La reforma energética es sin duda la cereza del pastel de las reformas estructurales, sobre las cuales se han fincado enormes expectativas para potenciar el crecimiento económico del país. Sin embargo en la implementación estará “la hora de la verdad”.

Esta reforma fue largamente esperada en un sector que llevaba muchos años mostrando deficiencias y que puso al país en situaciones de “vulnerabilidad”, por decir lo menos, como: la dependencia de importaciones de combustibles, costos elevados de electricidad, capacidad de generación eléctrica por debajo de las necesidades del mercado, etc. Sin embargo cualquier cambio de esta magnitud no es terso e involucra muchas aristas y actores.

Así por ejemplo, ha habido muchos esfuerzos por superar barreras legales, que incluso han incluido reformas constitucionales, para abrir las puertas del sector a la industria privada. Y si bien es cierto que se ha puesto fin a la era de los monopolios estatales, esto no elimina las inercias que permiten transitar a una nueva cultura de eficiencia y competitividad, en un ámbito donde el marco normativo y regulatorio, aún sigue dibujándose y perfeccionándose.

Asimismo el anuncio de la reforma y los cambios gestados en la materia han hecho, sin duda, a México un destino favorito en materia de inversiones de petróleo, gas, electricidad, renovables, servicios petroleros, gasoductos, por mencionar algunos. Empero la drástica caída de los precios del petróleo y otros aspectos que se subestimaron y que provocaron peticiones muy elevadas en las fases de licitación en la Ronda Cero, han hecho reconsiderar la postura gubernamental y hacer ajustes que den mayor viabilidad de éxito para las adjudicaciones; así como, instrumentar medidas adicionales como la adquisición de nuevas coberturas petroleras en el mercado de derivados internacionales.

De esta manera, más allá de las condiciones económicas que no han sido las óptimas, las autoridades solicitaron en las primeras licitaciones “garantías” que resultaron exorbitantes para los participantes.

Así como contratos que resultaron no ser tan “atractivos” para los inversionistas, porque si bien se trataba de adjudicaciones de explotación en aguas someras, contenían componentes de riesgo, como por ejemplo inclusión de “activos sin reservas probadas”.

Como ya se dijo, en la Ronda Uno, se hicieron ajustes y se tomaron medidas que aumentaron el atractivo de las áreas que se subastarían. Por ejemplo se rebajaron las garantías corporativas en 4 mil millones de dólares y se añadió la posibilidad de que el adjudicatario pudiera realizar actividades exploratorias previas a la explotación, entre otras medidas. Así, de catorce áreas ofertadas y dos adjudicaciones en la Ronda Cero, cinco fueron las áreas ofertadas y tres las adjudicadas en la Ronda Uno.

No obstante hay que apuntar las situaciones que son insalvables en el corto plazo como la carencia de infraestructura adecuada y la falta de integración en las cadenas de valor petrolera y eléctrica; así como, el riesgo de que las pequeñas y medianas empresas del sector pudieran quedar convertidas sólo en comisionistas.

En este ámbito, destacan que los esfuerzos que habrán que hacerse para licitaciones más complejas (cuarta y quinta fases de la Ronda Uno), que abarcan aguas profundas, ultras profundas y no convencionales, serán aún mayores, donde definitivamente la certeza jurídica será determinante. A ello se añade la falta de oferta de talento humano adecuada a la demanda y la escasez de capital en una coyuntura hostil, agravada por las inversiones millonarias que aquéllas requieren.

Adicional a los nuevos capitales atraídos y las modificaciones hechas para aumentar el atractivo de inversionistas potenciales; así como la reducción de tarifas eléctricas, aún hay un largo camino que avanzar y que las empresas públicas ahora puedan efectivamente desarrollar actividades empresariales y comerciales que generen valor económico al estado; conversión no sólo deseable, sino urgente ante su precaria posición financiera.

La correcta aplicación de las reformas en México, si podrá apuntalar el crecimiento del país como así lo confirman las estimaciones hechas por organismos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pero el tiempo lo dirá…

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac,
México Norte

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