, sin duda, voces críticas, que con una adecuada estrategia estarán en aptitud de mover de su posición de confort a los candidatos de partido. Si esto es en sí mismo positivo, hay que advertir que la multiplicación de independientes podría generar un efecto adverso. Esto es, que a partir de la postulación de varias candidaturas sin partido, el voto general hacia una opción externa termine por difuminarse, con lo cual, las posibilidades de ganar se minimizan, pero sobre todo, que al distribuir el caudal de votos que anteriormente fluía hacia los partidos, lo que se produzca en realidad sea el repunte de aquellos candidatos cuyos partidos gozan de una mayor estructura y de un voto duro garantizado.

La competencia no se antoja fácil porque habrán de competir grandes estructuras partidistas frente a pequeñas organizaciones de ciudadanos o contra desgajamientos al interior de los partidos. Pero sin duda, la presencia de independientes dará nuevos matices ya que emitirán spots y participarán en debates con un discurso antipartidos que podrían ser recibidos positivamente por el electorado, dadas las actuales condiciones sociales de nuestro país, y que obligarán a una capacidad de reacción inmediata de los demás competidores.

Lo peor que nos puede ocurrir es acudir a la creación interesada de candidaturas independientes desde los propios partidos, con la intención de debilitar a sus opositores y de fragmentar la intención del voto. Lo mejor que podría suceder es ver auténticas candidaturas surgidas de la sociedad, que durante la campaña tengan la capacidad de contrastar ideas, presentar propuestas novedosas, desvelar engaños y rebatir las ocurrencias.

En la boleta presentada recientemente por el INE, se contempla ya el espacio para los independientes. Ahora lo que viene es advertir cuántos son, pero sobre todo, quiénes son…

Académico de la UNAM

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