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Recientemente se realizó un evento académico alrededor del pensamiento de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), el notable político y escritor florentino del siglo XVI, cuya obra está “universalmente mal leída, siendo excepcionalmente clara y moralmente neutral” como ha señalado el pensador liberal Isahia Berlín.
La organización del evento estuvo a cargo de los miembros del IMJUS y tuvo lugar en su sede en Coyoacán. Ahí fui invitado a participar en un diálogo con el profesor Maurizio Viroli, profesor emérito de la Universidad de Princeton y el académico tal vez más destacado a nivel mundial sobre Maquiavelo.
La idea surgió hace dos meses y la fecha la determinó el calendario de actividades internacionales del profesor Viroli. De esa sesión se publicó una crónica que equivocó los términos del diálogo alrededor de Maquiavelo y ha dado lugar a comentarios que no guardan relación con lo ahí tratado. Durante el encuentro y por dos horas intercambiamos comentarios y opiniones sobre distintos aspectos de la obra del florentino.
Mi intervención giró alrededor de un libro reciente del profesor Viroli, “Redimiendo ‘El Príncipe’. El significado de la obra maestra de Maquiavelo”. Su tesis es que la lectura adecuada de esa obra clásica debería de iniciarse por el capítulo final porque ahí está el sentido del texto: la convocatoria de Maquiavelo a encontrar un redentor que lograra expulsar a los bárbaros extranjeros que ocupaban Italia y liberarla de la corrupción interna que la afectaba.
Entonces adquieren otro significado las reflexiones que acompañan al resto de El Príncipe, y que se han prestado a tantos estereotipos, de los cuales el profesor Viroli presenta un resumen en su libro. Al compartir la propuesta del profesor, apunté que precisamente el capítulo previo (“XXV Cuál es el poder de la fortuna en las cosas humanas y cómo hacerle frente”) mostraba la relevancia de los acontecimientos inesperados (los golpes de la fortuna) sobre la responsabilidad de gobernar.
Frente a esos eventos, cité el señalamiento de Maquiavelo sobre la dificultad de hacerles frente. Reproduzco la cita que leí durante nuestro diálogo: “Si los tiempos y las cosas cambian el gobernante se arruina porque no cambia su manera de proceder… porque habiendo siempre prosperado caminando por una vía, no puede persuadirse de apartarse de ella” (El Príncipe, Cap. XXV).
Es lo que llamé la “Paradoja de Maquiavelo”, la cual enfatiza en los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio: “Un hombre que está acostumbrado a actuar de una manera, no cambia nunca, y cuando las circunstancias cambian en sentido contrario a su forma de proceder, inevitablemente fracasa” (Libro III, Discurso 9).
Inmediatamente continué citando ese Discurso, que textualmente dice: “Por no ajustar sus instituciones a los tiempos las repúblicas también perecen”.
Maquiavelo seguramente tenía en mente la República de Florencia a la que sirvió durante 14 años y la cual acababa de perecer. Fueron citas textuales de una obra publicada hace ya 500 años. También mencioné el libro de J. G. A. Pocock publicado en 1975, y cuyo título es precisamente “El Momento Maquiavélico. El pensamiento político florentino y la tradición republicana atlántica”.
Entonces cité la definición que hace Pocock sobre ese “Momento”. A lo largo de mi intervención no hice referencia a México (excepto para dar un ejemplo de un golpe de fortuna que tuve que enfrentar al derrumbarse el Muro de Berlín el cual obligó a cambiar y proponer un Tratado de Libre Comercio), ni mucho menos hice referencia a las circunstancias mexicanas de hoy.
Pronto se publicarán los contenidos de nuestro diálogo. Las fantasías que se han elaborado al citar mi mención de esos textos son solo eso, fantasías basadas en una crónica equivocada y sin relación con ese diálogo con un académico de talla internacional como el profesor Viroli. Concluí mi intervención con una cita de Maquiavelo contenida al final del Discurso 9 del Libro III: “Nunca deben darse por vencidos… como la Fortuna emplea caminos desconocidos, siempre deben tener esperanza; y por esa esperanza… no deben darse por vencidos, ante cualquier golpe de Fortuna o circunstancia que se encuentren”.