En la premiere de Don Gato y su pandilla, a José Carlos García, el hombre de los números fríos de Ánima, siempre de traje, le invadió un sentimiento peculiar. Por un lado, estaba nervioso por saber si ese fin de semana tendría suficiente audiencia para que los exhibidores no quitaran su película de cartelera. Por otro, contaba con sus mayores fans, sus hijos, que estaban felices y orgullosos de su padre. Pero no era la primera vez que sentía algo así.
Habían pasado 30 años sin que en México se produjera un largometraje de animación. Los Tres Reyes Magos había quedado como un proyecto que se hizo una sola vez y no hubo nadie que le diera seguimiento. Hasta que llegó la productora Ánima y lanzó Magos y gigantes en 2004. “¿Por qué no?”. La película recaudó más de 8 millones de pesos durante sus 26 semanas en taquilla, distribuida ya por una grande: Twentieth Century Fox. Eso más las ventas en video y otros medios se logró recuperar la inversión, pero solo con el paso del tiempo. De cualquier manera, José Carlos se había asegurado de contar con otras dos producciones, sin importar el resultado de Magos y gigantes.
Hoy el estudio mexicano ha tomado una posición respetable en las productoras de animación en el mundo. En 2012, Don Gato recaudó más de 112 millones de pesos en taquilla (fuente: Rentrak), lo que la convirtió en el mayor éxito de una película animada mexicana en la historia. Este año se estrena la precuela, lo que se espera vuelva a ser un negocio más que rentable. Pero la rentabilidad no es una casualidad. Detrás de los números está José Carlos, quien no puede dejar que cualquiera de sus proyectos cueste más, estimo, de un par de decenas de millones de pesos. ¿La razón? No se trata de tener un éxito y suponer que todos los proyectos lo serán. “Este es un negocio de volumen”.
Esta idea le quedó clara desde el día uno de Ánima Estudios. Para ello se requirió una mente fría que pensara en el negocio y no como algunos artistas “en el amor al arte”. Ejemplos ya han habido donde ese “amor” terminaba por convertirse en animadores emprendiendo desde su casa alguna historia corta para los círculos de arte, si corría con suerte. José Carlos estaba contra esa idea y hoy tiene, junto con sus socios Fernando de Fuentes y Federico Unda, el estudio más grande e importante de animación en México y Latinoamérica.
De Tres Reyes Magos a Magos y gigantes
Cada mañana, mientras José Carlos lleva a sus hijos a la escuela les cuenta una historia que muchas veces improvisa. Eso es parte de su ritual. Para él es una manera de inculcarles el oficio al que él se dedica: contar historias. Para ellos, es una manera de divertirse y sentirse orgullosos por lo que hace su padre. “Son sus fans número uno y se lo presumen a sus amigos en la escuela”, me dice su esposa también con un orgullo que no puede ocultar.
Esto de contar historias tiene más técnica que feeling. Con esto en mente, José Carlos, al asegurarse de tener por lo menos tres producciones, con ellas debía, por lo menos, aprender todo lo que había que aprender de este oficio. Técnicas de animación, diferentes modos de contar historias, dirigir el producto a un mercado creciente y, claro, saber qué funcionaba en México y al mismo tiempo que pudieran ser universales, o bien, exportables.
Cada proyecto, un aprendizaje nuevo. Aún me dice que “tengo mucho por aprender”. Al asegurar cierta cantidad de trabajo creaba industria. Es decir, ahora animadores, entre otros oficios, podían ser contratados de tiempo completo (completísimo, a veces). De esta manera obtenía aprendizaje que era imposible obtener de otro modo. Es notable que con cada película o serie de TV que animaban mejoraban. Y los estados financieros, también.
Nacido en una burbuja
Ya había pasado por una crisis por trabajar en otra industria igual o con más incertidumbre que el cine: internet. La burbuja de 2000 lo encontró en algo casi emblemático de su tiempo: los portales. Alo.com era la empresa de José Carlos García y los hermanos Guillermo y José Antonio Cañedo, antiguos accionistas de Televisa. Allí el joven José Carlos se encargaba del canal de animación, cuando en la web era impensable aún el video.
“Alo buscaba tener canales, como futbol, sociedad, 30 y tantos. Salió la posibilidad de tener un canal animado. Generábamos internamente la producción nosotros mismos”. Allí, a modo de sarcasmo apareció Los Antagonistas. Los personajes eran imitaciones de conductores deportivos de TV Azteca y Televisa que se peleaban entre ellos con ligeros movimientos de su boca, nada más. En gran medida se debía a las velocidades de conexión de ese tiempo (amigo lector, dese un paseo por YouTube para que sepa lo que entonces se hacía).
