“Las ideas son el punto de partida de todas las fortunas”. Es la conclusión a la que llegó Benjamín Hill, un autor estadounidense considerado el padre de la literatura de superación personal, al entrevistar a 500 de las familias más ricas de Estados Unidos para escribir el que se convertiría en el best seller de todos los tiempos, Piense y hágase rico. De una idea parte un producto, y de ahí un proyecto que se puede convertir en negocio.
Puede sonar complicado, pero la idea que sea la semilla de tu próximo negocio no tiene que ser algo completamente nuevo y revolucionario para tener éxito.
“Algunos piensan equivocadamente que tienen que empezar desde cero. Y piensan que tienen que tener algo que nadie más haya hecho antes, una nueva invención, un servicio único, en otras palabras, que tienen que reinventar la rueda. Pero a menos que seas un genio tecnológico, otro Bill Gates o Steve Jobs, esto será una pérdida de tiempo”, sostiene la quinta edición de Empieza tu propio negocio, editado por Entrepreneur Press.
En realidad, puede ser más sencillo. Puedes mejorar lo que ya existe.
Para el surgimiento de ideas lo que esta guía recomienda es que partas de tus propias necesidades para notar cuáles son los huecos que tú podrías llenar con un nuevo producto, o incluso también que pongas atención a los grandes negocios, ya que muchas veces hay grandes posibilidades de hacerlos locales.
En la práctica
Richard Branson, el fundador de Virgin y uno de los emprendedores seriales más famosos y exitosos, describe paso a paso este proceso en un texto para Forbes y sostiene que mucha gente suele detenerse al momento de tener que poner en práctica la idea, ya que esto implica recursos y tiempo.
“Algunas personas se detienen en la etapa de poner en práctica la idea, tratando de perfeccionar el plan y luego terminan pasando más tiempo en eso que manejando realmente el negocio”, asegura. Las palabras de aliento de Branson: “ Los emprendedores exitosos no esperan el momento perfecto, lo crean”.
Nunca va a llegar el momento exacto para hacerlo, pero es necesario que empieces a probarlo con lo que tengas. El modelo de generar empresas ha cambiado. Esa imagen del emprendedor que parecía alquimista creando el nuevo producto que revolucionaría el mercado y que le haría ganar cantidades millonarias se ha transformado. Hoy los emprendedores no se esperan a tener el producto terminado y a buscar mercado. Hoy, se construye un prototipo y se sale a preguntar al mercado si le gusta o no.
“Desarrolla algunas muestras de lo que quieres vender y cuando estés feliz con éstas, empieza con la investigación de mercado más barata y mejor que existe: pregúntales a tus amigos, vecinos, familiares y seguidores de tus redes sociales para conocer qué piensan”, recomienda Richard Branson.
En este sentido, Fric Martínez –un emprendedor de animación el cual se dio a la tarea de hacer el primer libro mexicano de emprendimiento ilustrado, Startupismo– asegura que en el proceso de gestación de una idea para convertirla en proyecto y empresa es necesario mirar primero el mercado y detectar en éste una necesidad.
“Para asegurarte que estás teniendo una idea que va a tener éxito, no se mide en qué tan innovadora es o qué tan creativa sea, sino en qué tanto le hace la vida más fácil a la gente o qué tanto soluciona algún problema de algún sistema”, explica.
En su libro, Fric lo representa con una analogía. Piensa que cada industria o empresa fuera un tren y que cada producto representa las diferentes áreas, como producto, ventas, finanzas, publicidad, producción, etcétera. Todas estas áreas tienen deficiencias que tú podrías solucionar.
“Para saber que estás emprendiendo efectivamente, céntrate en solucionar alguna parte del proceso de un sistema o industria o empresa. No necesariamente tienes que crear un tren nuevo”, explica el emprendedor.
La clave, asegura este emprendedor, es “mantener vivo” al producto a través de la retroalimentación que se obtiene de aquellos a los que les presentas tu creación.
Fric una y otra vez ha atravesado este proceso de creación y asegura que si no estás abierto al cambio, a escuchar a los usuarios y a aguantar el dolor que muchas veces representa el que te digan que tu producto no sirve, entonces no vas a llegar a ningún lado.
“La flexibilidad y la habilidad de resolver problemas de forma creativa son grandes cualidades en un emprendedor”, asegura al respecto Richard Branson.
Pregunta, platica tu idea con tus conocidos, pregúntales qué opinan. No tengas miedo de que te la roben, recomienda la guía de Entrepreneur, sólo platica los detalles más generales pero ábrete a nuevas opiniones.
Pero hablar la idea no basta. La presencia del prototipo es esencial, porque si preguntas a la gente qué es lo que comprarían con base en una idea, seguramente no va a funcionar.
“Yo preguntaría de manera tangible de ser posible. Es decir, hasta que uno de esos que sí se arriesgan puedan usar el producto o servicio. Así es más fácil tener retroalimentación real y no con base en una idea que, por más impresionante que se cuente, se queda en eso, una idea”, explica Darío Rodríguez, director creativo de DDB México.
Seguramente no saldrá a la primera, y en este sentido, la recomendación es que te equivoques rápido y a bajo costo. ¿Qué significa esto? Precisamente para esto son los prototipos. El profesor de negocios de la Universidad de Stanford, Baba Shiv, asegura que ésta es la mejor forma de fracasar a bajo costo. Él explica que para darte cuenta qué funciona o no, recrees, incluso con tus familiares, las condiciones en las que se desenvolvería tu empresa.
“De esta forma, podemos aprender muy rápido qué funciona y qué no funciona. Y eso no cuesta dinero. Es común que los emprendedores piensen que para calcular la logística hay que emplear a tres personas para eso. En realidad no lo necesitan”, explica.
Otra postura
Hay una frase muy famosa de Steve Jobs: “Muchas veces, la gente no sabe qué es lo que quiere hasta que se lo enseñas”. El gigante de Apple la dijo en una entrevista que le hizo Businessweek en 1998 y en ésta, él explicaba que en Apple no habían hecho investigaciones de mercado al desarrollar la iMac, “porque para ellos era complicado desarrollar productos para grupos de enfoque”. Es decir, no habían preguntado a sus clientes potenciales qué era lo que querían, sino que más bien lo habían hecho y después se lo habían mostrado al público. Eso sí, lo que el CEO explicaba era que hacían mucha investigación al interior de la empresa y que observaban cuidadosamente el mercado.
No sólo Jobs, sino también otros empresarios han sostenido lo mismo. Henry Ford decía que si él le hubiera preguntado a la gente, ellos habrían dicho que querían caballos más rápidos. Mario D’amico, el director de mercadotecnia del Circo del Sol, cuando la directora ejecutiva propuso preguntarle a los espectadores lo que querían ver, sostuvo más o menos lo mismo. “Cuando la gente viene a nuestros shows, espera que sea una experiencia única e inolvidable. ¿Cómo la gente podría decirte qué es lo que quieren ver si no lo han visto antes? Si les preguntáramos qué es lo que quieren, terminaríamos haciendo el “Lago de los cisnes” cada año”, según señala un estudio de caso publicado en la Revista de Negocios de Harvard.
Así, cuando se trata de innovación, las preguntas a los consumidores parecen estar de más. "¿Por qué no preguntar a los clientes? Porque, cuando se trata de algo nuevo, el grueso de la población no se arriesga a probarlo hasta que alguien más ya lo usa. Si se pregunta, en la mayoría de los casos, la respuesta va a ser no. El iPhone, por ejemplo, no pasó esa prueba", explica Darío.