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La primera crisis twittera de Donald Trump con nuestros gobiernos fue el ataque de un misil electrónico que dirigió al avión en el que viajaba Luis Videgaray y su comitiva a Washington para “negociar” las condiciones de la modernización del Tratado de Libre Comercio y con un twitter más agresivo, afirmando que los mexicanos pagaríamos su muro, los golpeó nuevamente mientras estaban reunidos en la Casa Blanca sin que supieran lo que estaba ocurriendo.
En esta ocasión, la segunda, arrojó un twitter bomba con la amenaza de imponer aranceles a los productos mexicanos. La espera de una semana en Washington fue suficiente para ablandar a nuestra delegación. Del avance de las negociaciones nos fuimos enterando por los trinos que enviaba el Secretario Ebrard, quien a su regreso divulgó el contenido de la carta de intención firmada por los representantes de ambos gobiernos y presentó un informe.
El otro ataque twittero de Trump, quien disparó dos torpedos directos a la confianza de la gente en el gobierno mexicano, justo debajo de la línea de flotación, vino después de la rendición de cuentas y del festejo del gobierno.
No es el momento de revisar el éxito de las negociaciones. El verdadero beneficio de lo logrado será motivo de una medición en las encuestas y depende de hechos futuros. Sobre el particular, las opiniones están muy divididas.
Por un lado, hay oposición en la coalición gobernante del ala de izquierda defensora de los derechos humanos de los migrantes, que ha expresado que México se ha convertido en el muro trumpiano para detener a los “ilegales” que provienen de Centro América. La postura de Muñoz Ledo, como siempre, es la más estridente.
Por otro lado, hay un festín en quienes respiran aliviados, agradecidos y contentos del plazo de 45 días que Trump misericordiosamente otorgó a México para que contuviera el extraordinario flujo migratorio del último semestre.
Una parte del gobierno, en torno al Secretario Ebrard, se coordina para cumplir lo mejor posible el compromiso con el gobierno estadounidense, proponer una estrategia financiera de ayuda al desarrollo regional y, con ello, evitar definitivamente la imposición de aranceles. Otra parte permanece callada y sólo reacciona ante los cuestionamientos de la prensa, relegada en el ejercicio de las competencias que le corresponden en materia migratoria.
La oposición política en las cámaras desestima los resultados de la carta de intención y otorga, en el mejor de los casos, el beneficio de la duda para mantener una posición de unidad frente a un vecino poderoso con un gobierno caprichoso, pero efectivo en obtener sus metas electoreras de corto plazo.
El auténtico ataque, el que debe preocupar hoy, es a la credibilidad gobierno mexicano. Donald Trump con torpedos electrónicos siembra la duda sobre lo pactado e insinúa que hay un acuerdo secreto no divulgado por el Secretario Ebrard, que incluye la compra de toneladas de alimentos.
Los torpedos twitteados explotan en un contexto en el que el Presidente López Obrador ha reconocido que durante la crisis del huachicol ocultó información para que no fuera utilizada por los conservadores en su contra.
Donald Trump sabe dónde pegar y la insinuación, que puede ser falsa, de un acuerdo secreto es su respuesta twittera al acto por la dignidad nacional de Tijuana. Cada quien jala agua para su molino, aunque se digan amigos: el norteño con los obuses electrónicos y el sureño con sus epístolas densas, farragosas y plagadas de interpretaciones históricas falaces.
Hoy los acuerdos pasan a un segundo plano. El posible (deseado incluso) éxito de las negociaciones se nubla con el recurrente miedo de la opinión pública a que se pacte en lo oscurito. El impacto favorable de informar al pueblo directamente en las mañaneras se diluirá si éste piensa que sistemáticamente se le ocultan hechos relevantes.
La estrategia trumpiana es muy básica: el que pega primero, pega dos veces. Si el primer golpe es efectivo –movilización inmediata del Secretario Ebrard a Washington- capitaliza y hazlo esperar y que haga “rounds” de sombra deambulando por las oficinas de la capital del imperio. Cuando tu adversario baje las defensas confiado en que obtuvo algo, pega nuevamente para que no se levante.
Esta semana el responsable de seguridad pública en la Ciudad de México declaró que a los policías citadinos les “falta barrio” y no saben defenderse de los delincuentes y pareciera que lo mismo sucede con nuestros diplomáticos que regresan moreteados a México, pero alzando el puño en señal de victoria. Lo que está en juego es la credibilidad excepcional que hasta hoy goza el gobierno de López Obrador y puede perderse si el pueblo bueno y sabio siente que lo engañan.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I
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