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carla.martinez@ eluniversal.com.mx
“Ingeniero es el que hace con un peso lo que otro, que no es ingeniero, hace con dos”, dijo un profesor de ingeniería en una de las clases que Carlos Slim Helú cursó en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en los años sesenta.
Esa frase, junto con las enseñanzas de su padre, don Julián Slim Haddad, fueron de los tantos aprendizajes que formaron el espíritu empresarial del ahora conocido como uno de los hombres más ricos del mundo.
El empresario mexicano, que ocupa la cuarta posición del listado que elabora Forbes, es un hombre sencillo que aprendió de negocios al acompañar a su padre a una de sus compañías ubicada en el centro de la Ciudad de México, quien también le enseñó el arte de ahorrar, a través de una libreta donde Slim Helú reportaba ingresos (la mayoría de ellos aportados por su madre) y egresos.
“Cuando nací mi papá tenía varios años, mi papá se casó tarde a los 38, 39 años, se tardó en tener hijos, fuimos seis, yo fui el quinto, entonces me llevaba más de 50 años y desgraciadamente tenía diabetes y eso lo presionó para enseñarnos, prepararnos”, recuerda Slim Helú.
El padre de Slim Helú llegó a México en 1902, procedente de Líbano y en tan sólo nueve años abrió su primera empresa junto con su hermano con una inversión de 30 mil pesos. En 1914, don Julián decidió comprar a su hermano su 50% y se quedó con la totalidad de la empresa.
Primeras inversiones y estudios de mercado. Antigua Distribuidora S.A. (ADSA) es el nombre de la empresa fundada por el padre de Slim Helú para enseñar a sus hijos a trabajar, ahí los llevaba desde pequeños pero “era bastante aburrido estar ahí”, dice.
“Fue una etapa interesante porque para ponerme a trabajar aprendí los precios en el mostrador, los muestrarios donde venían los precios, las claves de los muestrarios y me mandaban a las tiendas vecinas a checar precios de las mercancías, que era como de ‘espía’, era de alguna forma una investigación de mercado algo primitiva”.
Como parte de su labor, iba a las oficinas de Banamex ubicadas en Polanco a depositar o cambiar cheques.
“Acabé abriendo una cuenta de cheques como a los 11 años, con la cajera que era amiga mía y después me di cuenta que no servía de nada tener cheques, nada más depositaba la colegiatura y la pagaba en el colegio, era algo inútil es la cuenta S563”, comenta el empresario.
En este momento de exploración financiera, los Fondos del Ahorro Nacional se atravesaron en el camino de Slim Helú y le llamaron la atención porque decían que la inversión se duplicaba en 10 años, “yo en esa época, a los 10 años, creí que era el 10% de interés y ahí aprendí lo que es el interés compuesto y la tasa de interés”.
Sus inversiones son derivadas de la disciplina que su padre le enseñó. Julián Slim le dio a él y a sus hermanos una libreta de ahorros donde semanalmente registraban sus movimientos obtenidos del “domingo” que se les entregaba y juntos revisaban gastos y compras.
“Mi mamá financiaba parte de mis inversiones, cuando tenía 15 años, 10 años antes de formar Inbursa”, confiesa el empresario.
Años después y de manera repentina, su padre falleció lo cual afectó mucho emocionalmente a Slim Helú; sin embargo, ya le había contado las historias de las grandes empresas que habían llegado del extranjero a México y dejado el legado necesario para que el ahora ingeniero tomara las decisiones correctas que lo llevarían a formar uno de los conglomerados más importantes de América Latina.
Ingeniería y finanzas. Slim Helú optó por estudiar ingeniería civil en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Estudié ingeniería, la ingeniería es muy importante porque trabajamos con ciencias exactas y también con ciencias experimentales, entonces eso nos quita un poco la rigidez de la exactitud de la ciencia exacta”.
El ingeniero decidió hacer su tesis sobre programación lineal, tema que desconocía y por lo que decidió tomar un curso y poder concluir la carrera universitaria.
“La programación lineal, de la que hice mi tesis, que se trata de tener un modelo matemático, un sistema de ecuaciones lineales, un objetivo; el chiste es optimizar esta función con relación al modelo matemático, claro que en esa época no había computadoras que pudieran hacer estos cálculos tan rápido, pero este era un sistema muy importante para optimizar funciones”, detalla el ingeniero.
Una de las actividades donde Slim Helú participó durante su juventud, y es clave en su formación profesional, fue como agente en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), aunque carecía de formación en contabilidad.
“Los agentes de Bolsa de esa época hacíamos las funciones de promotores, operadores, analistas y de liquidadores, lo que califica como gran aprendizaje sobre las empresas, de lo que hacían, de si debían, si no debían, si eran eficientes”.
La familia Carso. El año de 1964 cambió la vida del ingeniero, cuando tomó un año sabático que califica como muy interesante. “Pensé, viajé, leí y lo más importante conocí a la que iba a ser mi esposa 20 meses más tarde”, dice.
En 1965, el ingeniero, quien tenía 25 años de edad, y uno de sus hermanos decidieron comprar la empresa de refrescos Jarritos del Sur.
Un año después constituyó Inmobiliaria Carso, tres meses antes de casarse con Soumaya Domit Gemayel; dando origen a Grupo Carso, cuyo significado proviene de las letras iniciales de Carlos y Soumaya.
Este fue el inicio de la adquisición de gran cantidad de empresas por parte de Slim Helú y, a la par, nacían uno a uno los seis hijos del matrimonio: Carlos, Marco Antonio, Patrick, Soumaya, Vanessa y Johanna.
