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En un discurso, el mayor peso se le da a las palabras. Pero la realidad es que éstas son sólo una parte. El lenguaje corporal dice mucho, y puede decir mucho más que lo que el otro está diciendo con su voz. Así que aprender a interpretar la manera en la que el cuerpo habla es esencial, no sólo para tener éxito en los negocios sino en la vida misma.
“Esta fuente de comunicación es muchas veces más esencial para entender qué es lo que realmente está pasando que las palabras mismas”, señala Nick Morgan, un experto en comunicación no verbal en un texto para la Escuela de Negocios de Harvard.
En este tema, hay una investigación ampliamente conocida, la de Albert Mehrabian, un investigador y profesor emérito de Universidad de California de Los Ángeles, el cual se dedicó a investigar la importancia de los mensajes verbales y no verbales.
Sus estudios dieron luz a la regla de tres números, 55, 38, 7. Estos números representan la importancia de los diferentes canales de comunicación. 55% corresponde al lenguaje del cuerpo, 38% al tono de voz y 7% a las palabras.
¿Entonces podemos decir que lo más importante siempre es la comunicación corporal? No en todos los casos, según explica en un texto en la revista Psychology Today, Jeff Thompson, un policía, detective, y doctor en resolución de conflictos que ha estudiado, entre otros aspectos, también la importancia que tiene la comunicación no verbal.
Aplicarlo como una regla sin excepciones sería falso e inexacto. Y es que esta fórmula fue creada para un contexto en específico en el que el canal no verbal y el verbal son incongruentes; es decir que cuando hay inconsistencias entre las actitudes comunicadas verbalmente y con el cuerpo, la que predomina en la interpretación humana es la corporal.
Lo que Jeff explica es que estos porcentajes nos pueden ayudar a entender al otro y nos permiten tomar nota y observar de una mejor manera qué es lo que está sucediendo.
En este sentido, David Navarro, consultor en imagen y director en Imagen Excellence, coincide y explica que lo que expresa tu cuerpo, tu rostro, tu postura, se expresa mucho antes que las palabras.
“Aunque digas que estás muy bien, si te ves sonrojado y tienes una voz que tiembla, las personas se dan cuenta que tu cuerpo expresa lo contrario. Le hemos dado más peso a las palabras pero no es así, es más importante cómo lo dices que lo que estás diciendo”, asegura.
La raíz del comportamiento
Siempre una expresión corporal tiene una causa emocional, asegura el especialista en imagen. “Lo que creemos que es un mal hábito no es sólo una mala maña, sino que es una respuesta emocional que se canaliza de esa manera”, explica David Navarro.
Por ejemplo, no se trata sólo de morderse las uñas sólo por un mal hábito, sino porque detrás de eso hay quizá un poco de ansiedad.
Ante cualquier mal hábito que se tenga, es necesario preguntarse: ¿Por qué lo hago? ¿En qué situaciones lo hago? Encontrar soluciones paliativas es posible, por ejemplo, si te muerdes las uñas y eres mujer, colocarte acrílico puede ayudarte a detener esa mala costumbre, pero no erradicará de raíz el mal hábito. Lo mejor es identificar cuál es la raíz para atacar el problema desde su origen.
“Para mejorar el lenguaje corporal tenemos que estar muy despiertos a nuestras reacciones, y cuando nos cachamos en esas reacciones, si son positivas, fomentarlas y si no, identificar qué nos dio inseguridad”, explica Navarro.
Una vez identificada la causa, hay que atacarla y hurgar dentro de nosotros para poder resolverlo y con ello cortar la mala costumbre, considera el experto.
Los ojos
Si quieres hacerle sentir tus palabras a alguien, míralo a los ojos.
Un estudio del Darmou College, en New Hampshire, Estados Unidos, demostró que es un poco cierto el aforismo de que “los ojos son una ventana del alma”, o al menos la ventana de nuestra mente, según explicaron los mismos científicos que lo desarrollaron.
Ellos encontraron que los ojos son una clave en nuestra supervivencia ya que son éstos los que realmente detectan la vida en lo que observan, es decir, distinguen si es una cara viviente o un objeto inanimado.
Así, el mirar a los ojos es necesario para proyectar confianza y liderazgo. Esto es, sin embargo, algo a lo que no necesariamente solemos estar acostumbrados.
Sostener la mirada por unos cuantos segundos puede convertirse en una forma de hacer que los otros confíen en nosotros.
Aquí un ejercicio que te puede ayudar a practicar esto. Cuando entres a un elevador, ponte en medio —sí, nadie quiere ese lugar— y haz contacto visual con la gente que está contigo, puedes decir ‘buenos días’ o simplemente hacer un gesto en el que muestres empatía.
“Da un contacto visual confiable, sin miedo, no hace falta que les hagas la plática, sino es suficiente con que des un saludo. Quien está tomando ese espacio está mostrando liderazgo sin imponerse”, comenta David Navarro.
Con este ejercicio nos vamos a dar cuenta qué tanto hemos trabajado (y necesitamos trabajar) en nuestra confianza y en la forma de comunicarse visual y de forma corporal.
De igual manera, cuando nos presentamos con alguien es necesario hacer contacto visual. La realidad es que muy pocos están acostumbrados a hacerlo y más bien la reacción inmediata es bajar la mirada. “Lo que importa al presentarse, es dar un contacto visual de dos o tres segundos. Nunca bajes la vista cuando te estás presentando”, asegura Navarro.
Pero este contacto sólo debe durar unos segundos. Eso de que cuando conozcas a alguien entre más contacto visual mejor es un mito, menciona Morgan.
“La mayoría de nosotros nos sentimos cómodos con un contacto visual que dure unos segundos, pero si persiste nos puede poner nerviosos, debido a que pensamos que algo está pasando”, asegura. Por ejemplo, un coqueteo.
¿Quieres proyectar confianza?
Muestra las manos cuando hablas. “Si estamos por ejemplo en una cita, donde estamos sentados, y las manos están debajo de la mesa, proyectas menos confianza porque las manos son el vínculo afectivo con otras personas”, detalla David Navarro.
En este sentido, Morgan explica que si bien durante un tiempo el poner las manos en la espalda fue señalado como un signo de poder, la investigación señala que la mayoría de las personas encuentran este gesto como de poca confianza, ya que si no pueden ver las manos, no pueden saber qué es lo que está haciendo la otra persona, por lo tanto, ésta es sospechosa.
Además de mostrar las manos, para reforzar la idea de inspirar confianza, lo mejor es que tus dos pies estén tocando el piso por completo, ya que esto da la sensación de que algo te está dando soporte. Sobre todo cuando estás hablando de algo que es incómodo, lo mejor que puedes hacer es no cruzar los tobillos.