El siglo XX fue el siglo de los empresarios que supieron navegar ante una nación que despertaba a la legalidad después de una revolución que la dejó convulsionada. Uno de esos empresarios fue Raúl Baillères Chávez y su legado continuó con Alberto, su hijo.

“No se asusta con las olas”, me dice Juan Ignacio Gil, quien fuera presidente de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas y ahora es director de seguros corporativos en GNP, la aseguradora de Alberto Baillères. De las personas con las que platiqué me indican que es una persona “serena”. Que no se exalta por “crisis” porque “este país ha sobrevivido a muchas crisis”.

Alberto Baillères es el capitán del barco en GNP y las demás empresas de Grupo BAL: Palacio de Hierro, Industrias Peñoles, Afore Profuturo, ITAM, Valmex, Médica Móvil, entre otras más. Es decir, sus marcas están presentes en nuestra vida, en la publicidad de la calle y, algunas veces, en nuestros estados de cuenta.

¿Qué tanto es su experiencia y qué tanto la que le heredó su padre? El aficionado a los toros, a cuyas reses las marca con sus propios herrajes, sigue al frente y tomando decisiones difíciles.

Rey en su palacio de palacios. Alberto Baillères ha tenido varios momentos. Como aquel donde uno de sus ejecutivos está nervioso por la inflación en los 80, que amenazaba con dejar en la quiebra a varias aseguradoras. “Este país ha pasado por tormentas y revoluciones. Esto no nos va a detener”, le respondió el presidente del Consejo de Administración de Grupo BAL, uno de los holding más importante del país.

De un tiempo para acá, Alberto Baillères cambió el ímpetu propio de los negocios por la serenidad, al menos en su trato personal. Siempre pensando en largo plazo, ya está considerando su legado, no sólo para sus hijos, sino para su país. Así lo platican personas cercanas a él.

Y esa serenidad también habla de un temple propio de quien ya ha vivido muchas crisis nacionales. Dentro y fuera de su organización. Quizá esto explica su sonrisa al recibir la medalla “Belisario Domínguez” del Senado, un reconocimiento nacional.

El hombre que prefiere mantener un perfil bajo en los medios, que no da de qué hablar, que prefiere tener unos cuantos amigos en lugar de ser el alma de la fiesta, esta vez estuvo realmente feliz. (Incluso entre las críticas, pues era la primera vez que la presea se daba sin unanimidad. En los pasillos del Senado se dice que “esta vez le tocaba al PRI”. Que cada año se la reparten PAN, PRI y PRD.)

En otro momento, con días de diferencia, fue la inauguración de “El Palacio de los palacios”, como le llaman a la nueva sucursal de El Palacio de Hierro en la calle Molière, en Polanco. Después de una remodelación de 300 millones de dólares a cargo del despacho de arquitectos Javier Sordo Madaleno (con Gensler y TPG Architecture) el espacio tenía que sobresalir. Incluyó la remodelación de vialidades que le rodean.

También es parte de un nuevo modelo de negocio. Como ya sucede en sus otras 11 sucursales, El Palacio de Hierro busca que proveedores, todas marcas de mayor lujo, renten un espacio en la tienda por metro cuadrado y que parte de la venta se le dé como comisión a la departamental. Es beneficioso para los proveedores porque no tienen que hacer gran inversión, más que del espacio. Entran al sistema de “Palacio” y listo. No se solía hacer esto con marcas de lujo, pero esa noche era una de las razones por las que Alberto Baillères sonreía.

Peñoles. Es casi imposible que alguien dedicado a la minería no tenga críticos fuertes. Parecería que el oficio por antonomasia donde se tienen empleados con las peores condiciones de trabajo es en la extracción de metales. Si bien “esos tiempos ya pasaron”, Industria Peñoles no ha estado libre de algunos accidentes contra la ecología. Esto, en una industria donde la relación con el sindicato siempre es tensa. Los retos en este rubro parecen que seguirán.

Que hoy se dedicara a la minería en parte se debe a su herencia. Su padre, Raúl Baillères Chávez, de Silao, Guanajuato, después de pasar por Chase Manhattan Bank y Equitable Trust, Co, aprendió de la exportación del oro y la plata. Eso le bastó para organizar a varios mineros y comprarles los metales y enviarlos al extranjero. En tiempos después de la Revolución, cuando la plata subía, don Raúl crecía su patrimonio.

Su visión financiera y relaciones con posibles socios le dio para fundar el banco para Crédito Minero (más tarde Cremi), llegó a ser parte de Comermex y para cuando nació su hijo Alberto, ya había estado en los consejos de administración de varias empresas. En los 40 compra Cervecería Moctezuma de manos extranjeras antes que fuera de FEMSA y se hace de El Palacio de Hierro, que ahora tiene 127 años.

Es decir, Alberto Baillères no solo heredó los negocios de su padre, sino que tenía en él una escuela de quien aprender.

1967. A la muerte de su padre, además del pesar personal, tuvo que organizar su vida para hacerle frente a varios compromisos y tomar el toro por los cuernos.

Ese año lo nombran presidente ejecutivo de Cervecería Moctezuma, de la que ya había sido director general y donde empezó como vendedor en 1957. También lo nombran director general de El Palacio de Hierro. De la noche a la mañana, es el presidente de consejo de Metalurgia Mexicana Peñoles, SA, la empresa de minería que había construido su padre (hoy, Industria Peñoles, SA). Como una especie de graduación se convierte en miembro del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN), es decir, que desde entonces ya estaba como uno de los empresarios más importantes del país.

Por otra parte, se pone al frente de la Junta de Gobierno del Instituto Tecnológico Autónomo Mexicano, escuela que fundó su padre y hoy emblemática, pues de ahí han egresado notables personas de la vida pública. Hacía 10 años atrás se había graduado de esta institución.

Ese año, le cambió la vida a Alberto Baillères. De un día para otro tenía a su cargo empresas de comercio, minería, metalurgia, seguros. Poco a poco, convirtió todas las empresas en un holding que las agrupaba: Grupo BAL, y más tarde entró al negocio de espectáculos taurinosy fondos de inversión, entre otros.

Si hay alguna línea que une a sus diferentes empresas es el lujo. Con el desarrollo de este mercado en México parece que El Palacio de Hierro tiene mucho para crecer, así que siguen habiendo muchas decisiones importantes que tomar para este presidente de consejo. (Entre las empresas donde aparece como consejero están Televisa, J.P. Morgan Chase. También está en la junta directiva de BBVA Bancomer, Fomento Económico Mexicano SA, Desc, Grupo Kuo y Sociedad de Fomento Industrial)

Diversificar. Si hay algo que no tiene mucho lujo pero sí posibles ingresos es la energía. Si los metales son un commodity (que han estado bajando de valor en las últimas semanas), la energía lo es también. Si este hombre ya estaba en las ligas mayores, esta vez se voló la barda con Petrobal y Energía Eléctrica BAL.

Si ya Grupo Bal tiene más de 50 mil empleados, con activos de 4 mil millones de dólares y ventas por 2 mil millones de dólares, “va por los más grandes”. Ya solo le quedan pocos sectores que sean rentables para sus estándares. Eso sí, el sector energético tiene mucho riesgo.

Ahora, quien empezó a trabajar en el Banco de Comercio, está apostando a algo más. Los Rockefeller, viejos empresarios en energéticos en Estados Unidos y con quien tene relación, seguramente le están asesorando.

Si bien su padre fue cercano a Adolfo López Mateos, a Alberto Baillères se le distingue más por no hablar mucho de política, lo que algunos creen beneficioso. Prefiere navegar sin llamar la atención. En ese 1967, visitó a Gustavo Díaz Ordaz en Los Pinos, pero no se saben detalles de esa conversación. Se dice que lo mismo ha hecho con otros presidentes.

Alberto Baillères a sus 83 años creó Petrobal, la empresa nacional que ha ganado una de las subastas para explotar un campo en la segunda fase de la Ronda Uno. Si esto es el inicio de lo que comenzó con su padre con la minería, que ahora produce más de 60% de minerales del país, podría convertirse en un magnate de los energéticos también.

Entra al sector con Carlos Morales Gil, quien fuera director de Exploración y Producción de Pemex, así que sabe dónde apostar de la mano de un experto. La historia está por escribirse.

Ahí está el detalle. Es conocido por desarrollar él mismo las estrategias, de la mano de un equipo que se mete a fondo en sus negocios. Su gente de confianza sabe que deben tener toda la información al día cuando se trata de considerar una decisión estratégica con él en el consejo.

Una de ellas es la que lo distingue de las empresas de Slim. En éstas buscan vender todos los productos de grupo Carso en todos los puntos de venta del mismo grupo (Sanborns, Inbursa, etcétera.) En Grupo BAL, se busca que cada producto y servicio sea independiente, que encuentre su mercado natural y lo explote al máximo, sin “contaminar” al del lado. Este detalle es importante en el mercado del lujo, donde la experiencia de compra es lo que determina la decisión del consumidor. Eso lo sabe quien toda su vida ha sido un conocedor del lujo.

*** Su mayor afición, o la más pública, son la fiesta brava, Luis Miguel y navegar por uno de los yates más grandes del mundo: el Maya Queen IV. Es en esas actividades donde es más evidente, para quienes no lo conocen, que está más lúcido que nunca, que no piensa dejar los negocios pronto y que sigue con buena salud. Y eso significa mucho para 50 mil empleados.

El empresario mexicano busca preservar la afición a los toros con una alianza con productores de España.

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