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El robo de identidad no opera únicamente en el sistema financiero. A través de un recibo telefónico de Telmex, una usuaria se enteró que tenía un adeudo por 60 mil pesos tras la adquisición a crédito de una pantalla.
Georgina Flores desconoció inmediatamente la operación y acudió a una sucursal de Telmex para aclarar el caso. En términos generales, la compra se había realizado correctamente con los trámites y la documentación necesaria para efectuar una transacción de ese monto. Así, tendría que liquidar una pantalla que ni siquiera estaba en su casa. Al menos 24 meses de pagos por 2 mil 400 pesos con cargo directamente en su recibo telefónico.
Sin embargo, Georgina pidió la documentación que se había presentado en su nombre para la operación. Después de varios meses de insistencia y ante la advertencia de que no pagaría el aparato, la tienda de Telmex inició una investigación.
Coincidía su domicilio, número telefónico, su fecha de nacimiento y otros datos que tenía en la base de datos de la empresa. No obstante, al cotejar la credencial de elector que se tenía registrada en la compra se descubrió el fraude. Era falsa.
La investigación en la tienda de Telmex determinó que trabajadores de la tienda robaron la información de Georgina y utilizaron una credencial de elector apócrifa para adquirir la pantalla. La operación fue cancelada de inmediato y la tienda continuó la búsqueda de los defraudadores.
Una llamada que le costó 300 mil pesos. José Luis R. recibió una llamada de su banco. Le pidieron actualizar algunos datos de su cuenta y debido a la amabilidad y atención del supuesto operador telefónico, sin objetar otorgó su información.
Cotejaron su nombre, dirección, teléfono, fecha de nacimiento. Al llegar a los datos de la cuenta, José Luis dudó un momento y preguntó al operador para qué necesitaba esos números. Con un buen argumento y un trato muy cordial, la persona del otro lado de la línea lo convenció.
“Me dejé llevar y a la semana siguiente me enteré que me habían vaciado mi cuenta. Se robaron 300 mil pesos con una simple llamada telefónica y ahora el problema es con el banco, que dice que yo realicé esa operación”, manifestó José Luis.
El afectado omite dar el nombre del banco porque actualmente se encuentra en litigio y no quiere entorpecer el proceso. Debido a que la operación se realizó con su identidad, tardará varios meses en comprobar que él no hizo ninguna transferencia de su cuenta. Entre sus gastos diarios y el trámite para aclarar su situación, actualmente está sobre endeudado y nada garantiza que José Luis recupere su dinero.
Víctima de un correo falso. Andrea R., de 43 años, es una usuaria ejemplar de la tarjeta de crédito. No tiene ningún atraso en sus pagos, liquida todos sus adeudos en una sola exhibición y sabe que el plástico la puede sacar adelante en una emergencia.
No obstante de su buen historial, un día recibió varios correos electrónicos de Santander alertando de que su tarjeta estaba bloqueada por mal uso.
Si quería reactivarla, debía actualizar su información según las indicaciones de los correos.
En menos de tres minutos llenó el formulario con todos sus datos, incluidos los números de tarjeta y cuenta.
Pasó aproximadamente media hora cuando recibió una notificación de que había realizado diversas compras por 30 mil pesos.
Con su nombre, se había adquirido una computadora y una cámara fotográfica. Tuvo que acudir al banco para aclarar el cargo, pero hasta el momento no ha podido demostrar que ella no realizó la compra. Simplemente le dijeron que no debió hacer caso a ese correo y que será muy difícil demostrar que la defraudaron. Ante la lentitud del proceso, Andrea ya considera declarar perdidos sus 30 mil pesos.