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Texto: Juan Roberto Reyes Solís
El fin de un ciclo y el inicio de uno nuevo siempre depara incertidumbre y cautela, pero también grandes expectativas y la esperanza de lograr buenos resultados, especialmente cuando se trata de lograr la prosperidad de las sociedades. Hoy, frente a un entorno caracterizado por el proteccionismo y la rivalidad entre los principales países protagonistas de la globalización económica, el panorama que se vislumbra en 2019 perfila un crecimiento moderado, y con sus mejores cartas en Asia oriental.
Este proceso es ya disímbolo, pues tiempo atrás las economías avanzadas que lideraron el crecimiento mundial han cedido este rol a otros países. En lo general, se ha tenido un menor crecimiento en aquellos países considerados como desarrollados y por el contrario los que están en desarrollo despuntan hacia mejores estándares en los indicadores internacionales.
Para lograr estas circunstancias, diversos gobiernos han recurrido a modelos de economía abierta que han permitido una excelente conexión con los mercados internacionales y de ahí el engranaje de sus sectores productivos y financieros hacia el impulso exportador y movilidad de capitales a través de inversiones extranjeras. Otros más han recurrido a promover la expansión del mercado interno privilegiando y fomentando las actividades de los sectores económicos, propiciando así un afianzamiento de los recursos para las pequeñas y medianas empresas, y desde luego fomentando economías sólidas y robustas.
Datos del Banco Mundial proyectaban hacia el cierre de 2018 expectativas de contraste. Se estima en su conjunto, que los países del Grupo de los 7 registrarían un crecimiento promedio de 1.9% en su Producto Interno Bruto. A manera de muestra, Estados Unidos alcanzaría 2.7%, en la eurozona el promedio de crecimiento será de 2.1% y para Japón, se ubicaría a este indicador en 1%.
La economía global registraría al concluir 2018 un incremento de 3.1%. Algunos países que llevan la mejor parte –según la institución multilateral- son China, con 6.7%, e India con 7.3%.
En la región de América Latina, Argentina tendrá 1.7%, mientras que en México y Brasil el indicador sería de 2.3% y 2.4% respectivamente.
En lo general, para mantener con gran vigor la expansión de las actividades productivas es prudente considerar la preparación de estrategias presentes y futuras para un nuevo decenio en donde serán relevantes y decisivas las dinámicas de la IV revolución industrial y sus profundos efectos en los sectores económicos. Desde luego está el compromiso de materializar el éxito de las sociedades y potencializar el desarrollo humano.
La reconfiguración de la economía mundial apunta –como han estado las cosas en estos últimos 30 años- a ratificar un mayor énfasis en la innovación, productividad, rentabilidad, sustentabilidad y preservación de recursos.
Con ello, 2019 está proyectado por el organismo financiero como un año nuevamente de grandes contrastes. El G7 tendrá un crecimiento menor en comparación al de 2018, pues se estima que este podría ser apenas de 1.6% (2.5% en el caso de EU, 0.8% para Japón y 1.7% en la zona euro). La expectativa en Asia seguirá manteniendo su empuje característico, pues países clave como China, podrían alcanzar 6.3%, mientras que India llegaría a 7.5%. Finalmente, en América Latina, México y Brasil estarían rondando 2.5%, y Argentina 1.8%.
Como puede notarse a través de estos datos, las expectativas de crecimiento de las regiones del mundo dependen de diversos factores, tanto de la dirección gubernamental, el impulso de las empresas privadas, la canalización de inversiones y el desarrollo de proyectos internacionales, entre otros.
Para México, los retos de lograr las expectativas se sujetan tanto a la estrategia y las dinámicas de impulso y fomento del mercado interno en donde el gobierno federal ahora tendrá una mayor participación. Desde luego, y considerando que esta será la nueva línea de desempeño económico, las intenciones de mejorar la capacidad de consumo dependerán también de la oferta de bienes y servicios, del poder de compra, de la disponibilidad y flujo de capitales, así como los nuevos proyectos de las empresas. De darse esto, aunado a las iniciativas que proponen el desarrollo de las regiones, serán factores determinantes, junto con la vinculación internacional del nuevo gobierno federal, del éxito económico en 2019.