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A principios de los años 30, 50% de los vehículos que circulaban en el mundo eran Ford.
Con el modelo T llegó a producir 15 millones de unidades a inicios del siglo XX, logrando grandes economías de escala, en donde cada vez que duplicaba la producción los costos bajaban de manera exponencial y consecuentemente los precios.
Probablemente la gran aportación de Ford fue hacer accesible el automóvil, lo que permitió consolidar la industria automotriz en el mundo. Sin embargo, en los años subsecuentes, perdió el liderazgo ante la consolidación de marcas de General Motors (Chevrolet, Pontiac, Oldsmobile, Buick y Cadillac). En los años 50, General Motors tenía 50% del mercado de Estados Unidos; Ford, 30%, y Chrysler, 20%.
Actualmente, los grandes líderes en volumen, con producciones de 10 millones de unidades al año cada uno, son General Motors, Volkswagen y Toyota.
De una producción anual mundial aproximada de 100 millones de unidades, Ford produce 4%, porque se ha alejado de su estrategia inicial de fabricar un automóvil de bajo precio a altos volúmenes. La ubicación de la planta de Ford en San Luis Potosí era un intento por competir con los fabricantes asiáticos de grandes volúmenes; sin embargo, ante presiones políticas, esa oportunidad se perdió.
Si analizamos los datos en 2016 por país, los principales productores de vehículos en el mundo son China con 28.1 millones; Estados Unidos, con 12.2 millones; Japón, 9.2 millones; Alemania, 6 millones; India, con 4.5 millones; Corea, 4.2 millones; México, con 3.6 millones; España, con 2.9 millones; Canadá, 2.4 millones, y Brasil, con 2.2 millones.
Simultáneamente, China es el principal productor de acero, cemento y maquinaria en el mundo, con capacidad instalada sobrada para la que necesita desarrollar nuevos mercados, y actualmente está desarrollando y financiando proyectos de infraestructura en Asia, África y Europa como parte de un nuevo orden geopolítico.
China necesita volver la vista al resto del mundo para mantener su economía en movimiento, por ello busca crear lazos económicos. La iniciativa Ruta de la seda tiene un alcance de más de un millón de millones de dólares para infraestructura en 60 países.
Xi Ji Ping, presidente de China, quiere utilizar esta plataforma para rehacer un nuevo orden económico global, atrayendo a países y empresas a través de proyectos económicos que beneficien a China.
En el sector automotriz, las economías de escala alcanzadas por China, lo llevarán a conquistar nuevos mercados, y aunque su exportación actual anual es de aproximadamente 2 millones de unidades, a futuro se convertirá en el primer exportador de automóviles.
En 2016 China se ubicó como el país con el parque automotriz eléctrico más grande del mundo, con casi un tercio de los 2 millones de vehículos a nivel global.
El coche eléctrico en China es apoyado por el gobierno para mejorar el medio ambiente, dada la alta contaminación en sus principales ciudades. Un programa de implantación establece la meta de 8% de unidades eléctricas e híbridas en 2018, para llegar a 12% en 2020. Esto contrasta con las políticas emitidas por el presidente de los Estados Unidos.
Por lo anterior, la industria automotriz china se proyecta como el gran fabricante de automóviles de precios bajos y amigables con el ambiente. Mientras, parece que la industria automotriz norteamericana está abandonando los mercados globales, para aislarse en Estados Unidos, olvidándose de la estrategia con la que Ford y su modelo T consolidaron en su momento la industria automotriz mundial.
Profesor decano del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School