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Una buena metáfora para pensar sobre lo que viene sucediendo en términos de criminalidad en la Ciudad de México (CDMX), es la que anoto en el título de esta nota. Pero esta metáfora no es literaria. No es una ficción. Está sostenida en hechos.
La Ciudad de México, nuestra ciudad, tiene un club de gente, diría yo, bastante indeseable. Me refiero a esa minoría de individuos que delinquen de manera repetida. Esos pocos que hacen daño, mucho, y repetidamente. Esos que pese a ser detenidos y encarcelados, y eventualmente ser liberados (porque nadie pasa toda la vida en la cárcel por un delito), vuelven a cometer otros delitos, y en ocasiones de mayor gravedad. Me refiero al club de los reincidentes de la CDMX.
Primero lo que sabemos de este grupo de indeseables. En términos generales, sabemos que en 2016 (ENPOL, INEGI) el 45% de los sentenciados en cárceles de la CDMX era reincidente, es decir, había estado en la cárcel anteriormente por otro delito. También sabemos que la mitad de estos reincidentes habían pasado 18 meses (1 año y medio) en la calle antes de volver a ser hallados culpables de un delito y ser regresados a la cárcel. Y también sabemos que la amplia mayoría (74%) cometió un robo antes de ser regresado a la cárcel por otro delito que lo convirtió en un distinguido miembro del club de los reincidentes; uno de cada tres (34%) había cometido un robo a transeúnte antes de regresar a la cárcel por el mismo u otro tipo de delito.
Ahora lo que sabemos en términos particulares. Y me enfoco en los miembros más duros y selectos del grupo. En cuanto a los secuestradores, las cifras que poseemos muestran un panorama tétrico. Uno: el 6% de los secuestradores en 2016 ya habían estado en la cárcel. Ojo que si a usted le parece una proporción baja, considere que se trata de uno de los peores delitos posibles, y que cabe la posibilidad de que hayan cometido más de un secuestro mientras estaban en libertad (especulativo, sí, pero debe ponderarse en la estimación de esa proporción). Y dos: la mitad de ellos fueron liberados (por cometer algún robo típicamente), pasaron 2 años (24 meses) en la calle, y regresaron por haber cometido eso, un secuestro.
Nada diferente sucede con los homicidas encerrados: cometieron un delito (también típicamente un robo), fueron a la cárcel, luego fueron liberados, y pasaron 24 meses en la calle antes de ser sentenciados, en este último caso, por un homicidio. Y por el delito de robo las cifras son peores: el 74% de los reincidentes en cárceles de la ciudad lo son por eso, por haber cometido un robo (delito por el que están encarcelados), y de éstos, la mitad pasaron 12 meses en libertad antes de volver a ser sentenciados y regresados a la cárcel. Repito: el 50% de los reincidentes por robo estuvo libre 1 año antes de volver a ser encarcelado.
¿Lo que sigue es preguntarse quién tiene las llaves de ese club? La pregunta de moda hoy en día es: ¿quién tiene la culpa de que exista este grupo? ¿Es culpa de los poderes legislativo y judicial, que legislando y liberando criminales con alta probabilidad de volver a delinquir, nos ponen a todos en riesgo? ¿O es culpa del ejecutivo que fracasa en reinsertar a la sociedad a la población penitenciaria? ¿O será, como también está de moda decir, culpa del pasado, de los anteriores, de la corrupción, de los medios, de los opositores, etc.?
A veces no sabemos qué hacer más que culpar a alguien de las cosas malas que nos suceden. Hoy en día no parece importar quién tiene la culpa o no. Ni siquiera importa quién es responsable; porque note usted que culpa y responsabilidad son cosas diferentes. Lo que a muchos importa es hallar alguien que la pague, sea o no culpable, sea o no responsable. La realidad es que en esto de la inseguridad, al final, quienes la pagamos, somos todos los que no contamos con guardaespaldas. O arreglamos el problema del crimen en la ciudad, o el último en salir que apague las luces. Me parece que las cifras que se muestran aquí, no son metafóricas.
Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo).
@cjvilalta