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Varios estudios lo demuestran: Tener una amistad en el trabajo fomenta el compromiso con los proyectos y mejora el desempeño laboral. Además, hacer amigos en el trabajo es de lo más normal. 84% de los mexicanos asegura tener un verdadero amigo en su trabajo y la mayoría señala que comparte con ellos fuera de la oficina, según un conteo de Bumeran.com. Incluso 86% dice que tener amigos en la oficina hace más llevadera la jornada.
Vaya, que estar con amigos aligera el trabajo y suele mejorar el compromiso que los colaboradores sienten hacia lo que hacen, porque les da una sensación de estar juntos en ello, explica Christine M. Riordan, una profesora de gestión de la Universidad de Kentucky en un texto para la Harvard Business Review. Gallup, después de varios años de investigación, ha demostrado que tener amigos en el trabajo puede hacer que un trabajador que estaba ligeramente comprometido llegue a estar realmente involucrado con su trabajo.
Hasta aquí, todo parece estar muy bien. Pero también es cierto que la amistad puede llegar a complicar las cosas. Mucho más si esta amistad se forjó antes de que surgiera la relación laboral o si uno de los dos se convierte en jefe del otro. Si alguna de estas características se cumple, las cosas pueden tornarse muy complejas.
“Tener un amigo así es una cuestión complicada, sobre todo de forma vertical —todavía de manera horizontal puede ser benéfico en algunos puntos— porque puede ser un peligro al prestarse a muchas malas interpretaciones”, explica Arleth Leal, directora asociada de Red Ring, una empresa especializada en capital humano.
Cuando uno se convierte en jefe
Uno de los temas que hace que las cosas se compliquen es cuando alguien se convierte en jefe por primera vez, porque puede ser particularmente complejo manejar esa transición de colaborador-amigo a jefe.
Al analizar los retos del liderazgo de 300 gerentes por primera vez, Bill Gentry, un investigador del Center for Creative Leadership y un par de investigadores más, encontraron que la transición entre mejor amigo y jefe era el más grande reto para 60% de los que participaron en el estudio, según cuenta Gentry en un texto para la Harvard Business Review. Sin embargo, este reto se va difuminando conforme los ejecutivos van subiendo de rango. “En mi propia investigación, cuando le pregunté a ejecutivos de mando medio alrededor del mundo sobre sus preocupaciones más comunes, el navegar de ser mejor amigo a jefe ni siquiera se encontraba entre los primeros puestos”, explica. Entre estos líderes las preocupaciones versaban alrededor de otros temas, como la gestión de talento o el liderazgo de grupos diversos.
“Los gerentes por primera vez, en contraste, tienen menos responsabilidades y están desacostumbrados a los roles de liderazgo, entonces sienten más fuerte los efectos sicológicos de cambiar las dinámicas en el entorno laboral”, asegura
el investigador.
¿Por qué se vuelve complicada esta transición, sobre todo para aquellos que toman el mando? Porque liderar a las personas que antes eran sus amigos se complica a la hora de poner límites, hacer que las instrucciones se cumplan, y que aquellos que antes eran amigos y ahora son colaboradores se tomen en serio la retroalimentación o la llamadas de atención. “Es una línea delgada y si no lo sabes manejar puede convertirse en una enemistad”, explica Arleth.
Poner límites es muy complicado porque la amistad y el trabajo son dos esferas diferentes de la vida y separarlas, si no se habla y se establecen a tiempo las divisiones, la situación puede salirse de control para los dos lados. El subordinado puede no llegar a las metas o no cumplir instrucciones porque piensa que la amistad está primero, y/o el jefe puede convertirse en cómplice de un mal desempeño por no saber establecer estos límites y por no dar retroalimentación o asesoría para mejorar a tiempo por el miedo a dañar la amistad.
“Recomendamos poner reglas muy claras, marcar cuáles deben de ser los objetivos y el rendimiento que se deberá tener. Es necesario hablarlo directamente, asentar que son amigos pero lo personal lo tienen que dejar fuera de la oficina”, aconseja Arleth.
