“Lo que se mide se puede mejorar” es el lema del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), que es un organismo constitucional autónomo en proceso de transformación, toda vez que la Constitución ya le otorga esa categoría, pero no se ha emitido la legislación secundaria correspondiente que lo reestructure conforme a la naturaleza jurídica que se le atribuye.

Esta frase es oportuna debido a que El Universal (30-05-18) dio cuenta que este “organismo nacional” sugirió a los equipos de campaña de los cuatro candidatos presidenciales reflexionar sobre quince preguntas de política social y que publiquen las respuestas en medios electrónicos para el conocimiento de la ciudadanía. Ciertamente hubo tres sentimientos provocados en los asesores políticos con esta iniciativa: curiosidad, extrañeza y risa.

Con los cuestionamientos, los científicos sociales que integran el CONEVAL, quieren llevar a los candidatos más allá de las promesas. Este ejercicio es útil para la formulación del Plan Nacional de Desarrollo de quien resulte ganador de las elecciones, pero no es un elemento real en la determinación del resultado del 1 de julio. La mayoría de las promesas no son medibles, no son programas sociales de gobierno con recursos asignables y metas determinadas. Además, algunas propuestas rayan en la insensatez, la memez o el cinismo.

Los diseñadores del discurso de campaña experimentaron curiosidad cuando leyeron la pregunta # 5 sobre si: ¿La propuesta concreta define con claridad lo que quiere resolver? La respuesta correcta para ellos es que existe ninguna claridad, ni siquiera es imaginable que hayan acciones concretas en promesas como: el moche de manos, la escobita barredora de la corrupción desde arriba de las escaleras, el mundo feliz en el que los jóvenes recibirán una beca y habrá espacio en las universidades para todos, los adultos mayores recibirán el doble de pensión, un millón de jefas de familia recibirán 2,500 pesos mensuales en la Ciudad de México, la reducción del precio de la cerveza, el no aumento de impuestos, el aumento del gasto, sin mayor deuda, la construcción de 5 refinerías, el aumento a 355 pesos del salario mínimo, la garantía de espacio en escuelas y ofrecimiento de trabajo a todos los deportados y un etcétera interminable.

Los estrategas electorales están reflexionando permanentemente en otras cosas como en determinar cuál es el medio más efectivo para dorar la píldora y que el ciudadano se la trague. Han obtenido una gran pericia en el arte de la pirotecnia política y la alabanza al ávido oído de promesas del votante. Los comentócratas les ayudan con sus propias ocurrencias.

Por lo anterior, la iniciativa del CONEVAL también generó extrañeza de que alguien quisiera saber si ¿la propuesta se basa en evidencia de lo que ha o no funcionado en el país? Porque la respuesta para quienes proponen el cambio radical es obvia. Nada ha funcionado, todo hay que sustituirlo. No es necesario ningún tipo de análisis. Es evidente que el futuro prometido no requiere ser comparado. ¿Quién mide la desigualdad social en el paraíso?

¿Cuál es el diagnóstico que sustenta la propuesta? Realmente alguien quiere saber un diagnóstico compartido y obvio: todo es corrupción. Con su eliminación, todos los rezagos se superan y todas las insuficiencias desaparecen. Esto parece ser una verdad irrebatible en dos de los equipos de los candidatos.

Después de la extrañeza, a los asesores de las campañas los acometió la risa. “¿En serio alguien quiere conocer la fuente de financiamiento de las propuestas? Por eso no es necesario decirlo”, pensaron los promotores de un cambio radical y reafirmaron el sentido del discurso: “El dinero saldrá de recortes a lo superfluo, la recuperación de lo robado y la eliminación de las duplicidades. Es francamente anti-popular defender la disciplina fiscal y la eliminación de los subsidios a las gasolinas, transportes y tarifas de servicios públicos”.

La curiosidad, la extrañeza y la risa no son sentimientos que muevan a la acción y seguramente será mínima o nula la iniciativa de ir más allá de las promesas. Si lo hicieran, nadie ganaría, todos perderían y la probabilidad de que algún despistado las lea es bajísima y es más remoto que sea lo que decida su voto.

Hay que reconocer las buenas intenciones del CONEVAL, pero el horno no está para este tipo de bollos. Las campañas se nutren de la demagogia, no de propuestas serias. Los equipos de campaña consideran que después del triunfo será un buen momento para empezar a idear un programa de gobierno más o menos ordenado y revisar los programas sociales respondiendo a las preguntas formuladas por ese órgano constitucional autónomo.

Hacer caso omiso a las preguntas del CONEVAL en el diseño, la instrumentación y la evaluación de una política pública de un gobierno es el camino directo para su fracaso. ¿Lo saben los constructores de castillos de naipes? Tu voto vale, ejércelo responsablemente.

Profesor de El Colegio de México
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