Madrid.—Los nervios se apoderaron el pasado fin de semana del presidente de BBVA —matriz de Bancomer—, Francisco González, y de su cúpula.

El golpe de Estado fallido y sus probables consecuencias han puesto en entredicho las esperanzas depositadas por el máximo responsable del grupo español en el país, donde ha invertido más de 6 mil 200 millones de euros en seis años. Los resultados no son ni mucho menos los previstos.

Esta aventura se ha convertido en una auténtica pasión turca. Y no sólo para González, también para los accionistas de la entidad, que son los que han tenido que afrontar los costes sin obtener aún ningún retorno. Por ahora, sólo pérdidas.

El presidente de BBVA se fijó en Garanti, el segundo banco privado de Turquía, en 2010, cuando su gran proyecto en China empezó a tambalearse. Quedó completamente prendado por su desarrollo tecnológico. Garanti contaba ya por entonces con una plataforma avanzada. Pero el interés entonces no era éste. BBVA quería diversificar sus fuentes de negocio por la dura crisis que atravesaba España.

Puso un pie con la compra de un 25%, pero con el propósito a medio plazo de aumentar su posición y tomar su gestión. Entonces destinó unos 4 mil 200 millones de euros, para lo cual tuvo que llevar a cabo una ampliación de capital de 5 mil millones con un descuento de 29%.

Todo era cuestión de tiempo. González y su equipo confiaban en el crecimiento económico turco y en una cierta paz social, a pesar de que el país se sitúa en un punto geopolítico estratégico a escala mundial, al ser un cruce de caminos y de culturas entre Oriente y Occidente.

En 2014, cuando el banco decidió redoblar su apuesta turca y tuvo que devaluar a casi la mitad la inversión hasta entonces realizada, el banquero gallego llegó a afirmar que Garanti iba a suponer la mayor operación de la historia de BBVA, más incluso que las realizadas antes de la crisis en México y EU. Toda una declaración de intenciones, porque aceleró sus planes de conquista para adquirir 15% adicional y tomar el control, poniendo sobre la mesa otros mil 900 millones de euros.

Entonces el plan de China había fracasado ya y el grupo español había tenido que asumir minusvalías sustanciales, cercanas a los mil millones. Nada quedaba de la frase categórica de González de “quien no está en China, no está en el mundo”, lanzada contra el Santander.

Incertidumbres. Era el momento de aunar todos los esfuerzos en Turquía, una economía que crecía a buen ritmo, con potencial para mantener el ritmo, pero con tres incertidumbres en su presente y su futuro de gran calado. La primera, la inestabilidad política, porque en 2015 se iban a producir nuevamente elecciones presidenciales, donde una victoria de Recep Tayyip Erdogan no estaba clara. La segunda y no menos relevante, la crisis migratoria desatada tras la guerra civil de Siria. Y la tercera, su posición geográfica para hacer frente al Estado Islámico, que obliga al país a ser pieza fundamental en la ofensiva contra el terrorismo.

González siempre ha apostado por la estabilidad de Turquía. En sus intervenciones públicas, las más cercanas y las más lejanas, el presidente de BBVA ha resaltado su capacidad para encontrar la calma y el aumento de riqueza, gracias a una población predominantemente joven, con más de 75 millones de habitantes, que le hacen profundamente atractivo.

El banco turco “está avanzando mucho en la transformación, muestra buenas dinámicas de negocio con elevados ritmos de crecimiento de la actividad y es la mejor franquicia en un país que, pese a las incertidumbres actuales, tiene un enorme potencial de futuro”, señaló el consejero delegado de BBVA, Carlos Torres, en la última junta de accionistas del banco.

La situación se ha agravado desde entonces y puede echar por tierra la relación de la segunda entidad española con el mercado otomano. Aunque Erdogan ha conseguido frustrar el golpe de Estado, las grandes potencias temen una radicalización de sus posturas y la instauración de un régimen autoritario después de haber llevado una amplia purga en las instituciones.

La inversión puede huir y puede producirse una fuga de capitales, lo que impediría un crecimiento de la economía y, por tanto, una subida de la morosidad y una caída del crédito, que afectaría de lleno a la franquicia de BBVA.

El resultado de la pasión turca de González para BBVA, por ahora, no es nada positiva. La cotización de Garanti se encuentra por debajo de noviembre de 2010, cuando anunció su primera incursión, y el grupo español se ha anotado pérdidas de casi 2 mil millones.

Los rendimientos que se produzcan en el medio y largo plazo están por ver. Dependerá de la evolución de los acontecimientos y de su impacto en la economía del país. La moneda está recuperando algo de terreno desde el viernes por la noche. Lo que ocurra será significativo para BBVA, porque Garanti aporta entre 10% y 15% de sus beneficios y supone 5% de su balance.

González estuvo analizando a finales del ejercicio pasado incrementar su presencia en Turquía. Pujó por Finnasbank —quinta entidad turca— con 3 mil millones sobre la mesa, pero perdió. Quizás hoy el presidente y la cúpula del grupo respiran algo más aliviados.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses