Nadie abandona su hogar por gusto, y menos una niña, niño o adolescente que para huir de la violencia de su país de origen viaja sin compañía adulta a otro país para solicitar refugio.
Los gobiernos de Estados Unidos y de México quieren una vía rápida para disminuir el éxodo centroamericano, y despliegan a policías, marinos, militares o guardias nacionales para contenerlo.
¿Cómo nos aseguramos de que los centroamericanos se queden en su país de origen, o de perdida que su número se reduzca?, inquieren diplomáticos, agentes migratorios, estrategas de seguridad nacional y de seguridad pública, oficiales de inteligencia militar, funcionarios de distintos rangos.
¿Qué hacemos con los migrantes? Como la nueva prioridad nacional es contener, detener y deportar migrantes para cumplirle a Trump, ni de la apropiación social del proceso de desarrollo esbozado por la Cepal, cuyo aterrizaje sigue siendo una asignatura pendiente para los gobiernos.
No preconizo aquí el paso libre, ni las fronteras abiertas. Simple y sencillamente trato de entender cómo la gente vive la angustia de salir de un país en llamas, y postulo que convertirnos en el muro de Trump no es la solución.
Aceptemos que siguen allí las causas de raíz de la salida masiva de centroamericanos de sus países.
Hoy me detengo en el caso de Honduras. Hay pocas naciones cuyo pueblo haya sido tan atribulado y tan castigado. Escucho la voz de los que no tienen voz: el jesuita Ismael Moreno Coto, el admirado y querido Padre Melo.
Según Forbes, en 2018 cinco personas acumulan en Honduras el equivalente al salario mínimo anual de dos millones de su población. ‘Honduras sobrevive como rehén de un grupo pequeño que tiene el control de las decisiones económicas y políticas. Y esto es lo que provoca las caravanas migrantes’.
‘El puñado de gente que concentra la riqueza ha creado una triple alianza formada por una burocracia política corrupta, una élite empresarial y las multinacionales. Y quien toca esta triple alianza, es reo de muerte.’ Como el caso de la ambientalista Berta Cáceres, quien fue asesinada por oponerse al modelo “extractivista” del gobierno y proteger el agua para las comunidades campesinas. Esta triple alianza es ‘protegida’ por Estados Unidos, el crimen organizado y los militares.
Desde hace dos meses, ha detonado en Honduras otra crisis social y política por la defensa del derecho a la educación y de la salud pública frente a las iniciativas de privatización.
‘En realidad, esta crisis no es más que la acumulación de conflictos que tienen su raíz en el golpe de Estado de hace diez años, en las elecciones ilegales y fraudulentas de noviembre de 2017, en la corrupción e impunidad y los vínculos con el narcotráfico del presidente Juan Orlando Hernández…la presión social y política sigue en aumento, y la escalada de represión y violación sistemática contra los defensores de los derechos humanos es gravísima’ (Fuente: https://bit.ly/2JVf9zQ)
Es infundado esperar que la migración y las solicitudes de refugio se reduzcan sin abordar estos problemas. Atenuar el éxodo requiere hacer de Honduras un país habitable, donde los pobres no sean vistos como población excedente o prescindible, sino como ciudadanos sujetos de su propio destino.
Una economía que deje atrás la depredación y el despojo, para construir un modelo productivo y de desarrollo con base amplia.
En suma, que los niños puedan ir en paz a escuelas donde aprendan, que los trabajadores puedan ganarse la vida dignamente, que la gente pueda vivir con tranquilidad y caminar por la calle sin miedo a ser secuestrada, extorsionada o asesinada. Nada más, pero nada menos:
#PonteEnSusZapatos
#NoALaXenofobia
Profesor asociado en el CIDE.
@Carlos_Tampico