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Pocas cosas son más difíciles de lograr en un país, que un Estado de derecho. Es más difícil que establecer un sistema de elecciones libres. Creo que con eso lo digo todo.
Todos somos conscientes de la inseguridad en que vivimos. El crimen abunda y el miedo al crimen también. Las cifras delictivas nos lo muestran. Y las experiencias personales no dejan de recordárnoslo todo el tiempo. Pero todo esto no justifica lo que estamos viendo. Me refiero a los linchamientos que vienen sucediendo tanto en la ciudad de México como en otros estados del país.
No es posible que sólo hace unos días, nos enteremos del caso de otro hombre que murió machacado a golpes por una turba. Lo que causó esta tragedia fue el de haber sido apuntado por el dedo de algún inconsciente, seguramente un resentido ensoberbecido por su poder de vida o muerte momentáneo, dentro de una multitud. Esto acaba de suceder en la Ciudad de México, en el año 2019.
Fue tal la paliza que este hombre recibió, que falleció, parece ser, en su trayecto al Ministerio Público. Los agresores, entre ellos sus difamadores, pasaron de ser 25 al inicio, hasta llegar a un total de un centenar. Vamos, la zona entera lo agarró a golpes. Hasta las cinco patrullas que fueron por él, fueron vandalizadas, y los oficiales, linchados también. El saldo: 14 policías hospitalizados por fracturas y golpes. ¿Y sabe usted qué es lo más triste al día de hoy? Que no hay ningún detenido por su asesinato. Y sospecho que no lo habrá. Otra carpeta de investigación sin cierre.
La pregunta siempre equivocada es aquella que no va a las causas del problema. Porque frente a los linchamientos se propone como solución, un mayor patrullaje, como si la falta de vigilancia policial fuera el problema. Cualquier ejercicio mínimo de introspección nos indica que esto es equivocado.
El problema es otro y es doble: la debilidad de nuestro Estado de derecho y el imparable ánimo vengativo de algunas personas. La normalización de la filosofía del "pagan justos por pecadores", sin entender que los justos de un día, son los pecadores del siguiente.
A lo que se agrega otra normalización, muy visible ya, que es la de la difamación en el discurso político. No pasa un día sin que haya alguna acusación infundada. Éstas se vienen realizando ya con tal frecuencia y soltura, que deberían convertirse en estadísticas de interés nacional; al estilo del Fact-checking americano. Flaco favor le hacen estos políticos al Estado de derecho.
Cada época tiene sus retos. El Estado de derecho es el nuestro. No podemos ser simples espectadores de lo que sucede. La justicia la hacemos todos. Entendamos que esta no es una visión conductista, ni reduccionista, ni populista del problema. La justicia es en todo momento una elección personal. Y cuando faltamos a ella, hay gente asesinada. Ese día fue un hombre en estado de calle. ¿Mañana?
Investigador y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-3)