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miguel.pallares@eluniversal.com.mx
En 1970, Jaime Uribe de la Mora fundó a Probiomed, una compañía farmacéutica mexicana que inició con un local y equipo rentado en Iztapalapa, donde producían reacciones químicas. Hoy, después de 47 años, el corporativo mexicano ha logrado ventas por más de mil millones de pesos, a pesar de enfrentarse a laboratorios “gigantes” en su contra.
Probiomed es una compañía que produce medicamentos biocomparables, es decir, genéricos, de medicinas biotecnológicas. Su compañía toca intereses millonarios, debido a que las multinacionales farmacéuticas como Roche ofrecen este tipo de productos a precios muy altos en comparación con los biocomparables.
En la trayectoria de negocios de Jaime Uribe, hijo del fundador y actual director general de Probiomed, ha visto a las autoridades ceder frente a las presiones de autoridades extranjeras o de gigantes farmacéuticos, quienes buscan frenar el desarrollo de biocomparables en el país por temas de dinero, relata.
“Por ejemplo, con Rituximab [un medicamento], después de 15 años de haber invertido en el producto, sale al mercado y después por cambios en la ley o porque se apoya más a la presión que pueda ejercer la embajada de Suiza o las grandes compañías o por no meterse en problemas, no se apoya a la industria nacional y causa un descalabro”, explica Uribe en entrevista con EL UNIVERSAL.
En 2013, en una batalla legal entre Roche y Probiomed, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) instruyó a la Cofepris a retirar el registro sanitario [la autorización para vender un fármaco en México] a Probiomed y la empresa mexicana perdió 20% de sus ventas para 2014. El laboratorio todavía sigue sin compensarse del golpe.
Este 2017, Probiomed busca tener números negros en sus ventas, es decir, lograr por primera vez en cuatro años un alza en sus ingresos y recuperar el registro sanitario de Cofepris entre los próximos 10 y 16 meses, a pesar de que sabe que Roche seguirá con alegatos acerca de temas de propiedad intelectual con el objetivo de evitar que el producto salga al mercado.
“Cuando nosotros introducimos el Rituximab a México, el competidor tenía un precio de 30 mil pesos por frasco de 500 miligramos, al final de una batalla de tres años el precio bajó a 7 mil pesos por el mismo medicamento. Fuimos la primera compañía biofarmacéutica en el mundo en 2007 que sometimos un anticuerpo monoclonal.
“Somos supremamente respetuosos de la propiedad intelectual, de hecho, mucho del trabajo que hacemos en investigación y desarrollo es revisar cómo está la situación de propiedad intelectual en el mundo para hacer un desarrollo totalmente novedoso que no invada ni infrinja las patentes de los competidores”, expuso.
La farmacéutica mexicana también ha visto como los apoyos para las inversiones en investigación y desarrollo son aprovechados por empresas que ni siquiera aportan un valor agregado para el país. Por ejemplo, Probiomed estima que 90% de cada peso que vende se queda en México, mientras que 90% de cada peso que genera una multinacional se va al extranjero.
“Todos los incentivos que hemos puesto en México para una farmacéutica nacional están al revés. En México hay una serie de reservas que permiten al gobierno federal estimular la economía local, por ejemplo, mediante las compras de gobierno. Las autoridades podrían comprar a aquellos laboratorios que fabriquen y generen tecnología en el país.
“Sin embargo, hasta ahora la política es para ayudar a laboratorios pequeños que desafortunadamente tienen productos muy maduros y que no hacen investigación en el país. Como las reservas se agotan, entonces las empresas innovadoras compiten en igual de circunstancias contra quienes importan los fármacos”, detalló.
Inversiones. Pese a las barreras a las que se enfrenta, Probiomed invertirá este año entre 300 millones de pesos y 350 millones de pesos. Asegura que más de 20% de sus ingresos se dedican para la investigación y desarrollo. Una de las ventajas de esta inversión, señala Uribe, es que se generan empleos de calidad, porque científicos y personas con doctorado son parte de sus 800 colaboradores.
La empresa tiene tres plantas de producción en el país, dos de ellas ubicadas en la Ciudad de México —en las delegaciones Benito Juárez y Azcapotzalco— mientras que la tercera se ubica en el estado de México.
Más allá de buscar abrir otro complejo, Probiomed quiere aprovechar su capacidad instalada para llegar a nuevos países.
El próximo año, Probiomed planea incursionar en por lo menos cinco nuevos mercados en regiones como Europa, Asia y Latinoamérica; sin embargo, los registros sanitarios en el extranjero llevan un periodo de 16 a 36 meses para su obtención.
Para seguir con su crecimiento, Jaime Uribe cuenta con la planeación estratégica necesaria, pero considera que los estímulos de parte del gobierno podrían ser mejores.
“Hoy no tenemos una política farmacéutica que ayuda al país y a los empresarios mexicanos farmacéuticos inviertan, porque si invierten las posibles pérdidas son enormes.
“Necesitamos una política nacional farmacéutica que vea por la integración de las cadenas productivas y sobre todo que vea por la entrada de México a la economía del conocimiento.
“Nosotros, por ejemplo, ofrecemos de los sueldos más altos del país, porque contratamos a científicos y profesionistas con doctorados”, asevera.