Si tu eres el jefe necesitas hablar directamente con el amigo que hoy te va a reportar y platicarle sobre las nuevas responsabilidades que enfrentas: “Explícale que tú eres responsable por el desarrollo y el desempeño de tus amigos y de otros colaboradores”, recomienda Bill Gentry. En este sentido, es probable que tengas que moderar el tiempo que pasabas con él o ella así como la forma de interacción, asegura.
Otro de los retos para el que se convierte en jefe es el de la honestidad consigo mismo a la hora de tomar decisiones.
¿Se merece tu amigo ese aumento? O sólo se lo darías porque es tu amigo. Hay que advertir: Cuidado si lo haces sólo porque es tu amigo, porque no vendrá nada bueno.
“Si tus amigos lo merecen y está documentado por resultados, increíble. Si no, y tus amigos son recompensados de todas formas, vendrán chismes y desconfianza”, explica Gentry.
En el otro lado, ¿Tu amigo necesita un jalón de orejas porque no entregó a tiempo? Deja de pasar por alto la necesidad de dárselo. Si no lo haces esto va a ser contraproducente a la larga para él pero también para ti porque va a minar tu credibilidad y a debilitar tu liderazgo.
La amistad en juego
El vínculo amistoso pasa una gran prueba cuando dos amigos se vuelven compañeros de trabajo o cuando uno se convierte en jefe del otro. Ambos se conocieron en cierto contexto pero las cosas han cambiado y hay que hacerse a la idea de ello. ¿La amistad siempre triunfa a través del tiempo y de este cambio de circunstancias? No siempre. Algunas veces quizá no sea posible conservar la amistad luego de que se ha trabajado o se ha tenido a un amigo como jefe. ¿Por qué? Porque algunas personas no tienen la madurez para entender que las reglas de la relación ya cambiaron y ante ello, hay que adecuarse.
“Tú hiciste ese vínculo profundo con un amigo. Lo hiciste estando en determinado ambiente y teniendo ciertas reglas del juego, pero cuando tú entras al trabajo las reglas son diferentes”, explica Rodrigo Peniche, profesor de tiempo completo de la Facultad de Psicología de la UNAM. Y una de las vicisitudes de la amistad, asegura el psicólogo, es que se acaban. Lo que el sicólogo explica es que es necesario estar conscientes de que el vínculo amistoso tiene que ir madurando. “Es necesario entender que en el trabajo ya no se pueden hablar como se hablaban en la universidad”, ejemplifica. Y mucho menos si uno es jefe del otro.
En general, la madurez es muy importante para conservar amigos a lo largo de la vida. ¿Por qué no era tan difícil tener amigos y conservarlos cuando éramos más jóvenes?
Porque de niños no teníamos vínculos tan fuertes con otras esferas de la vida, pero cuando se va creciendo, se empiezan a estrechar lazos con otros aspectos de la vida, por ejemplo, el trabajo, la pareja o los hijos, y se necesita madurez para mantener esas relaciones amistosas.
Cuando no se tiene esta madurez para conservar amistades y para entender que las relaciones cambian a través del tiempo, es cuando surgen los problemas, explica el experto. “Se necesita tener madurez y ganas, porque además de que es tu amigo, están juntos en un mismo bote, y como adulto y colaborador de un proyecto en una empresa, se espera que cuides el bote, no sólo el vínculo amistoso”, asegura Peniche. Es necesario reconocer que hoy se tienen los dos roles, tanto el amistoso como el laboral.
Dentro de esta madurez de llevar estos dos roles se encuentra la necesidad de ser prudente a todos niveles. Por ejemplo, a la hora de publicar en redes sociales. “Es bien fácil en un momento de emoción, en una borrachera, perder el piso y publicar fotos que no deberían ser públicas”, afirma el especialista en temas laborales.
En general, si hubiera que dar una recomendación, es la de no tener un amigo que se conocía desde antes como compañero de trabajo. Por desgracia, ni esta circunstancia, ni la de que un amigo se convierta en jefe del otro, puede controlarse, así que no queda más que involucrar la madurez y la inteligencia emocional.