When they go low, we go high.—Michelle Obama.
El daño está hecho. Cualquiera que sea la decisión de Donald Trump respecto a la amenaza de imponer aranceles a los productos mexicanos, la relación bilateral entre Estados Unidos y México ha salido gravemente lastimada.
Donald Trump ha iniciado su campaña en pos de la reelección en 2020 igual como empezó su proselitismo para ser candidato presidencial eventualmente victorioso en 2016: pegándole a México y a los mexicanos para galvanizar a sus bases. No le ha importado aplicar a un vecino, socio comercial y aliado estratégico una ley, la llamada IEEPA (Ley de facultades económicas en emergencias internacionales) que sólo se ha aplicado a enemigos de EU.
Muchos nos preguntamos: ¿cómo es que llegamos a esta situación en que el gobierno de nuestro país vecino construye un muro fronterizo para separar a nuestras dos naciones y de facto expulsar a México de América del Norte? ¿por qué si tenemos un tratado de libre comercio con EU, su presidente impone aranceles contra México de manera unilateral?
Trump no es Estados Unidos. A esta medida de locura se oponen miembros de su gabinete, dirigentes de su partido político, gobernadores y legisladores republicanos, además de la Cámara de Comercio de EU y la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. Sin embargo, el presidente de EU no paga costo alguno por insultar y agredir a México y a los mexicanos. ¿Por qué las propias comunidades de origen mexicano de raigambre popular en EU habrían de defender al gobierno de México, si se vieron obligadas a dejar su tierra de nacimiento por la falta de oportunidades? Las élites económicas y políticas mexicanas han preferido aliarse con las élites de EU, sólo para encontrar que un supremacista blanco nunca nos considerará sus pares.
No es lo mismo negociar sobre bienes o aranceles que pactar sobre seres humanos. En los hechos, lastimosamente, tratamos a los migrantes centroamericanos como si fueran moneda de cambio, ficha de negociación o rehenes de pactos comerciales. Así como México no tiene quien lo defienda en EU, los migrantes centroamericanos, de nuevo con muy escasas y valiosas excepciones, no tienen quien los defienda en México.
El Presidente ha convocado a un pacto por la unidad, la dignidad nacional y la amistad con el pueblo y el gobierno de Estados Unidos. Al discurso cerrado e intolerante de Trump, que sólo externa odio y carece de elemental empatía hacia el otro, sólo puede oponerse una narrativa fundada en la ética. ‘Cuando ellos caen bajo, nosotros apuntamos alto’, dijo Michelle Obama en memorable discurso en agosto de 2016.
Actuar con dignidad significa no permitir que nos humillen ni nos degraden, y, por lo tanto, no humillar ni degradar a persona alguna en aras de nuestra falsa ‘salvación’. No perdamos la oportunidad de actuar con dignidad. Si nosotros nos doblegamos y aceptamos sacrificar a los migrantes en aras de un pragmatismo que temporalmente nos ‘resuelva’ el tema de los aranceles, nos condenaremos a sufrir nuevas amenazas del ‘bully’. ‘Elevaré los aranceles de no abatirse el flujo de drogas de México hacia EU’, ha perfilado ya Trump.
Los controles migratorios y la presencia militar en nuestra frontera con Centroamérica y en el Istmo de Tehuantepec podrán sacarnos del aprieto temporalmente, pero nos debemos respeto a nosotros mismos. Es preciso otorgar los medios presupuestarios y de personal a las instituciones mexicanas para hacer realidad una gestión migratoria acorde con los derechos humanos. Ello no significa ni fronteras abiertas, ni paso libre, sino una elemental congruencia con la dignidad de México.
Profesor asociado CIDE. @Carlos_Tampico