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La salida de Luis Videgaray de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) evidenció el fin de la credibilidad que uno de los colaboradores más cercanos del presidente Enrique Peña Nieto llegó a tener ante inversionistas y calificadoras de riesgo.
Quien fuera el principal responsable de la política fiscal en México prometió estabilizar la deuda del gobierno, pero jamás cumplió, sino al contrario, los pasivos se elevaron a niveles sin precedentes.
El Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide),
que elabora la Secretaría de Hacienda cada sexenio y que establece estrategias y líneas de acción en materia fiscal, plasmó pronósticos que fueron irreales y por ende, inalcanzables.
La economía mexicana creció 2.5% el año pasado, pero las reformas estructurales debieron permitirle avanzar 4.7%, de acuerdo con ese programa.
La dependencia que dirigió Videgaray durante casi cuatros años estimaba un crecimiento de 5.3% para 2018, pero México va a crecer menos de 3% hasta 2020, según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).
De acuerdo con el Pronafide, el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público, como se le conoce a la medida más amplia de la deuda, tocaría su máximo el año pasado, para empezar a decrecer en 2016. Nada más lejano de la realidad.
Hace dos semanas, Hacienda estimó que la deuda ascenderá a 50.5% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2016, son 10 puntos porcentuales arriba de lo pronosticado inicialmente.
En ese instante, las calificadoras dejaron de creer por completo en Videgaray, de manera que Standard & Poor’s rebajó a “negativa” la perspectiva de la nota soberana del país, lo que significa una amenaza para recortarla. Un día después, Jaime Reusche, vicepresidente senior de análisis de Moody’s, advirtió que la deuda del gobierno se encuentra en fase de “alarma”.
Cabe recordar que Luis Videgaray fue el autor de la reforma fiscal, la cual abrió una brecha entre los empresarios y el gobierno federal que nunca se pudo cerrar.
Además, esa reforma no sólo afectó a las empresas, sino también a las familias mexicanas, pues su ingreso se redujo a niveles de 1998, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del Inegi.
La mala suerte también acompañó a Videgaray durante su gestión, pues se enfrentó a un entorno externo complicado que se reflejó en menores flujos de inversión hacia el país, indispensables para concretar el llamado mexican moment.