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En las semanas por venir se deben emprender acciones que eviten una desaceleración mayor de la economía mexicana, así que es tiempo de generar un acuerdo nacional con todos los sectores productivos para reactivar el crecimiento y evitar un escenario más delicado.
El aumento del PIB, solamente 2.2% durante el segundo trimestre, fue una mala noticia, a tal grado que ha propiciado una reducción adicional en la expectativa de crecimiento por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
La nueva prospectiva, de entre 2 y 2.8%, representa la inercia de los últimos 30 años, y aun así existe el riesgo de no ser factible.
La información es contundente, el crecimiento acumulado fue de solamente 2.4% durante el primer semestre, por lo que alcanzar 2.8% para todo el 2015 implica incrementos del PIB mayores al 3%, algo poco probable bajo el actual entorno económico.
Para el resto del sexenio se debe implementar una nueva estrategia de política económica, el contexto externo es desafiante e inhibe pensar en que el comercio internacional puede ayudar a solventar la desaceleración. El aperturismo que desintegró las cadenas productivas cobra nuevamente la factura: por el sacrificio de los encadenamientos productivos internos México quedó expuesto a la volatilidad externa y dependiente de las decisiones de inversión que se toman en otros países. Comprar barato al exterior, abrirse sin garantizar vínculos con la planta productiva nacional es altamente costoso.
La única manera de revertirlo es mediante el fomento del contenido nacional, el valor agregado, la innovación e inversión productiva nacional. Ello sin descartar el impulso a la inversión extranjera directa capaz de favorecer el desarrollo y crecimiento de empresas proveedoras nacionales. Esto reclama una Política Industrial que garantice un “piso parejo” de competencia económica frente a las importaciones desleales. Es la única manera de enfrentar el desafío de una desaceleración que viene acompañada de otros factores de riesgo.
Primero, una depreciación del tipo de cambio que ha llevado a que la cotización del peso sea de 17.2 por dólar (más de 4 pesos por arriba de lo estimado en los Criterios Generales de Política Económica para este año)
Segundo, el precio del barril de petróleo inferior a los 38 dólares y con tendencia a la baja. A pesar de las coberturas ello afecta el interés por invertir en el sector energético.
Tercero, una contracción económica en algunos de los principales socios económicos de México: Canadá (5 meses de caída), Japón (caída en el segundo trimestre), Brasil (en recesión técnica), Estados Unidos (desaceleración industrial), Unión Europea (sigue sin salir del estancamiento) y China (desaceleración económica que exacerba la competencia con México en las manufacturas).
Cuarto, la devaluación del Yuan y la sobre oferta (artificialmente competitiva) de acero. China aplicará todas las medidas de política económica y monetaria para favorecer sus exportaciones e inhibir las importaciones.
Quinto, la crisis de la bolsa en China y su contagio al resto del sistema bursátil global.
Sexto, el potencial aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Séptimo, la elaboración del presupuesto base cero. Debe garantizar no afectar el gasto en capital y reducir el gasto corriente. El desafío no es menor, ello implica un rediseño de la hacienda pública. En realidad esto debe constituir una Reforma Hacendaria: ajustes a la política fiscal (generar un esquema que favorezca a la inversión productiva) y mejorar la eficacia del gasto. Octavo, la inseguridad.
Para enfrentar estos desafíos México requiere de una estrategia económica distinta, la política industrial es dicha alternativa. Requiere de un cambio de paradigmas y de un nuevo acuerdo para fortalecer a la economía nacional. El margen de tiempo se agota.
* Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico