Los próximos meses serán pletóricos de excusas y acusaciones. La “mafia del poder” vs. la “cuarta transformación” son los gallos que van al ruedo en la pelea estelar del sexenio 2018-2024. Los que llegan a buscar culpables de lo que puede pasar el año próximo y los que se van a deslindar del futuro. Ya algunos periodistas recuerdan el error de diciembre (la fatídica devaluación de 1994 derivada de una supuesta infidencia del Secretario de Hacienda entrante) y lo equiparan al reciente nerviosismo de los mercados financieros.
Tinta y saliva se van a gastar para explicar los efectos en el ahorro colectivo y en las expectativas de inversión por la próxima cancelación de la construcción del NAIM o la intempestiva presentación del proyecto que prohíbe el cobro de algunas de las comisiones bancarias, más las que se vayan acumulando. Las secuelas de estos actos políticos son impredecibles en estos momentos. Algunos las magnifican y le dan efectos, en su ímpetu descalificador, similares a las tragedias griegas; otros las desestiman y pretenden borrar con sus discursos cualquier efecto negativo permanente. Lo que está sucediendo no es intranquilizante, dicen los voceros del nuevo gobierno, sólo es una prueba que el cambio es verdadero.
Independientemente de las posiciones políticas o los intereses, la pregunta que surge es: ¿quién pierde cuando la bolsa de valores cae más de 10 puntos porcentuales en menos de un mes? La prensa, proclive al color amarillo, equipara a cualquier tendencia a la baja con los peores momentos del capitalismo financiero mundial (1929 o 2008), pero hay poca difusión de los efectos de estas fluctuaciones de los indicadores bursátiles en las reservas de instituciones de seguridad social o en el ahorro de largo plazo destinado al eventual pago de pensiones y jubilaciones.
La mayoría de la población observa el índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores con indiferencia y desconocimiento. Hay una creencia generalizada que los movimientos financieros son asuntos que sólo importan a los ricos y que no hay efecto real en el bolsillo y ahorro de todos los trabajadores. Ni siquiera entiende el término de minusvalía en una inversión, que es la disminución del valor de una ahorro financiero no líquido -no disponible- con respecto al periodo inmediato anterior. No es necesariamente una pérdida como generalmente se cree.
Utilizo una información publicada recientemente por la CONSAR en relación con los montos acumulados en las cuentas individuales de los trabajadores en las AFORES para explicar mejor este concepto. En el 2013, las AFORES en su conjunto tuvieron minusvalías por aproximadamente 187 mil millones y plusvalías por 235 mil millones lo que, restando la primera de la segunda cifra, da un total positivo de más de 48 mil millones. Sumados todos los años de existencia, el Sistema de Ahorro para el Retiro arroja 5.8 % de interés real anual (descontada la inflación), lo que significa que hay un crecimiento real del ahorro de los trabajadores.
Lo que sucede es que en octubre pasado se tuvo una minusvalía de 131 mil millones de pesos con lo que este año el saldo es negativo, sin contar la caída bursátil más reciente relacionada con la iniciativa legislativa que elimina las comisiones bancarias. En entrevista de El Economista (05-11-2018), el Presidente de la CONSAR declaró que espera que se recupere la bolsa en los dos últimos meses del año y asegura que las AFORES que invirtieron en el NAIM no sufrirán mayores consecuencias, porque la inversión tiene garantías suficientes.
Todo activo financiero disminuye de valor cuando hay inestabilidad económica, cuyo primer efecto es la caída bursátil. Hay que recordar que el IMSS y el ISSSTE, como cualquier entidad dedicada a la seguridad social, integran reservas mayoritariamente en instrumentos financieros, por lo que también sufren minusvalías en sus inversiones, de la misma manera que las cuentas individuales de los trabajadores administradas por las AFORES.
¿Cuál es la diferencia? Que en el sistema individualizado de previsión el trabajador puede ver el comportamiento de sus fondos de retiro y en el sistema colectivo no lo conoce directamente y sólo a través de los informes semestrales y anuales puede inferirlo. En ambos casos, los que pudieran perder por los vaivenes bursátiles son los cotizantes y sus beneficiarios. Los trabajadores y sus beneficiarios son los principales afectados.
¿Quién pierde con la disminución de los índices bursátiles? Todos, pero las minusvalías frecuentes y significativas afectan más a las personas de menores ingresos contrario a lo que se pudiera creer, ya que, si bien son cantidades inferiores a las que pudiera tener alguien con una gran fortuna invertida en la bolsa de valores, estos últimos tienen adicionalmente activos no financieros. En contraste, el único ahorro que suele tener el trabajador son sus cuentas individuales o sus derechos sobre las reservas colectivas.
La cancelación de Texcoco y la caída de la bolsa pueden interpretarse como hechos concatenados o como aislados, pero lo cierto es que si este tipo de incertidumbres se multiplicaran, darían lugar a crisis financieras que afectan más a las clases populares. De cualquier manera, no podemos permanecer indiferentes ante medidas de gobierno que afecten las reservas de previsión social que se utilizan, primordialmente, para el pago de pensiones.