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Durante los últimos años, la infraestructura ha adquirido mayor relevancia por su estrecha relación con el desarrollo económico de las regiones y su correlación con las decisiones de negocios.
Hoy en día, todo proyecto de negocios es evaluado bajo diferentes aristas, donde gran peso tiene la conectividad y movilidad de la región en que el inversionista buscará un nicho de mercado.
En México, lamentablemente todavía hay mucho por hacer en esta materia y debe trabajarse para disminuir las diferencias socio-económicas que marca la infraestructura entre el norte y el sur del país.
Lo anterior cobra relevancia ante el comportamiento de nuestra economía nacional. Al inicio del segundo semestre del año, se observaban indicios de mejora, pero dada la volatilidad de los mercados externos la situación ha cambiado y con ello las perspectivas de crecimiento del PIB para 2015 y 2016 han venido a la baja, alejándose cada vez más de tasas de crecimiento mayores al anhelado 6% y por ello nos preguntamos ¿qué se puede hacer con lo que hoy se tiene?
Sin duda alguna, coincidimos con organismos internacionales como la OCDE, que destaca la necesidad de que México supere diversos obstáculos para mantener tasas de crecimiento más sólidas, y uno de estos obstáculos precisamente es la falta de infraestructura, misma que necesita apuntalarse en la mitad del sexenio que resta.
No debemos perder la oportunidad que tenemos frente a nosotros. Las reformas estructurales y su legislación secundaria deben reflejarse en una nueva plataforma de desarrollo en el corto, mediano y largo plazo.
Un esfuerzo que está enfocado en este sentido, ya fue anunciado por el gobierno federal, y es la colocación en los mercados de la llamada Fibra E, instrumento financiero con el cual los inversionistas participarán en proyectos en materia energética y de infraestructura en condiciones similares a las que ofrecen las fibras inmobiliarias, las cuales han probado éxito durante los últimos años.
La Fibra E tendrá como principal objetivo compensar los recursos económicos que no está recibiendo Petróleos Mexicanos por la caída en los precios del crudo en los mercados internacionales, además de crear mayores oportunidades para el sector eléctrico.
En el IMEF confiamos en que dicho mecanismo logre el objetivo de captar mayores flujos de capital y se fomente la inversión en infraestructura, ya que la calidad y cobertura de las redes de infraestructura en los diversos sectores del país, tienen un efecto positivo en el crecimiento económico y en la disminución de la desigualdad social y de la pobreza.
Las redes de infraestructura y sus servicios constituyen un elemento fundamental de la estructura productiva de toda nación y de sus mercados, así como de la articulación entre las economías nacionales con la economía mundial, lo que hace posible el desarrollo y expansión del comercio y la producción de bienes.
Por todo ello, es de suma importancia incrementar los niveles de inversión en la materia, que de acuerdo a especialistas internacionales y del IMEF, en términos del PIB debe ser mayor al 5% anual. De ahí la importancia del financiamiento privado y multilateral. El estado no tiene capacidad para afrontar dicho financiamiento por sí solo.
Para el IMEF, el Programa Nacional de Infraestructura 2014-2018, cuyo objetivo de inversión es de 7,750,549.7 millones de pesos, deberá fortalecerse con proyectos que cada estado diseñe de acuerdo a sus características y necesidades, considerando presupuestos multianuales y transexenales, es decir, integrando equipos de trabajo que no dependan de la administración en turno y que se aboquen a dar seguimiento y cumplimiento a lo comprometido.
Sin duda alguna, hoy es momento de capitalizar el efecto detonador de la infraestructura y así disminuir desigualdades entre las regiones y los ciudadanos del país. Ejecutar con prontitud y gran alcance el Plan Nacional de Infraestructura, será determinante para ello.
Presidente Nacional del IMEF