La pobreza y la discriminación son fenómenos que están fuertemente correlacionados. Esto ha quedado claramente evidenciado en la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS 2010), ya que seis de cada 10 personas en nuestro país consideran que la riqueza es el factor que más divide a la sociedad, incluso por encima de los partidos políticos (49.6%). Posteriormente, la Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México (EDIS-CdMx 2013) confirmó este hallazgo, al encontrar que la causa más común de la discriminación era la pobreza.

Recordemos que en México se considera que una persona es pobre si tiene al menos una carencia social y un ingreso menor a la línea de bienestar, esto es, ambas condiciones. En contraste, la discriminación es un concepto más difícil de definir y que por ello ha sido reducida a la negación de derechos y libertades. La autoridad para acreditar que se está frente a una situación de este tipo tiene que comprobar que se violó un derecho o una libertad. Incluso, para ello las leyes en la materia definen conductas discriminatorias para evitar que “porque me vio feo” sea un caso. Una de las definiciones más aceptadas es la siguiente:

La discriminación es una conducta, culturalmente fundada, sistemática y socialmente extendida, de desprecio contra una persona o grupo de personas, sobre la base de un prejuicio negativo o un estigma relacionado con una desventaja inmerecida, y que tiene por efecto —intencional o no— dañar sus derechos y libertades fundamentales [1].

La discriminación entendida como una diferenciación o exclusión injustificada a las personas por una condición determinada, haciendo menoscabo de sus derechos y colocándola en una situación de desventaja, marginación, exclusión y vulnerabilidad, implica que se considere como sinónimos igualdad de trato y no discriminación —trato igualitario y discriminación como antónimos—.

Para alertar que no sólo se le puede considerar como una cuestión cultural sin relación con problemáticas económicas, José Woldenberg destacó que “el núcleo duro de la discriminación se encuentra no en la diversidad étnica, cultural, religiosa, ideológica, sexual, etc., per se, sino que esa se empalma con demasiada frecuencia con una marcada desigualdad económica y social” [2]. Pobreza y discriminación no son sinónimos, pero las encuestas sobre discriminación nos dicen que las personas indígenas son las más discriminadas, y por otra parte los estudios del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) nos señalan que los porcentajes más elevados de pobreza están en esta población.

Si consideramos que la discriminación es un problema público y que debe ser enfrentado a partir de sus causas estructurales, que son por un lado la desigualdad económica y la pobreza, y por otro los factores socioculturales y desigualdad de trato, las políticas públicas debieran contemplar el problema por sus causas y no por sus efectos. En este sentido, resultan afortunadas la declaración de Alejandra Hass, nueva presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) de vincularla con la pobreza. Pero por otro lado, resulta desconcertante que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos sólo lo haya incrementado 2.94 pesos (4.2%).

CONEVAL, CEPAL y la Acción Ciudadana Frente la Pobreza, entre otros han destacado que la causa más importante de la pobreza son los ingresos reducidos de la población, por lo que el gobierno federal debió de permitir un incremento mayor al salario mínimo. Continuar considerando a los salarios como un costo que quita competitividad a las empresas y que pondría en peligro nuestras exportaciones, es seguir atrapados en la “lógica económica” de hace 40 años.

Creer que la pobreza va a mejorar bajando la línea de bienestar, como lo insinuó un alto funcionario al comentar que habría que cambiar la definición de pobreza, o pensar que podemos seguir posponiendo el problema de la distribución del ingreso hasta que se incremente la productividad, sin querer entender que los bajos salarios son parte del problema de que ésta sea baja, es seguir negando la realidad, ¿hasta cuándo?

Maestro en Economía

pabloail@yahoo.com.mx

1. Rodríguez Zepeda, Jesús, ¿Qué es la discriminación y como combatirla?, Colección Cuadernos de la Igualdad, CONAPRED, México 2004, p. 19.

2. Woldenberg, José, “El hábito de la discriminación”, Reforma, (18 de octubre de 2012).

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