Al quedarse sin financiamiento para continuar con el portal que comenzaron con tres millones de dólares, José Carlos García se enfocó en lo que había sido más exitoso de Alo.com. Esas animaciones llevaban cerca de dos quintas parte del tráfico del portal, por sí solas. Para el inicio del siglo significaba que muchos mexicanos esperaban varios minutos en que se cargara el buffer de Los Antagonistas para tener menos de tres minutos de video animado. José Carlos notó que ahí había algo interesante.
Lección aprendida
Cuando Juan Carlos García volvió a buscar inversionistas se trataba de un sector aún más osado que internet: animación en México. La idea, el plan, era producir tres largometrajes animados. Desde el principio José Carlos, el encargado de la planeación financiera y de que los proyectos se terminaran en el tiempo acordado, sabía que se trataba de volumen, pues no podían atenerse a que la primera producción fuera exitosa, recaudar los beneficios y entonces empezar una nueva película. Se perdería mucho tiempo y no se capitalizaría lo aprendido. Sobre todo en animación, eso no era posible. No si se quería hacer algo duradero.
Su propuesta fue hacer tres producciones y trabajar paralelamente en por lo menos dos producciones, para tener todas las partes de la operación funcionando. Tal como quien maneja una línea de producción o un almacén; sabes que no puedes tener espacio o personal sin hacer nada. Este economista supo optimizar los recursos. De esta manera bajaba las posibilidades de no ser rentables, aunque hoy admite que “el riesgo era altísimo”. Eso explica en parte por qué en 30 años no se había animado nada en México más que para algunas boutiques para agencias de publicidad. Eso no era lo que José Carlos quería.
“No quisimos hacer una productora, sino un estudio que estuviera continuamente ofreciendo productos. Tenía que ser una línea de producción más ambiciosa. En cuanto termináramos un proyecto iniciar el siguiente. La idea inicial era hacer tres películas”.
La TV
Después de un par de años de negociaciones, consiguió junto con Fernando de Fuentes convencer a los dueños de los derechos de Chespirito para hacer El Chavo animado. Estos personajes son de los más queridos y cuidados en América Latina. Al principio los capítulos estaban basados en episodios de la serie original, simplemente adaptados para aprovechar las técnicas narrativas de la animación. La supervisión de los guiones era con lupa, pues no se quería desvirtuar a los personajes y que se mantuvieran fieles a los de la serie original. Un par de temporadas más adelante, los guionistas de Ánima contaron con más libertad, tanta como para mandar a El Chavo al espacio o vestirlo de pirata.
A partir de 2006, El Chavo animado “nos pone muy adelante en volumen de cualquier otro estudio de Latinoamérica”.
José Carlos sabía que con el requerimiento de esta serie tendrían un flujo de trabajo suficiente para consolidarse como negocio. El Chavo animado son 135 episodios de media hora cada uno. De esta manera los directivos habían logrado el volumen esperado, y se trata del programa más visto en toda Latinoamérica de animación.
Mucho ánimo
Para José Carlos no está claro el momento en que se volvió líder. Sabe ser jefe, exigir tiempo y calidad, pero no se considera líder. “Creo que es un proceso natural, vas adquiriendo responsabilidades con el paso del tiempo. Aprendes a establecer los objetivos y sumar logros”. Siempre les da crédito a sus colaboradores y a la oportunidad que le han dado sus socios, pero la iniciativa que tiene llegó de otro lugar.
“Soy el mayor de cinco hermanos y de treinta y tantos primos. Tuve que asumir el rol del mayor, del que propone y guía”.
Hoy está consciente de su éxito, sobre todo del que viene. “Aprendemos de nuestros errores, la constancia y la perseverancia. El negocio del entretenimiento y más del cine es de volumen. Por más que yo quiera dedicarme en alma y cuerpo a cada proyecto, le va mejor a una que a otra”.
Historia universal
Tanto por mercado como por vocación del estudio, consiguieron ser el estudio encargado de Kung Fu Magoo, el personaje asiático. Se asociaron con Classic Media, la dueña del personaje de culto, y después esta compañía fue adquirida por Dreamworks Classic. La aventura fue para un producto que saliera directo a video, pero les abrió las puertas a Asia y a ganarse el respeto de otro tipo de público. “Fue el primer producto Latinoamericano animado jamás vendido a Disney”.
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Con cada proyecto venía un logro diferente, incluso en aquellas que no fueron un éxito comercial. La visión de largo plazo de José Carlos ya ha logrado productos en Asia, Estados Unidos y Latinoamérica y siempre está en busca de historias mexicanas, pero universales. “¿Por qué no?”.