Bajo la premisa de que “el empresario es un administrador temporal de la riqueza” en la década de los años 80 incursionó en diversas industrias. A pesar de la crisis de 1982, en Grupo Carso con Carlos Slim Helú al frente, decidieron invertir intensa y activamente.
Así adquirió Cigatam, Hulera el Centenario, Bimex, Reynolds Aluminio, Seguros de México, conformando el Grupo Financiero Inbursa, integrado por la Casa de Bolsa Inversora Bursátil, Seguros de México y Fianzas La Guardiana.
Casa de Bolsa Inversora Bursátil, ahora Inbursa, la fundó Slim Helú junto con un par de amigos, uno de ellos Onésimo Cepeda.
“Esa sociedad duró poco porque Onésimo cambió la bolsa por la charola, compré su parte se fue al seminario y ya toda la historia de Onésimo creo que es más pública que la de Inbursa”, comenta Slim Helú.
En 1985 Grupo Carso adquirió el control de Artes Gráficas Unidas, Fábricas de Papel Loreto y Peña Pobre, la mayoría de las tiendas Sanborns y su filial Dennys.
Un año después compra Minera Frisco y Empresas Nacobre, así como sus diferentes filiales, la llantera Euzkadi, años más tarde adquiere la mayoría de General Tire y compra la cadena de Hoteles Calinda que ahora se conoce como Ostar Grupo Hotelero.
En 1990, se privatiza Teléfonos de México (Telmex) y es adquirida por Slim Helú, con lo que inició una nueva etapa empresarial en un sector estratégico a escala mundial.
El empresario asegura que Telmex no se la dio el entonces presidente de México Carlos Salinas de Gortari a cambio de un favor.
“¿Un favor a cambio de qué? Algunos dijeron eso y se manejó con cierta insistencia. Vamos a ver, decían que era socio, creo que si alguien va a hacer un negocio es absurdo comprar una empresa por encima de su valor, a 8 mil 600 cuando la puede comprar a mil”, explica sobre la adquisición Slim Helú.
Años después nace América Móvil, empresa de telefonía celular bajo el sistema de prepago y la cual considera un muy buen ejemplo de creación de valor para los inversionistas.
“Una de las cosas que buscamos de hacer en el Grupo es hacer las cosas siempre mejor, que sigan mejorando y tratarlo de hacerlo con mucha efectividad”.
A diferencia de lo que se puede pensar en cuanto a la forma de trabajar de un hombre que alcanzó una gran fortuna, los principios de Grupo Carso se basan en estructuras simples, mínimos niveles jerárquicos, desarrollo humano y formación interna de las funciones y también de los funcionarios.
Esto se traduce en flexibilidad y rapidez de las decisiones para operar con las ventajas de la empresa pequeña.
“Que es lo que hace grandes a las empresas; lo otro es mantener la austeridad en tiempos de vacas gordas, o sea, cuando las cosas están muy bien, en lugar de entrar en expansiones, estructuras, corporativos, etcétera, las empresas se fortalecen si mantienen la austeridad, se capitaliza, se acelera el desarrollo y evita los amargos ajustes que además bajan mucho la moral de todo el personal en las épocas de crisis”.
A la fecha, Slim Helú ha dejado la mayoría de los consejos de sus empresas y actualmente se desempeña como presidente del Consejo de Administración de Impulsora del Desarrollo y el Empleo en América Latina (IDEAL), presidente de Fundación Telmex, presidente de Fundación Carlos Slim, presidente del Comité Ejecutivo del Consejo Consultivo de Restauración del Centro Histórico y presidente de la Fundación del Centro Histórico.
Rico en sencillez. En eventos es común que asistentes y meseros le pidan una foto, para las que Slim Helú posa sin mayor reparo.
Ocasionalmente lo acompañan sus hijos y nietos, quienes son sus principales escuchas y a quienes lanza miradas de saludo desde el presídium. Tampoco es raro ver que termine un discurso y una de sus nietas corras tras él llamándole “abuelito”.
El ingeniero goza de la lectura, sobre todo tratándose de historia, por lo que es común que por las tarde acuda al Centro de Estudios de Historia de México, que ahora forma parte de Fundación Carlos Slim y se ubica en una antigua casona de la colonia Chimalistac.
—¿Qué dejará a sus hijos, dinero?
“Yo creo que cuando les dejas una empresa les dejas trabajo, responsabilidad y compromiso, y cuando les dejas dinero, no sé cuánto, lo que sea, 100 millones, 50, 30 o 20, se los dejarías sólo para que estén de vagos, ¿no?”, responde Slim.
Por eso su legado son las empresas, las cuales son y serán administradas por sus hijos.
“Cuando tú tienes una empresa que administrar, aunque haya un director ajeno, es un trabajo, una responsabilidad, es un esfuerzo y un compromiso con la empresa, contigo mismo y con el país para generar riqueza, no es tener en caja no sé cuánto dinero para gastárselo y vivir rascándote la panza todo el año, toda la vida”.
El ingeniero no aspira a ser Presidente de México, dice no tener vocación política y prefiere trabajar desde la iniciativa privada con el objetivo de formar más y mejor capital humano. “Mi objetivo es dejar un mejor país y mejores hijos para el mismo, mi reto de vida es combatir la pobreza y procurar empleos y parte de la solución radica en invertir, eso es lo que hacemos en las empresas de Grupo Carso”.