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Hace unos días, el Banco de México dio a conocer una encuesta en la que los analistas privados aumentaron —una vez más— su pronóstico de inflación en México a 5.6% para el cierre de este año, una tasa superior a 5.4% que arrojó la medición del mes pasado. En febrero pasado, este indicador llegó a su nivel más alta en siete años. La inflación no es más que el aumento sostenido y generalizado de precios en bienes y servicios a lo largo del tiempo, lo que quiere decir, más allá de las cifras, que el mismo dinero cada vez nos alcanza para menos.
La inflación sólo es un indicador que refleja lo que fenómenos como el aumento al precio de los combustibles, la depreciación del peso frente al dólar, la incertidumbre de los inversionistas frente a la era Trump, entre otros, ocasionan en nuestra economía. Por desgracia, cada pronóstico nuevo muestra que la realidad cada vez supera más a lo que antes se había anticipado. A los ciudadanos, nos queda más que ajustar el mismo presupuesto a precios más caros. ¿Cómo hacerlo? Un buen inicio es empezar a cambiar hábitos. No queda de otra si queremos seguir consumiendo más o menos lo mismo sin resentirlo tanto.
Del lugar depende el precio
A la hora de ir al supermercado, si eres de los que acostumbra comprarlo todo en el mismo lugar y no atiende bien los precios de cada producto, es momento de poner atención. Del lugar donde compras depende el precio. Por ejemplo, un kilogramo de fresas lo puedes encontrar en un mercado local —en el de la colonia Álamos— hasta en 25 pesos, mientras que en un supermercado no vas a encontrar la caja de 400 gramos a menos de 35 pesos. Si haces cuentas, en un supermercado el kilo te sale a más del doble.
Otro ejemplo que demuestra la enorme diferencia entre un establecimiento u otro: una bebida de electrolitos puede costarte 25 pesos en un Oxxo —y en una tiendita incluso menos— pero en Sanborns cuesta hasta 33 pesos. Del lugar donde compres depende el precio, así que es hora de hacer una evaluación detallada de qué es lo que consumes y analizar en qué lugar se vende más barato. De esta manera podrás seguir consumiendo lo mismo, pero lo podrás comprar más barato.
Haz cálculos
Se trata de salir con la calculadora en mano, empezar a hacer cuentas y cambiar marcas si es necesario. Un ejemplo: Partamos del supuesto que consumes leche de soya. El litro de la más común en el mercado —marca que acaba de comprar Coca Cola— cuesta hasta 25 pesos en un supermercado, un precio por cierto que no hace más que subir, porque hace sólo seis meses valía casi 30% menos. No se trata de dejar de consumir leche de soya, sino de hallar la opción más económica.
En tiendas naturistas es posible encontrar botes de leche de soya en polvo que pueden darte un precio más barato por litro. Partiendo de que el bote cuesta 65 pesos y rinde para cuatro litros, cada uno te sale a 16.25 pesos, lo que representa un ahorro de casi 40%. Prueba si esta marca te gusta y si no, continúa haciendo pruebas hasta que encuentres el nuevo producto correcto para ti.
Si puedes, compra por grandes cantidades. Mientras más grande sea la presentación, el precio casi siempre suele ser menor. Un estudio de Kantar Worldpanel asegura que los formatos pequeños —los cuales son comprados por los niveles más bajos de la población— tienen un menor desembolso pero a la larga son más caros que los tamaños grandes.
Esto es casi siempre una regla, pero precisamente para averiguarlo necesitas llevar la calculadora y tomarte el tiempo de hacer cuentas. Si es al supermercado, no vayas con hambre porque esto te impacientará más y hará que eches cualquier cosa al carrito. Comprar marcas blancas es también una de las opciones que puede ayudarte a ahorrar más y en muchas ocasiones no comprometen calidad. Se trata de probar poco a poco ciertos productos y escoger el mejor a buen precio.
Pensar antes de comprar
Otro de los aspectos que viene aparejado con la situación económica mexicana —aumento de precios, bajos salarios, creación de empleos pero de empleos precarios, disminución de la seguridad social— es el de analizar la manera en la que compramos. Las reflexiones nunca sobran en épocas de turbulencia.
Nagisa Tatsumi, una autora japonesa que se ha convertido en bestseller internacional por El arte de tirar, un libro que busca dar una guía de cómo deshacerse de lo que no se necesita y así encontrar la alegría, explica cómo la producción en serie y el consumismo masivo han hecho que los objetos pierdan su valor y busquen ser reemplazados de manera rápida.
Recuerda aquellos momentos en los que un objeto se tiraba sólo hasta que se había agotado toda su funcionalidad y terminaba su vida útil.
Y en este sentido, también habla de cómo llenar nuestras vidas de “novedosos productos”, se ha vuelto en una norma de consumo que se ajusta a lo banal de quererlo simplemente porque comprarlo produce placer.
Lo que ella sostiene es que no se trata de dejar de comprar simplemente, sino lo que propone es aprender a tirar lo que no nos sirve porque eso nos ayudará a analizar el valor verdadero de las cosas que sí tenemos y de las que vamos a comprar.
¿Cuándo fue la última vez que tiraste unos zapatos porque realmente no te servían? Quizá de eso hace mucho tiempo porque la realidad es que hoy prevalece el comprar sin antes analizar si realmente es necesario el objeto en el que se gasta.
Una encuesta de la Procuraduría Federal del Consumidor sostiene que 79% de las personas ha realizado alguna vez compras por impulso. El ejercicio tiene años pero sirve para darse cuenta de cuánto nos dejamos llevar por la publicidad, antes de analizar nuestras verdaderas necesidades.
Vivir con lo necesario nos hará realmente más felices. Al menos eso sostiene Nagisa, originaria de un país que es potencia mundial y en el que la austeridad —el minimalismo— es hoy una tendencia a través de la cual se busca la felicidad.
Pero Japón no es el único país en el que el consumismo cada vez es menos apreciado. Suecia anunció, en el último trimestre del año pasado, que permitirá deducir impuestos sobre reparaciones de ropa, bicicletas, refrigeradores y lavadoras, entre otros objetos.
Estos incentivos están orientados a reducir el impacto ambiental, pero también, a cambiar los hábitos de consumo de los suecos a largo plazo.
No se trata de comprar menos, sino de analizar nuestros hábitos de compra, y ver cómo se pueden mejorar. Los momentos económicos difíciles al final nos empujan a restablecer prioridades. y a analizar el significado de las cosas. Por desgracia, a veces también a prescindir de algunas que nos harán falta.
Quizá necesites vivir con menos de lo que tienes hoy. El pensar antes de comprar se ha convertido hoy en un principio que puede servir para ahorrar y en algunas ocasiones, para encontrar un mayor bienestar. En este sentido, piénsate dos veces si quieres seguir comprando ese café diario en Starbucks o si mejor te compras un termo y empiezas a utilizar esa cafetera que sólo se está empolvando en la alacena.
Según cálculos de Principal Financial Group, una persona en México puede destinar al año casi 39 mil pesos en gastos “hormiga” y en compras de días festivos.
Entre este tipo de gastos se encuentran precisamente la compra del cafecito diario, galletas, refrescos, botanas, cigarros y propinas.