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Analistas financieros ven viable la propuesta del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, para que las economías emergentes como la nacional, puedan enfrentar un desajuste violento en los mercados.

Como no están en condiciones de aplicar estímulos monetarios como lo hicieron la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE), Carstens planteó un intercambio de bonos gubernamentales en riesgo de fugarse que están en manos de extranjeros, para evitar un impacto mayor sobre los mercados.

Esto se conoce como un swap o permuta de valores, y se involucra un contrato donde dos partes se comprometen a intercambiar cantidades de dinero en fechas futuras.

Estos swaps se introdujeron por primera vez al público en 1981, cuando la empresa de tecnología IBM y el Banco Mundial entraron en un acuerdo de intercambio.

Se trata de abrir una ventana a los instrumentos con los que cuenta el banco central, como inyección de liquidez por medio de reservas internacionales, o subir la tasa de interés.

En este caso, se trataría de convocar a una subasta de permuta de valores para que los inversionistas extranjeros que quieran vender sus bonos, puedan deshacerse de ellos sin causar un efecto mayor.

“Si hubiera una salida muy fuerte de estos bonos de los extranjeros, subirían las tasas de interés de estos instrumentos y provocaría desajustes”, explicó el vicepresidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), Gabriel Casillas.

Consideró que es una buena propuesta, pues los bancos centrales no se pueden quedar con las herramientas tradicionales de tasas de interés y reservas internacionales, sino pensar en otros instrumentos que ayuden a que el ajuste sea menos perjudicial para las economías emergentes.

Este tipo de naciones no pueden dar un estímulo cuantitativo, porque lo que necesitan es subir tasas, y esto sólo las baja o deprecia la moneda en lugar de sostener la paridad cambiaria con más de estabilidad, explicó.

La Fed lo que hizo con el estímulo cuantitativo fue comprar bonos tóxicos y otros instrumentos financieros por 85 mil millones de dólares mensuales, cifra que se redujo hasta 15 mil millones de dólares.

“¿Qué pasa cuando alguien se quiere ir de los pesos? Los vende y compra dólares. ¿Qué hace el banco central con las reservas? Vende dólares, para que esa salida sea menos abrupta o no le pegue tanto al tipo de cambio. Lo mismo pasa en las tasas: dar una salida a estos inversionistas sin que tenga un efecto en las tasas de interés”, expuso Casillas.

Como las economías emergentes no estarían en condiciones de aplicar las mismas políticas que los países avanzados para enfrentar la volatilidad, Carstens señaló otras alternativas como una salida ordenada de los bonos, para evitar desajustes abruptos.

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