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La industria del crowdfunding ha llegado para quedarse. En el 2001 se fundó la primera plataforma llamada “ArtistShare” y posteriormente se han creado muchas plataformas, destacando “Kickstarter”, “Indiegogo”, “Kubo Financiero” y “Prestadero”, entre otras. Se espera que la industria siga creciendo y estimamos que en el 2016 se hayan superado los 65 billones de dólares a nivel mundial.
Esta industria se compone de cuatro modelos. Se basa en recompensas, en donde a cambio de tu pago recibes un producto, servicio o reconocimiento; en donativos, donde hay una satisfacción personal de haber apoyado una causa noble; en préstamos, en el cual tienes el derecho a cobrar el capital prestado más intereses; y en capitales, en donde a cambio de tu inversión obtienes un porcentaje accionario de la empresa.
Los modelos de crowdfunding están basados en plataformas digitales y buscan que una multitud (crowd en inglés) financie proyectos. Esto ha sido clave para el crecimiento de la industria, primero porque el internet facilita la comunicación de proyectos y segundo porque muchas personas pueden contribuir con montos pequeños para financiarlos.
Si bien este sistema ha servido para financiar proyectos reales, también han existido casos de fraude. Sin embargo, ¿por qué las multitudes no son capaces de detectar una campaña fraudulenta? Esto se basa en un análisis de la toma de decisiones.
James Surowiecki publicó el libro The Wisdom of Crowds, el cual establece que bajo ciertas condiciones un grupo puede tomar aún mejores decisiones que el miembro más listo del grupo. Dichas condiciones y la ausencia hipotética de ellas puede explicarnos el por qué se financian algunas campañas fraudulentas de crowdfunding.
El primer factor es la independencia en las decisiones, donde cada inversor toma la decisión de invertir independiente a lo que hagan los demás. Sin embargo, cuando algunos invierten porque piensan que ‘si otros han invertido seguramente ha de ser bueno’, su decisión de invertir depende de lo que han hecho otros y se rompería la independencia en decidir.
En segundo lugar se incluye la diversidad de opinión, basado en que cada inversor tenga experiencias y personalidades distintas que en agregado permitan evaluar mejor cada proyecto. ¿Crees que las personas que fondearon el reloj inteligente “Pebble” en “Kickstarter” son tan diferentes entre sí? Es posible que tanto la plataforma como el producto atraigan a personas que tienen muchas cosas en común como hábitos, niveles socioeconómicos y gustos, por lo que se limitaría la diversidad dentro del grupo. Y, finalmente, la descentralización de la información, lo que significa que los inversores tengan conocimientos particulares y que puedan compartirlos entre ellos.
Usualmente los posibles inversores no se conocen entre sí y tienen poca posibilidad de comunicarse entre ellos, por lo que complica que el conocimiento individual se convierta en conocimiento colectivo.
Si bien las plataformas y el gobierno están trabajando para que existan mejores controles y regulaciones en el crowdfunding, estos deben de tomar en cuenta que los fraudes podrán ser detectados por las multitudes siempre y cuando los individuos sean más independientes en sus decisiones, cuenten con experiencias más diversas y tengan el mecanismo para compartir su información.
Profesor del Ipade, y consultor externo de Leal-Isla & Horváth, S.C. Abogados