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“Nunca te des por vencido. Cuando las puertas se te cierren, ¡empújalas!”; “si tienes una voz que te dice que quizá sea demasiado tarde para hacer tu sueño realidad. ¡Ignórala! Te vas a arrepentir si no lo haces”.
Karen Mattison, una de las fundadoras de una empresa social (una consultoría que ayuda a mujeres a encontrar trabajos de medio tiempo) que ha sido multipremiada en el Reino Unido, resume en una guía realizada por The Royal Bank of Scotland Group, los consejos que todo emprendedor —y sobre todo aquellos que se dedican a la parte social— debería de seguir no sólo en Reino Unido, sino en todas latitudes del globo, porque la realidad es que ese camino no suele ser plano.
Un emprendedor en general se topa siempre con dificultades como el financiamiento, pero un emprendedor social muchas veces se enfrenta a dificultades adicionales debido a la naturaleza de la empresa: No sólo es resolver un problema social, sino encontrar la manera de sostener el proyecto.
Pero, ¿quién es un emprendedor social? “Es alguien que tiene muchas habilidades y que las usa para la resolución de una problemática social”, explica María José Céspedes, Directora de Venture & Fellowship de Ashoka México y Centroamérica. Ya sea paliar la pobreza, atacar algún problema de salud, ofrecer oportunidades de trabajo a grupos vulnerables. Las posibilidades en esta área son tan variadas como los problemas que vive nuestro mundo.
Muhammad Yunus, un líder social bangladesí condecorado con el premio Nobel de la Paz por incentivar el desarrollo social y económico a través de su mayor contribución, la creación del Banco Grameen, el cual otorga microcréditos a personas de bajos recursos, en su libro Creando un mundo sin pobreza: el negocio social y el futuro del capitalismo, explica lo que distingue a una empresa social.
Y el distintivo mayor es su fin último. Es decir, que mientras una empresa tradicional busca generar ganancias, una empresa social busca contribuir a un fin social. Sin embargo, el líder social explica que este emprendimiento tiene la misma estructura que una tradicional. Es decir, que como otros negocios, emplea personal, crea bienes y servicios, y provee a los clientes con un precio consistente.
“Pero su objetivo es crear beneficios sociales para aquellos a los que les cambia la vida. La compañía en sí misma puede tener ganancias, pero los inversionistas que la mantienen no obtienen ganancias mas que aquellas que cubren su inversión iniciar. Un negocio social es una compañía que está movida por una causa, con el potencial de actuar como un agente social en el mundo”, explica el bangladesí. “No es caridad, es un negocio en todos los sentidos. Tiene que recuperar sus costos totales mientras alcanza su objetivo social”, asegura.
Nuestro caso
No sobra decir que México es justamente un semillero para ello. En un blog para el Huffington Post, Nelly Andrade, directora nacional del Hult Prize —el premio estudiantil más grande del mundo que da un millón de dólares para echar a andar un proyecto social— cuenta su experiencia al venir a nuestro país hace un par de años.
Este punto de vista es compartido, dice, por la visión de Thomas Friedman, un columnista del New York Times y premio Pullitzer al visitar Monterrey: todo lo que se escucha de México es real, la corrupción a todos los niveles de gobierno, los cárteles de drogas, el débil Estado de derecho; esto adicionalmente a la falta de confianza en el gobierno y la crisis de derechos humanos. Pero esto, asegura, es sólo una cara de la moneda, la mitad de la historia.
“En México (y Monterrey también) es un lugar donde puedes encontrar cientos de compañías y ONG’s que están trabajando insistentemente en cubrir las necesidades de sus comunidades”, sostiene.
Así, México y todos los problemas que lo atañen se presentan involuntariamente como un lugar en el que aquellos con una visión más allá pueden mejorar el mundo.
“Consideramos emprendedores sociales a las personas que pueden ver más allá a los efectos de una problemática e ir a las raíces y empezar a trabajar los problemas desde ahí”, explica María José.
ONG’s vs empresas sociales
Sin embargo, hay algunas problemáticas que no pueden atacarse a través de empresas de este tipo. “Hemos visto que hay muchas problemáticas sociales que no pueden resolverse a través de un modelo de negocio. Cosas que tienen que ver con derechos humanos, participación ciudadana, se rigen con lógicas diferentes”, explica María José.
En este sentido, el líder social y ganador del Nobel de la Paz hace una diferencia entre aquellas organizaciones sin afán de lucro que también buscan un beneficio social: Mientras que sus líderes son personas también dedicadas a hacer un trabajo “encomiable”, debido a que no recuperan el costo de sus operaciones, están forzados a invertir una gran parte de su tiempo en conseguir dinero. Yunus hace la diferencia entre estas organizaciones y una empresa social: “Un negocio social es diferente. Está operando en concordancia con principios de dirección al igual que una empresa tradicional, un negocio social busca recuperar en su totalidad os costos y más, incluso se concentra en crear productos y servicios que proveen un beneficio social. Persigue su meta a través de darle un precio a los productos y servicios que ofrece”.
Es necesario…
Lo que es cierto es que se necesitan muchas habilidades para emprender de forma social. Persistencia —tal como Karen aconsejaba a los emprendedores: nunca te des por vencido y si las puertas se te cierran, empújalas— o resiliencia, como se le ha llamado a esta capacidad de reponerse ante las adversidades; de buscar hacer un cambio sistémico en el entorno social y sobre todo, el de ver en los problemas oportunidades reales de solución a través de soluciones innovadoras.
“Un emprendedor social es 50% valiente y 50% terco. Porque se direcciona a lograr a solución del problema y hasta que no lo hace no se siente tranquilo. La palabra fracaso no existe en el diccionario del emprendedor social, son oportunidades de mejora”, explica Diego Díaz, director de Ashoka México.
En México hay numerosos y exitosos ejemplos. Uno de ellos puede ser Salauno, una empresa que nació con el objetivo de disminuir la ceguera a través de cirugías y consultas a bajo costo. Javier Okhuysen, uno de los fundadores de esta multipremiada empresa, asegura que una de las claves que los ha llevado al éxito es el tener una misión: “Nuestra misión es muy clara y todos los días lo que hacemos cuando nos levantamos va enfocado a resolver esa misión que es eliminar la ceguera innecesaria”, explica el empresario social.
Una situación a la que estas empresas se enfrentan es al encontrar financiamiento. Sin embargo, el caso de Salauno demuestra que es posible conjuntar la rentabilidad y el buscar un bien para la sociedad. En su caso, la empresa logró financiamiento por parte de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) –el brazo del Banco Mundial dedicado a invertir en el sector privado– y el fondo de inversión especializado en emprendimiento de alto impacto Adobe Capital, los cuales se volvieron sus accionistas.
¿Qué es lo que hicieron bien? Hay varios puntos que se convirtieron en decisivos para conseguir este levantamiento de capital. Primero, una misión clara del objetivo al que se quiere llegar y del problema que se busca atacar; un buen modelo de negocios, es decir, que la empresa demuestre su rentabilidad; el que los objetivos financieros y los sociales estén alineados; el que la empresa tenga buenos líderes que sean capaces de llevar las riendas de la organización hacia el objetivo último y detrás de todo, el que exista una suficiente previsión para preparar a la empresa para la llegada de inversionistas antes de tenerlos, lo cual ayudará a darle orden e institucionalidad.