El cambio climático es una crisis cuya solución no admite medidas tibias y pausadas. Científicos y expertos de todo el mundo señalan la necesidad de tomar medidas radicales antes de 2030 para evitar un aumento de la temperatura del planeta de más de 1.5 grados. De ser mayor, se propiciaría una catástrofe ambiental y climática irreversible.

Durante la reciente Conferencia de Cambio Climático (COP24) en Katowice, Polonia, destacó el conmovedor discurso de Greta Thunberg, una adolescente activista de 15 años de edad, quien dirigiéndose a líderes políticos de todo el mundo les dijo: “Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, sin embargo, les están robando su futuro ante sus propios ojos”. En una frase dijo de forma sencilla y poderosa una cosa: esto se trata de un asunto de justicia en el que no hay cabida para continuar en una lógica en la que el privilegio e intereses económicos de pocos se sobreponga a lo que podría representar un beneficio para muchos. El futuro del planeta depende de ello.

Respecto a esta necesaria acción, en lo que a México toca, hay una buena noticia y una mala. La buena noticia es que en esta ocasión, México ratificó el compromiso que hizo al firmar el Acuerdo de París en 2015. Tenemos la meta de generar 35% de energías limpias para 2024 y el 50% para 2050.

La mala noticia es que nuestro panorama no pinta bien cuando vemos que la generación y uso de combustibles fósiles son rubros en los que el gobierno apostará en grande durante los próximos años. Se tiene también la posible construcción de dos plantas carboeléctricas, cuando el uso de carbón para generar energía debería estar completamente descartado en un país que tiene un gran potencial para generar energías renovables. Y resulta aún más preocupante que el presidente de la Comisión de Energía del Senado, quien ha sido señalado de tener inversiones e intereses en la industria del carbón, promueva esta forma altamente contaminante de generación de energía. Por su parte, la Semarnat tendrá un recorte de presupuesto de 48% para 2019, acumulando un descenso desde 2015 a la fecha, y dejando en duda si con ello tendrá la capacidad suficiente de operación y ejecución para hacer frente a problemas ambientales de grandes dimensiones en el país.

Más allá de las decisiones federales, en esta lucha global contra el cambio climático, los estados y ciudades tienen también un papel preponderante. Si vemos hacia afuera, ejemplos como el anuncio reciente de la meta del gobierno de California de tener 100% de energía renovable para 2045, o el de la ciudad de Nueva York demandando a firmas petroleras por contribuir al cambio climático e implementando sistemas de movilidad sustentables, se puede apreciar que las decisiones locales pueden tener un impacto alto y marcar paradigmas. Las ciudades mexicanas deben convertir en prioridad la implementación de sistemas de transporte público de alta calidad y de cero emisiones.

México es uno de los países con mayor vulnerabilidad al cambio climático, y ocupa el lugar 15 entre los mayores generadores de CO2 en el mundo; el 49.2% de los Gases de Efecto Invernadero que genera provienen del transporte y la industria de la energía. La llamada es en tono de urgencia para que la política energética y ambiental del gobierno de Andrés Manuel López Obrador tengan como eje prioritario el desarrollo de energías limpias y una transformación radical del transporte a través de una inversión más ambiciosa y planes a largo plazo. Ya no es posible tolerar que estas decisiones estratégicas para el futuro del país se hagan desde una esfera de conflicto de intereses y soluciones parciales. Curar un cáncer requiere más que aspirinas, y ya no hay tiempo para errar. Si hacemos algo trascendente, será ahora o nunca.

Coordinador de la campaña de Revolución Urbana de Greenpeace México

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