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Se piensa que México atraviesa por un periodo histórico de mano dura contra los criminales. Ante el reclamo ciudadano por una mayor seguridad, plagado de protestas y marchas ciudadanas, la clase política ha reaccionado con lo que se denomina “populismo penal”. Esto para demostrar, por un lado, que está haciendo algo y, por el otro, intentar ganarse unos votos. ¿Quién aquí puede olvidar la no menos populista y extraña propuesta de un partido de ideología ecologista de instaurar la pena de muerte a los secuestradores?
El populismo penal, puesto de manera simple, consiste en proponer políticas de mayor punibilidad y severidad. Es decir, más presos y con sentencias más largas. La premisa es que estas acciones logran reducir el crimen. Sin embargo, lo que tenemos es que la delincuencia sigue aumentando. Así que, o hay algo mal con la ecuación o al populismo penal se le está pidiendo algo que no puede ofrecer. Personalmente pienso que a muchos criminales les viene importando poco este populismo penal. Dudo que algún criminal esté suscrito al Diario Oficial de la Federación, revisando si las sentencias vienen aumentando para efectos de decidir si comete el delito o no.
El caso es que algo crucial está sucediendo en México al respecto de la población en reclusión. Las cifras de procesados y sentenciados en centros penitenciarios se viene reduciendo muy rápidamente. Se puede, literalmente, hablar de una caída.
Si en 2014, llegamos al récord máximo de población carcelaria en México con 255 mil reclusos, para finales de este 2018, estimo que se registren unos 201 mil reclusos, es decir, una reducción de 54 mil reclusos (-21%) en sólo 4 años. Pasaremos de una tasa de 2.16 reclusos por mil habitantes, a una tasa de 1.62 mil habitantes. (ver gráfico: www.geocrimen.com/blog).
Esta rápida reducción en la población penitenciaria de México está relacionada con la implementación del nuevo sistema de justicia penal (NSJP). En este sentido, sobre la base de las cifras anteriores, parece que México efectivamente ha dejado atrás el populismo punitivo, al menos en lo que corresponde a este indicador.
Ahora bien: ¿es esto positivo o negativo? De manera resumida, los que están a favor del fin del populismo penal y el NSJP, defienden que los procesos penales son más rápidos y que muchos procesados por delitos considerados “no graves” pueden llevar sus procesos en libertad. También dicen que las reducciones de las penas y las preliberaciones ya son posibles, lo que, idealmente, lleva a que las condiciones de vida en los centros penitenciarios mejoren. Los que están en contra del NSJP aseguran que muchos criminales están siendo liberados y que la criminalidad viene aumentando a consecuencia de ello.
Lo que yo tengo claro es que en este sexenio que está por iniciar vendrá un intento de contrarreforma. Y tal vez reviva el populismo penal. Si bien ninguna de las posiciones anteriormente mencionadas tiene evidencias suficientes para sostener sus argumentos, los que están en contra del NSJP sí tienen el dato más fuerte políticamente: la tasa de víctimas del delito sigue en aumento.
Espero que el gabinete entrante tenga este tema de seguridad pública en la agenda y lo analice con la seriedad humanista y científica que requiere. Porque en esto ciertamente se le va la vida a mucha gente, incluidos los que hemos sido víctimas de delitos graves. Y además, por si fuera poco, hay gente que está encerrada entre cuatro paredes sin merecerlo y otra que mereciéndolo vive en mansiones impunemente.
El movimiento de contrarreforma vendrá. Se lo aseguro. Y ésta podrá regresarnos al populismo penal, o movernos a un sistema de justicia penal que tenga un efecto demostrable en reducir la criminalidad. Otra expectativa, otra más, en el nuevo gobierno.
Investigador y Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores (SNI-3).
Centro de Investigación en Ciencias
de Información Geoespacial
(CentroGeo). Twitter: @CJVilalta