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En unos cuantos meses la coyuntura internacional cambió de forma radical y por lo tanto el escenario mundial se transformó. Estos factores externos han tenido una incidencia desfavorable en el despegue de la economía mexicana. En este entorno, las autoridades y los analistas del sector privado, volvieron ajustar a la baja la previsión de crecimiento económico en México, que lo ubican apenas superior al 2%.
El crecimiento económico mundial ha estado evolucionando a un ritmo menor a lo esperado. Asimismo, su composición ha cambiado; las economías desarrolladas mostrarán este año una tasa de crecimiento que será la mayor desde 2010, en tanto que las emergentes se desacelerarán por quinto año consecutivo.
Se puede decir que son cinco los factores relevantes que explican dicha contrastante evolución: deuda y desapalancamiento, baja drástica en los precios del petróleo y otras mercaderías, bancos centrales moviéndose en diferentes sentidos, la apreciación del dólar y la depreciación de otras monedas, y el reordenamiento de la economía China, a la “nueva normalidad”. El efecto neto de la “gran divergencia” es que la economía mundial marchará lenta en lo que resta de 2015 y su estimado de aumento es de 3.3% (siendo 3.6% el promedio de los últimos cuatro años).
Estos factores también han limitado el crecimiento económico de México; en contraste, algunos factores internos han mejorado. Se puede mencionar, por ejemplo, la evolución positiva del consumo privado que ha venido expandiéndose (el cual representa dos terceras partes del Producto Interno Bruto), que obedece a la creación de nuevos puestos de trabajo en el sector formal (tan sólo de diciembre de 2014 a julio de 2015 el número total de trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social aumentó en casi 500 mil personas) y al alza moderada que ha experimentado el salario real, gracias a la reducción de la inflación (la cual se encuentra en mínimos históricos y se estima que sea de 1.9% este año). Sin embargo, el principal motor de crecimiento para el país será la demanda externa ante la recuperación industrial del vecino país del norte.
Cabe destacar que en los últimos meses se han materializado algunos factores de riesgo, cuya agudización podrían frenar aun más a la economía global y afectar también a la economía nacional.
La incertidumbre sobre el momento en que se dará la normalización de la política monetaria de Estados Unidos ha elevado las tensiones financieras a nivel mundial. Entre otros factores, ha causado una profunda depreciación del peso mexicano, en medio de un debilitamiento de los flujos a mercados emergentes.
La elevación de las tasas de interés de referencia por parte de la Reserva Federal (Fed) se espera que sea en septiembre, empero la inesperada decisión del Banco Popular de China de la devaluación de su moneda, en señal de preocupación de la desaceleración de su economía, abarató el yuan frente al dólar, lo que hizo más competitivas las exportaciones de la nación asiática, perjudicando la venta de bienes estadounidenses. Éste podría ser un factor que pudiera retrasar aún más la decisión del Fed de modificar su política monetaria. Esto, sin duda, provocaría mayor volatilidad en los mercados bursátiles y de divisas.
Una mayor caída del peso mexicano podría trasladarse finalmente a los precios de bienes (la moneda se ha depreciado casi un 15% en lo que va del año, habiendo tocado pisos históricos). Las autoridades financieras han reforzado los mecanismos de intervención para el ordenamiento del mercado cambiario (ampliación del monto de subasta, sin un precio mínimo); empero, las expectativas inflacionarias pueden contaminarse si prevalece el riesgo de la baja de la moneda.
Asimismo, el acuerdo anunciado entre Irán y Estados Unidos y otras potencias nucleares aumentará la sobreoferta petrolera y presionará aun más los precios de los energéticos (la mezcla mexicana se ha derrumbado poco más de 60% desde su máximo a mediados de 2014), lo que ha provocado una revisión adicional al ajuste fiscal anunciado para 2016.
Este entorno internacional inestable y muy complejo exige una absoluta prudencia en el manejo de las finanzas públicas y quizá sea tiempo de pensar en un plan B, al no poder crecer por encima del 3% anual ni este año ni el que entra, y las cosas pueden ir a peor.
*Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte