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¿Cómo podemos medir la contribución de un ser humano a sus semejantes?
La noche del miércoles 12 de septiembre, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, el Centro Woodrow Wilson entregó sendos reconocimientos a dos mexicanos muy destacados. El Premio Woodrow Wilson por Responsabilidad social empresarial fue otorgado a don Juan Beckmann Vidal, quien ha posicionado a José Cuervo como el mayor productor de tequila del mundo.
Asimismo, el doctor Alfredo Quiñones-Hinojosa, conocido como el Doctor Q, recibió el Premio Woodrow Wilson por Servicio público, dado su brillante trabajo como neurocirujano y sus investigaciones para curar el cáncer cerebral.
Expreso desde aquí mis felicitaciones a ambos, y comparto con el lector algunas reflexiones sobre el Doctor Q, Alfredo Quiñones-Hinojosa, M.D., no se define a sí mismo como un científico ilustre, como un académico brillante, o como un doctor eminente; simplemente como un ser humano simple y sencillo.
‘Lo que nos define como seres humanos no es lo que logramos, sino lo que superamos’. Se presenta como una persona a quien la vida ha puesto de rodillas, pero que tras cada fracaso se ha levantado una y otra vez para salir adelante.
Evoca el significado etimológico de humano, cuya raíz es la voz latina humus, que significa tierra. Es un hombre que viene de la tierra, de nuestra tierra, y que ha trabajado con sus manos como jornalero, pintor y soldador. Hoy esas manos realizan mil 700 operaciones por año, cada una con sus complicaciones y desafíos.
Atravesó la frontera norte de México con 63 dólares en el bolsillo. Estudió inglés en un colegio comunitario en el Valle de San Joaquín, y más adelante se ganó una beca para estudiar medicina en Harvard. Su testimonio ha quedado plasmado en la biografía Dr. Q: La historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano’ (con Mim Eichler Rivas, LID Editorial Mexicana, 2013).
Su calidez, su sonrisa, su sencillez en el trato con cada persona le han ganado el respeto y la admiración de sus colegas. En el pináculo de la fama, al terminar una cirugía, el Doctor Q barre y limpia el quirófano como cualquier trabajador de intendencia.
¿Qué pasa por la mente de una persona que estudia la mente? Ser feliz —‘en el fondo todo lo que he hecho ha sido para sentirme feliz conmigo mismo’.
Recibió el premio Woodrow Wilson en nombre de sus padres, de su madre, quien lo acompañó en la ceremonia, a quien puso como ejemplo de una persona que nunca se ha dado por vencida.
En el fondo, el secreto del Doctor Q es su manera de relacionarse con otras personas: trata y respeta a cada persona por igual, sin importar su origen social, el color de su piel, su dinero o su jerarquía económica o política.
El doctor Michael T. Lawton, del Instituto Neurológico Barrow, de Phoenix, Arizona, afirma sobre el Doctor Q: ‘El trabajo social que hace es aún más impactante que la neurocirugía. Se ha convertido en un líder de los derechos civiles para los inmigrantes latinos. Yo le digo siempre: recuerda tus raíces, ten presente a tu gente y tu origen humilde, y si necesitas alguien que te lo recuerde, aquí estaré para hacerlo’.
Una vez más, la paradoja mexicana es que sólo reconocemos a un ser humano excepcional después de que ha triunfado en el norte, y sólo entonces expresamos nuestro orgullo de que sea nuestro paisano.
Concluye el Doctor Q: ‘no se necesita mucho para cambiar el mundo; lo verdaderamente complicado es cambiar nosotros mismos’.
Alfredo estudia las fronteras inexploradas del cerebro y descubre que en el fondo lo verdaderamente importante es nuestra capacidad de entregar lo mejor de nosotros en beneficio de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestro país, para ser mejores seres humanos.
Profesor asociado en el CIDE.
@ Carlos_Tampico