Por José Luis de la Cruz Gallegos
El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, mejor conocido como TPP, ha llegado para enfrentar a China. El presidente de Estados Unidos fue contundente, el TPP será el mecanismo para limitar la creciente presencia de los productos chinos en el área de influencia norteamericana.
Quien piense que el TPP es un simple acuerdo comercial se equivoca, este es un acuerdo de reposicionamiento geoeconómico y geopolítico de Estados Unidos.
El TPP fue diseñado para que Estados Unidos recupere el liderazgo en el proceso productor y comercializador de las manufacturas globales. El haber exportado sus empresas a China abarató su producción pero le restó presencia en los procesos de innovación y de generación de valor agregado.
China lo entendió perfectamente y aceptó convertirse, inicialmente, en un país maquilador. No obstante, el gobierno chino fue sagaz y sentó las bases de una economía transformadora y de innovación. Para ello desarrolló un sistema educativo competitivo al mismo tiempo que aplicó una política industrial que favoreció el fortalecimiento de sus empresas.
Durante la década de los años setenta y ochenta salió al mundo a aprender. Sus dirigentes políticos, científicos e ingenieros conocieron las mejores prácticas industriales, algo que fue esencial para su desarrollo económico.
El éxito de su modelo le ha permitido aprovechar la estrategia de las empresas trasnacionales norteamericanas, europeas y japonesas, todas llevaron su aparato fabril a China, país que adoptó y adaptó los procesos productivos occidentales a sus necesidades. El crecimiento económico de 10% anual durante los últimos 30 años sintetiza sus logros.
El TPP de Estados Unidos busca cambiar la arquitectura del comercio internacional, quitarle el liderazgo a China para llevarlo de nuevo a su país. El problema es que los productos del país asiático son los que dominan el mercado de las 12 naciones que integran el TPP, aún en él área del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Aún sin tratados directos, China avasalló a otras naciones que intentaron crecer bajo un modelo de exportaciones, fundamentalmente a aquellas que carecen de una política industrial activa. Uno de ellas es México.
Nuestro país tiene acuerdos y tratados comerciales con casi todos los integrantes del TPP, el resto representa muy poco. Se debe ser claro, México participa marginalmente en Brunéi, Vietnam, Malasia, Australia y Nueva Zelanda. Además, lo poco que se exporta las naciones mencionadas enfrenta una competencia directa con China.
Maquinaria y equipo mecánico, equipo eléctrico, electrónico y de cómputo, hierro y acero, autopartes así como los productos químicos constituyen la mayor proporción de lo que vendemos a dichos países, los mismos que produce y vende China,nación que tiene el liderazgo en dicha región.
Investigaciones demuestran que México no pudo enfrentar la competencia de China el área del TLCAN, el libre comercio no funciona sin política industrial. Eso lo conocen los países asiáticos.
El problema es que México entró al TPP de forma reactiva y con una estrategia defensiva. El principal argumento fue que era porque Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, estaba en la negociación y que si México no participaba podía perder lo ganado con el TLCAN.
A partir de dicho razonamiento se intentó, hasta donde se conoce, proteger a industrias como la automotriz. La cuestión es que eso no alcanza para enfrentar la dinámica implícita al TPP. No solo se enfrenta la competencia de China, también debe considerarse la de Vietnam y Malasia, países que han desarrollado una industria sólida y que sirven de triangulación a los productos chinos.
La única forma de enfrentar exitosamente el desafío del TPP es con una política industrial activa, así como un sistema efectivo de combate al comercio desleal. México se verá afectado negativamente si solamente confía en la mano invisible.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico