“Ponerse en los zapatos del otro” es una frase común pero sirve para explicar de cierta forma lo que significa la empatía. Durante los últimos años se ha convertido en una actitud que ha merecido numerosos estudios y una gran atención en lo que a las relaciones personales se refiere. Tanta atención proviene de que es una habilidad altamente valorada en las relaciones humanas.

Karla McLaren autora del libro El arte de la empatía: una guía completa para la habilidad más importante en la vida, la cataloga como el “pegamento” que ayuda a crear y mantener las relaciones.

Ésta es su definición: “La empatía es una habilidad emocional y social que nos ayuda a sentir y entender las emociones, circunstancias, intenciones, pensamientos y las necesidades de otros, para que podamos ofrecer una comunicación y un apoyo sensible, perceptivo y apropiado”. La gran noticia es que es una habilidad y por ello, aunque no se sea muy empático por naturaleza, puede desarrollarse.

Es importante desarrollarla en la vida misma, pero concretamente, en el trabajo también. Al final, las relaciones, aunque laborales, serán primero humanas. Además, se ha demostrado que practicarla en este ámbito está relacionada positivamente con el desempeño laboral. Un estudio realizado por el Centro para el Liderazgo Creativo titulado Empatía en el lugar de trabajo, analizó a más de 6 mil líderes alrededor del globo y encontró que los que mostraron más empatía hacia sus colaboradores son vistos por sus jefes como mejores trabajadores.

En este mismo sentido, otro estudio realizado por el Consorcio de Investigación sobre Inteligencia Emocional en las Organizaciones demostró en 19 casos de estudio cómo la inteligencia emocional (dentro de la que se encuentra la empatía) contribuyó a un mayor desempeño y a una mayor fuente de ganancias. En uno de los casos, dentro de una agencia de seguros, aquellos vendedores empáticos vendieron más de 50% más que los que no lo eran. En L’oreal, los agentes de ventas que fueron reclutados con competencias emocionales vendieron cerca de 100 mil dólares más que aquellos que no las tenían, por mencionar un par de ejemplos.

Unos son más empáticos que otros por naturaleza y éstos tienen más ventaja que el resto. “Por fortuna, la empatía no es un rasgo fijo y puede ser aprendida”, sostiene el estudio realizado del Centro de Liderazgo Creativo.

Sin embargo, los especialistas coinciden en que todos lo somos. Para lograr que ésta se convierta en una costumbre, es necesario dedicarle atención y empeño para lograrlo.

Así se empieza

Lo primero, es entender que la empatía importa en el trabajo (y en la vida misma también), al igual que importa la planeación y el control de resultados, lo es también el entender y preocuparse por los otros, explican los expertos en liderazgo y recursos humanos William A. Gentry y Todd J. Weber.

“Hay que darse cuenta que las personas tienen derecho de sentir lo que sienten y aunque no estemos de acuerdo con lo que estén sintiendo, necesitamos aceptar que ese sentimiento es válido”, explica Jorge Bonifaz, coach de la American Management Association.

Para desarrollar esta habilidad es fundamental, antes de emitir cualquier comentario, escuchar al otro. Y no sólo eso, sino que es fundamental aprender a hacerlo muy bien.

“Los buenos escuchas dejan a los otros saber que están siendo escuchados, y expresan entendimiento sobre los problemas y situaciones del otro. Cuando un jefe es un buen escucha, la gente se siente respetada y la confianza puede crecer”, explica el estudio Empatía en el lugar de trabajo.

No juzgar

Pero no sólo se trata de escuchar, sino que también es necesario que aquel que quiere mostrar esa cualidad se cuide de no emitir un juicio sobre los sentimientos del otro, porque hacerlo en vez de favorecer la comunicación, la limita y le pone barreras.

“No poder sentarse a platicar con la gente sin juzgarla es falta de empatía. El juicio, que es algo muy cercano, lo utilizamos con demasiada libertad. No se trata de juzgar sino de entendernos unos con otros, no sólo de lo que está pensando la gente sino cómo se está sintiendo la otra persona”, explica Bonifaz.

El objetivo es demostrarle a la gente que se tiene la mejor disposición de escuchar, ayudarla y hacerla estar en el mejor estado emocional posible, dice Jorge.

Ir en contra de lo aprendido

El ejercicio de volverse más empático puede no ser sencillo, ya que a lo largo de la vida, nos suelen enseñar a mostrar lo menos posible lo que sentimos.

“Nos da miedo que seamos mal percibidos y lo común es poner una cara que muestre la menor emoción”, asegura Bonifaz.

Al respecto, McLaren explica que la mayoría de nosotros aprendemos desde muy pequeños a desconfiar de las emociones, a categorizarlas como positivas o negativas y a sospechar y temer de ellas: “Aprendimos a través de entrenamiento cultural que recibir las emociones de otros (a menos que éstas fueran basadas en la felicidad) era algo de lo que había que cuidarse porque las emociones eran constantemente retratadas como no bienvenidas, irracionales e incluso peligrosas”, explica.

Volverse más empático debe convertirse en un proceso educativo que nos enseñe que las emociones son parte de nuestra vida y que todo el mundo tiene el derecho a tenerlas, manifestarlas y a ser aceptado con ellas, señala el coach de la AMA.

El mostrar empatía y entender su significado es tan sólo una parte de la inteligencia emocional, la habilidad de identificar y manejar las propias emociones y las emociones de otros.

Diles cómo te sientes

La empatía tiene que ver directamente la comunicación y un buen ejercicio para desarrollarla es manifestar cómo nos sentimos. Además, pregunta al otro cómo se encuentra.

“Dile a la gente cómo te sientes y también con la percibes, sin juzgar. ‘¿Estás preocupado? ¿hay algo en lo que te pueda ayudar?’ Manifestar abiertamente las emociones de una manera transparente y lo que uno percibe de las personas hace que la gente se acostumbre a que tú no los vas a juzgar y a que tú te preocupas por su estado emocional”, explica el coach.

En este proceso también tiene un papel importante la observación. El proceso comunicativo no sólo consta de palabras, sino de otro tipo de manifestaciones como el lenguaje corporal, por ejemplo. Así que es necesario que observes a la pregunta, pero también que en este ejercicio ‘no le juegues al adivino’, recomienda Jorge: “Obsérvalo y pregúntale cómo se siente”.

Desarrollar empatía es un camino que puede transitar poco a poco. Comienza a interesarte genuinamente por aquellos con los que trabajas y pronto notarás la diferencia.

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