Mucho se ha hablado y escrito sobre el contraste de varios Méxicos, de al menos tres regiones del país que crecen a velocidades distintas. El del Norte y el Bajío, en gran medida impulsados por una economía exportadora, que crece de manera sostenida por arriba del promedio nacional, atrayendo inversiones y generando nuevos empleos; el del Centro, que concentra la mayor población, que crece a la tasa promedio de México; y el del Sur, con una economía menos desarrollada y que a medida que pasan los años sigue estancado con una tasa de crecimiento mediocre, o incluso de decrecimiento. En las últimas dos décadas, el PIB per cápita de los estados de la frontera norte y el Bajío presentó un crecimiento acumulado de más de 40%, 5 veces lo observado en los estados del sur (8%). En términos de productividad, las diferencias entre ambas regiones también son abrumadoras: hoy los estados del norte son 2.6 veces más productivos que los estados del sur. Y los datos muestran que esta brecha no ha hecho más que acentuarse con el tiempo.

Es en este contexto que la administración del Presidente Peña Nieto presentó el Programa de Zonas Económica Especiales (ZEE), el cual reconoce que el crecimiento y desarrollo no son parejos en el país y que es necesario por lo tanto buscar instrumentos y políticas públicas que promuevan la incorporación de las regiones más rezagadas.

Las ZEEs buscan generar polos de desarrollo industrial en estas regiones en desventaja, a través de incentivos para promover un entorno de negocios favorable y detonar la inversión. Los incentivos incluyen beneficios fiscales, un régimen aduanero especial, un marco regulatorio ágil, infraestructura competitiva, y otros estímulos y condiciones preferenciales. Las áreas específicas en dónde se ubicarán estas zonas son Puerto Lázaro Cárdenas, el Corredor del Istmo de Tehuantepec, y el puerto Chiapas.

Las experiencias sobre las Zonas Económicas Especiales en el mundo son variadas. Existen más de 4 mil ZEE en 130 países. Si se implementan correctamente, son un mecanismo efectivo para detonar el desarrollo regional. Su éxito depende de diversos elementos. Quizás tres de los pilares más importantes para sostener este tipo de proyectos son una vocación industrial competitiva, el Estado de derecho y el capital humano.

Sin una vocación o política industrial correcta, las ZEEs están destinadas al fracaso. Igualmente, si no se garantiza el cumplimiento de la ley para brindar certidumbre a las inversiones, generar empleos sustentables e impulsar la actividad económica en estas regiones, seguirán rezagadas. ¿Cómo avanzar en proyectos de generación de energía renovable, por ejemplo, sin que los conflictos sociales los secuestren? De poco sirven los incentivos fiscales o mejoras en infraestructura si una empresa no tiene la certeza de que los procesos de licitación, desarrollo y ejecución de los proyectos serán apegados al Estado de derecho.

Es igualmente importante realizar un esfuerzo decidido para mejorar el capital humano en las regiones rezagadas, pues actualmente su preparación es mucho más deficiente que el promedio nacional. La falta de talento educado y productivo ha sido uno de los principales obstáculos de los estados más pobres, por lo que para detonar su potencial es indispensable dotar a sus habitantes de mejores competencias para que puedan insertarse en los nuevos empleos que las ZEE esperan generar. Ningún estímulo será suficiente para convencer a una empresa de instalar su planta en una zona en la que no encuentra personal calificado para operar.

Si bien el esfuerzo en materia de capital humano debe orientarse a todos los niveles educativos, es crítico también promover modelos de educación superior y capacitación cortos y orientados a formar profesionistas productivos y especializados que tengan el conocimiento y las habilidades que respondan a las necesidades del sector laboral. Para ello se deben crear sinergias entre las instituciones de educación superior y las empresas de los sectores estratégicos que se pretenden desarrollar en cada zona para lograr que los programas de estudio sean pertinentes a la demanda. Asimismo, se debe impulsar la oferta del Técnico Superior Universitario, que en un lapso de dos años, obtiene un grado de educación superior orientado a la producción de un sector industrial.

Hacer frente al titánico desafío de fortalecer el capital humano en las ZEE implica grandes inversiones de recursos dada la precariedad de las condiciones de las escuelas y universidades, así como la falta de docentes capacitados. En ese sentido, las Asociaciones Público Privadas pueden ser un vehículo efectivo para impulsar una renovación en el ámbito educativo de gran envergadura y con una visión de largo plazo. México debe aprovechar estas zonas para impulsar una agenda innovadora en un amplio abanico de temas, y que sean el ejemplo a seguir a nivel nacional. El atraso histórico, y la injusticia social que se vive en estas regiones hacen impostergable que el país se atreva a inventar soluciones realmente diferentes.

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